El proyecto para hacer una nueva versión de «Grandes esperanzas», coincidiendo con el 200 aniversario del nacimiento de Charles Dickens, surgió del guionista David Nicholls. Aunque en el cine comenzó adaptando una obra teatral de Sam Shepard en «Círculo de engaños», después se ha encargado de reescribir sus propias novelas para la pantalla, como con «Un chico listo» o «Siempre el mismo día». Su interés por los clásicos de la literatura inglesa procede de la reciente versión televisiva de la novela de Thomas Hardy «Tess of the D'Urbervilles», ya llevada al cine por Roman Polanski. Este trabajo le ha valido el prestigio suficiente como para poner en marcha otro tratamiento fílmico de «Grandes esperanzas», a pesar de que ha acabado coincidiendo en el tiempo con la miniserie televisiva realizada por Brian Kirk.

A los lectores de Dickens nunca les va a sorprender este tipo de coincidencias, por cuanto «Grandes esperanzas» figura como su novela más importante, y tal vez la versión definitiva esté todavía por llegar. En la pantalla grande la de David Lean se considera insuperable, pero siempre se ha dicho que se necesitan varios capítulos para poder condensar el libro, dando ventaja al medio televisivo.

El veterano realizador Mike Newell ofrece una variante más realista, dejando atrás el estilo gótico de otras películas previas, y eso ya es una novedad. Pero tampoco supera la limitación temporal, en tanto que las dos horas pasadas no le dan para resumir la historia de un modo eficaz. Acierta con la primera parte de ambientación rural, a la que le dedica el espacio necesario. En cambio, en la segunda, que transcurre en Londres, los acontecimientos se precipitan algo atropelladamente y se pierde la línea argumental.