GARA > Idatzia > Kultura

CRíTICA: «Érase una vez en Anatolia»

La larga noche acaba en un país que se busca a sí mismo

p043_f01.jpg

Mikel INSAUSTI

Tras ver «Érase una vez en Anatolia», hay que referirse automáticamente a Nuri Bilge Ceylan como a uno de los grandes. Es su obra más inmensa, aquella en que consigue abarcar un mayor espacio temático, que va desde los particular a lo colectivo trazando todo un recorrido cultural. El cineasta turco habla de su país situándolo en una encrucijada histórica entre la tradición y la modernidad, respectivamente representadas por Oriente y Occidente.

En unas declaraciones con motivo de la presentación de la película en el Festival de Cannes, donde recibió el premio del Jurado, Ceylan respondía evasivamente a la pregunta sobre el porqué del título, diciendo que le gusta jugar al despiste con los géneros, de los que prefiere desmarcarse. Sus referencias son más literarias, sobre todo rusas, ya que de Chejov toma la precisión descriptiva. Y tiene razón, puesto que a pesar de toda la apariencia de un thriller criminal dentro de una lectura superficial del argumento, «Érase una vez en Anatolia» nunca sigue la lógica, ni persigue los objetivos racionales de la serie negra. Ahora bien, sí posee, narrativamente hablando, el espíritu de un western. Es por ello que el título tampoco engaña tanto como pretende, a la vista de los magníficos encuadres panorámicos, que sirven tanto para captar la soledad del paisaje estepario como para tomar una perspectiva moral frente a unos retratos de grupo dominados por los hombres y su posición de poder. Todos los personajes que acompañan al principal sospechoso en la búsqueda del cuerpo del delito son funcionarios. No hay escenas de acción violenta, ni hacen falta para crear una tensión interna. Cada conversación refleja un lenguaje y una mentalidad machistas, en cuanto trasfondo social de lo que se intuye como un crimen pasional. Las mujeres son nombradas a modo de realidad lejana, e incluso el descubrimiento de una joven en medio de la oscuridad cobra la dimensión sorprendente de una aparición, gracias a una iluminación reverencial. La llegada del día en el amanecer tiene igualmente ese punto revelador, aunque sea a través de la disección del cadáver.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo