El futuro sigue siendo del pueblo venezolano
El fallecimiento de Hugo Chávez ha suscitado una oleada de reacciones en todo el planeta, y los mensajes de condolencia a los allegados del presidente y a todo el pueblo venezolano fueron ayer numerosos. Algunos, emotivos y afectuosos, y otros, en cambio, guiados solo por el obligado respeto diplomático. Junto a ellos, también hubo declaraciones tendentes a marcar el rumbo del país que ha logrado cambiar el escenario político latinoamericano y el juego de poderes en la región en poco más de una década. Las apelaciones, procedentes de ejecutivos conservadores como el alemán, a la apertura de una «nueva era» en Venezuela, a cuya sociedad se conmina a que siga el «camino correcto», destilan una jactancia colonial impropia de una mentalidad democrática pero habitual en el acervo europeo. Un sentimiento de superioridad que se niega a desaparecer en un continente que es profundamente deudor de su pasado.
En este contexto, resulta llamativa la coincidencia en las manifestaciones de los dos principales partidos del Estado español, que hicieron un llamamiento a hacer una «transición serena» en el país caribeño. PP y PSOE no explican cuál debería ser el carácter de esa transición, más allá de la elección de un nuevo mandatario por voluntad popular. Es curioso, además, que ambos utilicen ese término, cuando su propia transición se saldó con la imposición de un jefe de estado nombrado por el dictador y el mantenimiento de las estructuras de poder del franquismo. No son quién los políticos españoles para dar lecciones de democracia a nadie.
El interés que subyace en este tipo de declaraciones es evidente; las políticas del Gobierno bolivariano no son del agrado de quienes miran hacia Latinoamérica con alma imperial y desearían que se produjera un cambio tras la muerte de Chávez. Desafortunadamente para ellos, el futuro de Venezuela lo seguirán decidiendo los propios venezolanos, y garantizar que así sea es tarea, también, del resto de los pueblos del mundo.