Raimundo Fitero
Chávez
Las televisiones de veinticuatro horas ya dieron avances con reuniones del gobierno y del consejo de estado venezolano que no dejaban muchas dudas sobre lo que parecía inminente. Y fue. Y entonces el carismático líder bolivariano adquirió otra categoría. Los medios que en vida le habían sido tan hostiles como propicios a adelantar su óbito, se convertían en menos beligerantes, como si al haber desaparecido se le pudiera aplicar algún grado de objetividad sobre sus actividad de gobernante y para reconocer alguno de sus logros, como que en Venezuela desde sus mandatos, los más pobres tuvieran alguna esperanza.
Muchas veces Chávez ha sido portada, noticia, pero su fallecimiento en edad tan temprana aporta a la política americana más incertidumbres, muchas más portadas y muchos análisis muy interesados. Su revolución bolivariana va a estar ahora mucho más atacada, y deberemos esperar a ver si quienes le sucedan son capaces de mantener el mismo nivel de incidencia exterior. Difícil va a ser encontrar a alguien con tanto tirón mediático, para lo bueno y para lo malo, que concite los focos, la atención y que, además, sea de un carácter tan especial como para ir profiriendo frases que dan titulares, o crean estados de opinión perennes en amplios sectores de la población. Ni Venezuela ni Iberoamérica van a ser lo mismo con su desaparición. Hoy solamente nos atrapa la tristeza, esa sensación de pérdida de alguien con el que no se comulgaba cien por cien, pero que ahora notaremos mucho su ausencia. Y era un personaje televisivo.