Un día después de la presentación de los presupuestos más antisociales e injustos que se conocen, Lakua ha propuesto pagar las obras del TAV también en Bizkaia y Araba para luego descontar el importe a través del Cupo. Ayer no había dinero y se hacía inevitable el tijeretazo. Hoy, el Ejecutivo de Gasteiz dice que «tiene recursos» y «está listo» para abordar esa millonaria inversión. En un ejercicio de obscenidad, se defienden los recortes en Educación y Cultura, en Empleo y Políticas Sociales y en Sanidad, se muestra sumisión y obediencia debida al sacrosanto imperativo del déficit con el argumento de que no existe otra alternativa para horas después plantear gastar un dinero público que equivale a los presupuestos de tres generaciones en un tren que a día de hoy no tiene enlaces, no soluciona los desafíos del país a nivel de transporte y ordenación del territorio, es deficitario y necesitará décadas para amortizarse. Sencillamente, impresentable.

Los defensores del TAV, a falta de argumentos racionales y datos económicos que se sostengan, defienden su apuesta presentándola como una inversión contra la crisis. El coste del «no TAV», sostienen, sería mucho más caro que hacerlo y financiarlo. Pero el dinero de los contribuyentes vascos merece otros usos y tiene mejores prioridades que dilapidarlo en un proyecto que no es necesario ni abordable, en un tren rápido hacia ninguna parte. Sería más productivo invertir en construir provisiones para los mayores, en crear empleo en Sanidad y Educación, en ayudar a la innovación de nuestro tejido industrial, en invertir en la reactivación de la economía real. Beneficiaría a todos.

Quienes apoyan ese disparate no necesitan mirar muy lejos para ver que el Estado con más kilómetros de alta velocidad ostenta el récord de paro. No es ninguna casualidad. Llegará, más pronto que tarde, la hora de echar el freno al proyecto del TAV, antes de que haga descarrilar el futuro de la gente de este país.