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Izaro Gorostidi Vidauzarraga Profesora de Ciencia Política de UPV-EHU Grupo de investigación Parte Hartuz

¿La «terra» o la pasta? Mirada periférica al proyecto soberanista catalán

La autora, «analista política extranjera», advierte de su falta de vivencia en relación al soberanismo catalán y escribe con cierto pudor sobre un fenómeno que se ha convertido en opción mayoritaria en un espacio de tiempo corto. Analiza la sensación colectiva de que «España roba a Catalunya» y cómo ha contribuido esto a aumentar las ansias de soberanía, a un nuevo tipo de adhesión al proyecto que considera la aspiración de todo militante independentista. Deja abierta la pregunta que da título a su análisis reconociendo que «no me atrevo a opinar»

Basta decir que escribo como analista política extranjera con todo lo que eso acarrea de ignorancia, falta de vivencia y experiencia, y cierto pudor. Pero escribo desde el respeto que me une a la tierra catalana vivificado por tener una familia catalana formada por los amigos y amigas que he tenido la suerte de conocer en esta vida y por las visitas periódicas que desde hace una década realizo a Catalunya. Y por eso mi atrevimiento va prologado con las disculpas que mi condición requiere.

El proyecto soberanista catalán materializado en la declaración que se aprobó en el parlamento catalán el 23 de enero de 2013, está sustentado, según los últimos datos del 2012 del Centro de Estudios de Opinión catalán, por el 57 por ciento de la población que diría sí a la independencia. El porcentaje ha aumentado más de un veinte ciento en la última década. Me remito a los datos. En el año 2002 el 34% de los encuestados respondían estar de acuerdo con la opción independentista según los datos del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales catalán. Una década después en noviembre del 2012 ante la pregunta de si mañana se celebrase un referéndum el 57% de los catalanes respondía que votaría a favor de la independencia. Por eso podemos afirmar que la cultura política independentista catalana se ha socializado políticamente hasta convertirse en la opción mayoritaria de la sociedad catalana en un espacio de tiempo relativamente corto.

Este fenómeno principalmente ha sido debido a la sensación de hartazgo de la sociedad catalana en sus aspiraciones de relacionarse de otra manera con el estado español que se frustraron tras el fracaso del Estatut aunque fuera aprobado por el 74% por ciento del voto emitido, la participación no llegó al cincuenta por ciento. Recuerdo a un político de CIU declarando en la radio que lo importante en una democracia son los resultados no la participación. Pero eso es otra historia.

Esto unido a la crisis económica, me refiero a lo generado por el factor económico en la tipología afectiva del análisis del comportamiento político, que está representado por el grado de adhesión que uno siente hacia el sistema político en el que habita, ha generado la sensación colectiva de que España roba a Catalunya. Aunque a Alfonso Guerra le parezca xenófobo hacer tal afirmación, la sociedad catalana entiende que hace un sobre esfuerzo fiscal con respecto a otros lugares del estado español, que el estado español se apropia de una suma indigente de dinero y apenas invierte en tierra catalana. Esto ha aumentado las ansias de soberanía del pueblo catalán materializadas en defender el derecho a decidir y defender la creación de un estado propio dentro de Europa.

La utopía de la Europa de los pueblos parece que puede convertirse en realidad, y no hay que remontarse a los antiguos estados que formaban parte de la URSS. Hablamos de Kosovo, hablamos de Escocia. Hablamos de actualidad y de futuro.

Este factor y esta alegría para el proyecto de liberación nacional catalán tiene que ser analizado con sumo cuidado ya que puede resultar muy peligroso. La cuestión se resume en una pregunta muy simple: ¿se trata de la terra o de la pasta? ¿Realmente importa?

A un abertzale, por ahora, le sorprende escuchar «yo soy independentista desde hace cuatro años» después de que la persona que dice eso se presenta con un «quién iba a decir, los catalanes más independentistas que los vascos», lo cual si nos remitimos a los datos es simplemente la verdad. Esta nuevo tipo de adhesión con el proyecto político soberanista de un país sin estado reconocido es la mayor aspiración de todo militante independentista. Que los verdes, rojos y amarillos se unan, procedan de donde procedan, lleven viviendo aquí el tiempo «x» o «y».

Pero, ¿desde dónde surge esta adhesión? ¿Acaso es importante? Para una estrategia independentista yo creo que sí, ya que sino el proyecto se expone a lo que el estado hegemónico quiere que sea, un fracaso. Y se ve claramente en lo acontecido entre Escocia y Reino Unido. Allí aún no son todos los que están y los nacionalistas pidieron más tiempo para trabajarlo, algo que el Estado británico les denegó. La consulta se hace en 2014. Hay que reconocer que el actual Gobierno británico ha actuado con suma inteligencia y elegancia. Unos «gentlemen».

Un eventual fracaso soberanista te sitúa de nuevo en el principio, con camino recorrido, dirán algunos, pero también con un montón de energía derrochada, sueños frustrados y fricciones internas, siempre ocurren en la política después de un fracaso. Algunos recordarán Quebec y sus dos intentos. Yo recuerdo que todavía no lo han conseguido.

El doctor en Antropología José María Fericgla menciona tres karmas colectivos que viven las sociedades vascas, catalanas y andaluzas. Por favor, él no lo denomina karma, pero para un artículo de opinión he decidido que puedo utilizar el concepto para facilitar la comprensión. Y se refiere al orgullo en el caso de la sociedad vasca, al dinero en el caso la sociedad catalana y a la pereza en el caso andaluz. No voy a entrar en este último, ni en el catalán. Pero resulta curioso observar como el Estado español para el Movimiento de Liberación Nacional Vasco representa la represión algo muy vinculado con la reacción ante el orgullo.

En el caso del MLNV, la decisión de finalizar con la confrontación armada se tomó de manera unilateral, sin ningún acuerdo con el Estado español, siendo mediáticamente y públicamente tratados como perdedores. Y la represión continúa, simplemente cito a Arnaldo Otegi, preso en la cárcel de Logroño, cumpliendo una condena de diez años de cárcel, rebajada a seis y medio por el Tribunal Supremo y condenado a 16 años de inhabilitación, lo que significa que durante ese periodo, la condena es del 2010, no puede formar parte de ninguna organización política o concurrir como candidato a las elecciones. El líder que posibilitó «Zutik Euskal Herria» entre las bases y los militantes de la izquierda abertzale y todo lo demás. Aunque fuera una decisión acontecida por la acción política de un colectivo porque fue realizado por muchas y muchos agentes sociales y políticos que forman el MLNV. Parece que se lo están mirando. Lo del orgullo digo.

En el caso catalán, no me atrevo a opinar, pero es curioso que el Estado español represente para la sociedad catalana un estado que les roba, que les saquea y que ésta visión haya posibilitado una Diada como la del 2012.

Así que la pregunta seguirá sin responderse o, tal vez, no ¿se trata de la terra o de la pasta?

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