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EEUU hurtó a Irak el derecho a su propia primavera

Dabid LAZKANOITURBURU

Periodista

Imaginemos, en un ejercicio de ficción, que EEUU no se hubiera embarcado en una criminal invasión de Irak y en una igual de inhumana y a la postre desastrosa -hasta para sus propios intereses- ocupación. Saddam Hussein y su régimen habrían tenido que hacer frente a una revuelta popular similar a las que se registran desde 2011 en el mundo árabe.

Boletos los tenía todos. Una mayoría de la población (chií) discriminada política y económicamente, una minoría kurda sometida a una criminal política de arabización que combinaba bombardeos y traslados forzosos de población y, en fin, una minoría suní que veía cómo los beneficios del petróleo se repartían entre la camarilla del régimen, su tribu (en Tikrit) y algunos otros líderes clánicos del norte del país. Y en la cúspide, una familia reinante lista para perpetuarse en el poder y en sus felonías (Uday Hussein y sus salidas a la caza de hijas de buenas familias para violarlas).

Saddam Hussein y los suyos se merecían ser derrocados y juzgados por su corrupción y sus desmanes. Pero la invasión de Irak, su captura y su ahorcamiento público le ha convertido a los ojos de algunos en un héroe.

Sabido es que nada tiene mayor valor restitutivo que convertir al verdugo en víctima. Más si esta situación llega provocada por una guerra cruel y sin sentido.

EEUU impidió que Saddam tuviera un juicio justo y pagara con la cárcel por sus crímenes. Y se fue de rositas tras dejar Irak hecho unos zorros y a los iraquíes lastrados por una ocupación que les ha dejado en una situación de interinidad permanente en la que son incapaces de mirar adelante. Ese es el gran crimen de Bush.

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