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Amparo LASHERAS Periodista

Estrasburgo necesita las calles ocupadas

 

Lo que escribo a continuación no es exactamente nuevo. En otras ocasiones ya he utilizado la expresión «no encuentro las palabras adecuadas para...» y ahora las repito porque tras pensar y hacer acopio del lenguaje más sincero, vuelvo a encontrarme en el punto cero y no se me ocurre otra expresión mejor que la ya escrita. Por lo general, me sucede cuando el mundo se me vuelve hostil y me siento incapaz de expresar esa indignación que se agarra por dentro y, además de doler, subleva los gritos interiores contra el cinismo de la vendetta calculada y, por lo tanto, de la injusticia, construida «con la ingeniería jurídica» y política del Gobierno fascista que un día enterró su nombre y se travistió de demócrata. «Eso nos pasa a todos», me comentaba un compañero en los pasos de la manifestación del día 20 contra la doctrina 197/2006. Fue en el diálogo urgente del momento cuando pensé que sin ese sentimiento difícilmente podríamos llegar al compromiso político de defender y exigir la libertad de las más de cincuenta presas y presos políticos retenidos, y repito, retenidos de forma ilegítima en las cárceles españolas. Sin ese sentimiento, con tan poca relevancia en la agenda de las estrategias, no podríamos ser tantos, y siempre tan pocos, en las calles desnudas de todo menos de solidaridad política. Y aún así, en ocasiones, tengo la sensación de que el tiempo corriente de nuestro existir colectivo mitiga el compromiso y el convencimiento de saber que cada día es una urgencia de lucha y una insistente exigencia de libertad. Ganar en Estrasburgo no necesita palabras, ni literatura rápida, precisa la voz de las calles ocupadas. El 20 fuimos muchos, pero «codo con codo» aún debemos ser más.

 
 
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