Crónica | Foro Social Mundial 2013
Oportunidades y contradicciones en la marcha de apertura en Túnez
El Foro Social Mundial abrió ayer su edición tunecina con una marcha por las calles de la capital. Las referencias a los procesos árabes capitalizaron una manifestación que pone de relieve las oportunidades del encuentro pero también sus hándicaps y contradicciones. Hoy comienzan los talleres.
Alberto PRADILLA
«Esta es una oportunidad para que el mundo se solidarice con el pueblo tunecino. Pero también, para aprender de experiencias como la venezolana o la sudafricana. Hay que inspirarse». Mohammed Jmur, vicesecretario general del partido Watad (integrado en el Frente Popular y que lideraba Chokri Belaid, asesinado a tiros en febrero), describía así sus sensaciones ante el Foro Social Mundial que ayer comenzó en Túnez. Las «primaveras árabes», con sus potencialidades y contradicciones, centran la 13ª edición, que por primera vez se desplaza hasta un país del Magreb. Oportunidades, de cara a dar a conocer los procesos que registran países como Túnez o Egipto y establecer alianzas con activistas procedentes de Europa o América Latina. Contradicciones y riesgos, porque las incógnitas que amenazan las dinámicas iniciadas en 2011 también se reflejan en el encuentro. Todo ello dentro de una crisis de identidad que va más allá del lugar de celebración del mayor encuentro internacional de movimientos sociales . Ayer, una marcha de miles de personas que recorrió las calles del centro de Túnez dio comienzo al evento. Hoy llega el turno de los debates. Un programa que pretende dar respuesta a la ofensiva neoliberal.
«Esto se lo debemos a nuestros mártires. Celebrar el foro constituye un sueño, porque hace años no podríamos ni haberlo imaginado», afirmaba Jmur cuando la cabecera enfilaba la plaza Pasteur, ya lejos de la avenida Bourghiba, principal arteria de Túnez y origen de la marcha. Desde las 16.00, activistas llegados desde diferentes partes del mundo formaban una masa heterogénea y colorida. Los bloques se mantenían con dificultad y las diferentes reivindicaciones, desde la defensa de los derechos del pueblo palestino hasta el rechazo de infraestructuras como el TAV se entrelazaban a lo largo de la gran avenida Mohamed V. Pancartas con el lema «Africa is not for sale (África no está en venta)», muchas banderas moradas, simbolizando la lucha feminista y carteles de «Free Gaza» eran algunos de los lemas que podían encontrarse en la larga marcha hacia la cúpula de la Ciudad Olímpica. El ministerio del Interior, ese siniestro edificio desde donde hace dos años se disparaba contra quienes reclamaban «pan, libertad y justicia social», permanecía blindado en la avenida Bourghiba. Entre los asistentes, personalidades como Samir Amin o Immanuel Wallerstein.
El desembarco del Foro en Túnez reforzó la presencia de organizaciones árabes y africanas. Aunque también eran visibles los bloques llegados desde Europa. América Latina, histórica anfitriona desde que el Foro se inauguró en Porto Alegre en 2001, también dispone de representación. «Es importante estar aquí para conocer lo que tiene que ver con las revoluciones árabes, con sus tareas y todo lo que queda por hacer», afirmaba Zuleika Matamoros, miembro de Marea Socialista (una corriente dentro del Partido Socialista Unificado de Venezuela).
Guillermo Pacagnini, militante del Movimiento Socialista de los Trabajadores, de Argentina, consideraba que las jornadas permitirán crear alianzas entre las «luchas contra la deuda en el sur de Europa, las revoluciones democráticas en el mundo árabe y los movimientos de América Latina». Pacaganini, asistente a todas las ediciones salvo la de 2006 en Venezuela y la de India, remarcaba la importancia de los dos objetivos del foro. Por una parte, «debate e intercambio de experiencias». Por la otra, «coordinación entre los diferentes movimientos». «El Foro fue perdiendo identidad porque no se logró coordinación», admitía, considerando que la edición tunecina constituye una «nueva oportunidad».
Conflictos que se reflejan
La manifestación inaugural simbolizó la heterogeneidad del foro. Su potencial, pero también sus contradicciones. Pluralidad en las luchas pero también visiones radicalmente opuestas. Especialmente, en un mundo árabe donde los procesos inacabados generan situaciones confusas y rupturas sociales. No se puede olvidar que Túnez vive ahora un momento clave, después de la muerte a tiros de Chokri Belaid, uno de los principales líderes marxistas. Como en Egipto, las tensiones entre islamistas y los sectores laicos se han acrecentado, capitalizando el debate público. Al mismo tiempo, Libia registra una postguerra incierta y Siria se desangra en un conflicto civil. Todas estas aristas se reflejaban ayer en la marcha.
En clave interna, la izquierda tunecina espera que el foro refuerce su posición, tras la reciente creación del Frente Popular. La división entre progresistas y religiosos podía apreciarse desde la cabecera. En primer lugar, pero fuera de la manifestación, un grupo de islamistas enarbolaba una bandera palestina y lanzaba consignas de apoyo a la yihad. Tras ellos, pero a una distancia prudencial, miembros de la agrupación de diplomados en paro, coreando los eslóganes que se popularizaron desde la rebelión que tumbó a Zine el Abidine Ben Ali. En otro punto de la marcha, activistas reivindicaban que la yihad era solo para Palestina, verdadera reivindicación transversal.
«Claro que tenemos problemas con los comunistas. Quieren separar la religión de las leyes», decía Mohamed, un joven ataviado con pañuelo palestino. Es cierto que los grupos religiosos eran minoría en la marcha. Pero estaban presentes. Y las tensiones existentes abrían lugar a posibles confrontaciones. Por una parte, por la vertiente relacionada entre mezquitas y defensores del laicismo. Por la otra, en relación a Siria. En distintos puntos de la marcha podían escucharse consignas de apoyo a los rebeldes, pronunciadas tanto por religiosos como por izquierdistas. Es decir, dos bloques diferentes. En otras, banderas de adhesión a Bashar Al Assad. De hecho, un hombre fue expulsado de la marcha a golpes cuando censuró a los islamistas que habían rasgado una fotografía de Jomeini, líder religioso de Irán. «Es por su apoyo al régimen», señalaba uno de los agresores, que previamente había sido señalado por varias personas como un «matón» afín a Ennahda, el partido en el Gobierno.
Cambio de ciclo
La situación que registran Túnez, Egipto, Libia y Siria se abordará en muchos de los talleres que comienzan a partir de hoy. Aunque ahí no estará presente la visión islamista, visible ayer pero no en los debates. «Venimos a aprender. Estamos construyendo una sociedad civil desde cero, aunque también tenemos que decir que la situación que vivimos no es tan grave como la presentan», afirmaba Fatha Faggiagi, de Trípoli y de un grupo por la participación de la mujer. Como es obvio, la temática relacionada con la «primavera árabe» capitaliza muchas de las actividades.
Sin embargo, los retos del propio Foro van más allá. Attack, una de las organizaciones promotoras desde aquel foro de Porto Alegre, apuntaba al cambio de ciclo que va desde las contracumbres hasta los movimientos de indignados. Es cierto que ese «otro mundo» que según el eslogan debería de ser posible ya ha cambiado. Y el reto, como repiten muchos de los activistas, está en la articulación de alternativas que, como insistía Mohamed Jmur, deben llegar desde «el anticapitalismo, el antiimperialismo y el rechazo a las guerras».