Una revolución en marcha
La muerte de Hugo Chávez supone un duro golpe para una inmensa mayoría del pueblo venezolano, así como para los pueblos de América Latina y para los revolucionarios de todo el mundo. Tiempo habrá de recordar los hitos de la revolución bolivariana que él protagonizó, de cifrar el cambio cualitativo que sus sucesivos mandatos y reformas supusieron para millones de personas. Tiempo habrá también, por qué no, de mencionar sus sombras, que las tuvo, aunque se vean minúsculas al lado de sus luces. Pero este sobre todo es momento de reivindicar su legado, un proyecto que va mucho más allá de su persona.
Hugo Chávez representa la voluntad de los pueblos de Latinoamérica de vencer a siglos de colonialismo, de imperialismo, de dominación. Su revolución representa el deseo de libertad, de justicia, de igualdad y recoge lo mejor de la historia revolucionaria de siglos pasados para reformularlo en un proyecto renovado de socialismo, el llamado socialismo del siglo XXI. Digan lo que digan, no es esa revolución de un día, ni de una persona. Chávez logró primero revertir la tendencia al sometimiento de las castas criollas para luego dar, uno a uno, pasos cualitativos que afianzasen el cambio político y social. Y lo hizo a golpe de sufragio, a fuerza de aunar voluntades y lograr mayorías firmes. Lo hizo también a pesar de los golpes y las intentonas golpistas. Así se han hecho en este siglo XXI las pocas revoluciones que han ocurrido, y es plausible que así se sigan haciendo de aquí en adelante.
Chávez se atrevió a decirle a la cara al poder que algo estaba cambiando en Latinoamérica, en el mundo. Sus logros en materia de salud, vivienda, educación... no son, no pueden ser, producto de una única persona. Hay unos gobiernos, unos partidos, unos sindicatos, una masa social organizada, hay un pueblo detrás de todos esos logros. No conforme con ello, llevó su visión a toda la región, blindándola de la injerencia de EEUU y España. Esos fueron los compromisos de Chávez en vida. Ese es su legado.