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Fede de los Ríos

De suelos éticos y vanos consuelos

No sé yo si la Ética, tan fría y tan en abstracto, resultará, a la postre, material firme para configurar un suelo. El muestrario de flexibles éticas y moldeables morales es mayor, si cabe, que el de tarimas y parqués

Dicen los creadores de opinión que resulta imprescindible adaptarse a los «nuevos tiempos» y que quien no lo haga corre el riesgo de ser arrastrado por la riada. Una riada de aúpa que rebajará al Diluvio Universal a categoría de sirimiri.

Nuevos tiempos darán al traste con las obsolescencias de lo social, acabando con caducas trabas para el desarrollo económico, recita el coro de conservadores neoliberales y conservadores socialdemócratas que representan a los dueños de la propiedad. Unos y otros abogan por una aclimatación con tempos diferentes pero con el mismo objetivo de perpetuar el orden social existente.

Todos coinciden tanto en el diagnóstico como en la solución. Desde antiguos premios nobel de economía, pasando por los tertulianos de profesión, políticos de categoría como Luis de Guindos o Yolanda Barcina, sesudos intelectuales a sueldo que ofician de palmeros, periodistas del corazón y otras vísceras con incontinente logorrea, algún que otro monarca con lento desarrollo neuronal y dificultoso balbuceo, seres cuya existencia resulta, en sí misma, un misterio poniendo en solfa la teoría evolutiva de la especie y su adecuación al medio. Todos, absolutamente todos. Los del actual Gobierno y los de la actual oposición, intercambiables como los factores que no alteran el producto, hablan de la necesidad, en un mundo globalizado, de aumentar la producción y disminuir el gasto social para ser más competitivos: el nuevo mandamiento del Señor.

El euro iba a ser la hostia, ¿os acordáis? Y un café se transustanció en un abrir y cerrar de ojos de 110 a 166'3860 pesetas (1 euro), mientras el sueldo permanecía estable para nuestra tranquilidad (ya se sabe que muchos cambios a un tiempo traen desasosiego e inquietud en nosotros y en los mercados.

Una Europa unida sería el copón de la baraja, ¿lo recordáis? Los habitantes de Grecia, Chipre, Irlanda, Portugal y España, europeos todos, hoy es el día que no acaban de creer la inmensa fortuna que les deparó compartir la azul banderita trufada de estrellas con los alemanes. Por algo el himno europeo es el Himno de la Alegría. Lo cantan desde la Plaza Sintagma, allí en Atenas, hasta la Plaza del Comercio, en Lisboa, en señal de gratitud.

Flexibilizar las anquilosadas relaciones laborales para adaptarse a los nuevos tiempos y a las exigencias de los mercados siempre tan caprichosos ellos. Ya lo decían nuestros abuelos: el hambre agudiza el ingenio.

Por estos lares, donde pasta la oveja latxa, a la exigencia de flexibilidad, en lo laboral, se le une la necesidad de un «suelo ético» para trabajar en torno a la paz y la convivencia que un remoto día sin determinar fueron misteriosamente profanadas. No sé yo si la Ética, tan fría y tan en abstracto, resultará, a la postre, material firme para configurar un suelo. El muestrario de flexibles éticas y moldeables morales es mayor, si cabe, que el de tarimas y parqués. Por eso hay quien no se extraña de ver a Otegi encarcelado ni a Martín Villa, Utrera Molina, Fernando Suárez y otros responsables de tanta muerte en libertad.

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