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ensayo

Vivir riendo

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Iñaki URDANIBIA

Se refería Voltaire a los vascos como ese pueblo que habla y danza a pie de los Pirineos; ese pueblo que danza, canta y ríe a pesar de las embestidas a la que se ha visto sometido, y si de algunos dependiera lo que te rondaré morena, es presentado ahora por el antropólogo, especializado en las fiestas de Euskadi norte y su relación con el euskara, en su modo de reírse.

Recuerdo haber leído en un libro de Xavier Rubert de Ventós una referencia, que me chocó sobremanera, sobre la importancia de la risa; se ponía allá el ejemplo de un par de tribus africanas que cada dos por tres, tradicionalmente, se enzarzaban a ostias. La solución a tal desastre se logró cuando ambas organizaron la fiesta de la risa, en la que unos se ponían frente a los otros y se partían el eje ridiculizando al de enfrente, con muecas y todo tipo de gestos. Da sobrada cuenta esta anécdota de la importancia de la risa en la vida de los pueblos, a pesar de lo cual la seriedad académica ha ignorado este aspecto esencial. No es el caso de Eric Dicharry ( Baiona, 1969) que, becado por la fundación José Miguel de Barandiaran, ha dedicado sus esfuerzos al tema relacionado con los vascos.

Como no podía ser de otra manera, juega un lugar destacado en el estudio, la improvisación de los bertsolaris que hacen soltar carcajadas a los espectadores con su chispa; sin obviar el papel importantísimo que juegan, cohesionando y haciendo participar a poblaciones enteras, las mascaradas suletinas, tema sobre el que versó precisamente su premiada tesis doctoral . El investigador recorre con minucia diferentes aspectos de la vida colectiva de por acá con el fin de hallar explicaciones a los motivos esenciales que mueven a risa y que están determinados por factores históricos; la función de la risa, la estructura que vertebra el humor de los vascos son revisados lo que nos conduce con tino a averiguar cuáles son los puntos claves que nos hacen soltar la sonrisa, la risa abierta, o la estruendosa carcajada. De este modo podría resumirse lo que guía a Dicharry a la hora de elaborar su exhaustiva obra : algo así como dime de qué te ríes y te diré quién y cómo eres. Y desde luego queda subrayado por activa y por pasiva que la lengua y las representaciones rituales se han mantenido contra viento y marea, en forma de distintas prohibiciones, convirtiéndolas en formas de resistencia, vacilando con sarcástico ingenio a las autoridades de distinto pelaje.

Algo de bergsoniano puede intuirse a lo largo del ensayo, al quedar netamente subrayada la idea-clave de que los humanos habitualmente nos reímos de aquello que nos refleja caricatural o deformemente, aunque lo comprendamos de una manera inconsciente, es decir aun no siendo conscientes de esta relación especular. Pues bien, así como se ha hablado de «humor inglés», del «humor judío», o...ahora Eric Dicharry nos brinda la oportunidad de poder hablar con rigor del «humor vasco», suministrándonos los mojones en los que éste se sustenta.

Añadiré, aun saliéndome un poco de tiesto, que habitualmente se dice que los vascos somos terriblemente serios frente, por ejemplo, a los andaluces que están todo el día riéndose...No entraré en el tema, pero si que si se tomase la programación de ETB en estos últimos años se podría deducir que los vascos, al menos los del sur, estamos todo el día de cachondeo, pues los programas , digamos que, humorísticos brotan como los hongos. Ai zu, zer parra! Pero lo de este humor, por llamarlo de algún modo, lo dejamos para otro día o para otras cadenas estatales que se han comprado varias series enteritas para descojonarse precisamente de lo burros que somos del Ebro para arriba.

Dejando de lado este inciso (que se me excuse pero es que hablando del tema no me podía resistir) y volviendo al meritorio trabajo que acerco al lector, no exagero para nada si digo que estamos ante una obra importante, con anotaciones francamente sagaces, y obviamente clarificadoras. Pueblo que ríe...no morirá.

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