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ANÁLISIS | Foro Social Mundial de Túnez 2013

La conspiración como verdadero logro de un encuentro en crisis

El Foro Social Mundial de Túnez ha desplazado el eje desde América Latina hasta las revoluciones árabes. Una dinámica que ha marcado la evolución de un encuentro con una crisis irresuelta pero que, al menos, sirve para unir activistas de todo el mundo.

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Alberto PRADILLA

Criticar el Foro Social Mundial es tradición desde el preciso instante en el que se funda, hace ya 13 años. Un fenómeno que se repite con la edición tunecina, la primera que se acerca a las revoluciones árabes. Ante este tipo de eventos, la pregunta es ¿para qué sirve realmente el encuentro? Los retos son diversos y ante un contexto cambiante, los debates y talleres deben de analizarse desde la perspectiva regional, internacional y de dinámicas internas. Llevar el Foro a la cuna de la «primavera árabe» implica desplazar el eje desde los procesos revolucionarios de América Latina hacia las dinámicas emergentes en el norte de África. Lo que ha llevado a relaciones completamente novedosas, con los contradictorios reflejos de conflictos territoriales y la injerencia de ejecutivos. Una problemática que se suma a las carencias del propio foro, que busca dotarse de estructuras eficientes y que se desliza también hacia una oenegeización que deja fuera a los grandes movimientos sociales. Sin embargo, y pese a todo, sirve.

En el ámbito regional, no se puede poner en cuestión que el Foro es positivo. Por una parte, la llegada de cientos de activistas procedentes de diferentes rincones del mundo supone un espaldarazo para los procesos que se desarrollan en Túnez y, especialmente, para sus sectores progresistas. Un hecho que hay que interpretar de modo bidireccional. Los tunecinos, en ebullición desde la revuelta que tumbó a Zine El Abidine Ben Ali en 2011, se han beneficiado de las contribuciones de las luchas más diversas. Pero también, por el otro lado, las izquierdas europeas o latinoamericanas han podido comprobar sobre el terreno cómo piensan y actúan los representantes de unos territorios que, en demasiadas ocasiones, son analizados desde el estereotipo.

El Foro beneficia, sin duda, a los progresistas tunecinos, que afrontan un proceso de unidad desde la constitución del Frente Popular. Eso ha puesto nerviosos a sectores que pretenden capitalizar el proceso. Es cierto que Ennahda, el partido en el Gobierno, ha tenido que tragarse la organización y no ha puesto pegas. Pero el arresto del sábado del responsable interna- cional del Frente, Fathi Chamkhi, hostigado por la Policía, evidencia que determinados elementos no están dispuestos a permitir una reorganización de la izquierda tan fácilmente.

La novedad islamista. La presencia de islamistas en el Foro supone una novedad que no puede pasar desapercibida. Habrá que ver hasta qué punto se ha interactuado. Sin embargo, solo el hecho de verse cara a cara, de reconocerse, debe de ser aplaudido. Sí que es cierto que las tensiones entre laicos y religiosos, que marcan el pulso político en Túnez y Egipto, han tenido su reflejo en las activida- des. La marcha realizada del sábado en apoyo a Palestina es el principal ejemplo. Organizaciones de izquierdas y grupos vinculados a las mezquitas caminaban juntos, aunque no revuel- tos. Las desconfianzas son palpables y fueron constantes las provocaciones, que en algunos momentos llegaron hasta las manos.

Los enfrentamientos se han extendido como reflejo de los conflictos que sufre la región. Por una parte, la guerra en Siria. Miembros tunecinos del partido Baaz agredieron a activistas sirios en plena plaza del campus Al-Manar, epicentro del Foro el pasado viernes. No fue un hecho aislado. La organización decidió no recurrir a la Policía ni presentar denuncias, aunque sí que emitió un texto de rechazo.

Tampoco se pueden obviar las injerencias gubernamentales que persiguen objetivos opuestos a los del Foro. Marruecos o EEUU son dos casos paradigmáticos. Los primeros, con el desembarco de un centenar de activistas cuya principal misión fue la de hostigar a los representantes saharauis. Según denunció posteriormente Eric Toussaint, Rabat habría financiado a estos militantes que llegaron a irrumpir en la asamblea de movimientos sociales para tratar de impedir que se votase una declaración de apoyo a la autodeterminación del Sáhara Occidental. Un hecho que tampoco es nuevo, ya que también se repitió en el evento de Dakar, hace dos años. Pese a las presiones, no consiguieron vetar el texto.

EEUU también intenta influir en las dinámicas. Y lo hace a través de USAID, su plataforma de cooperación con un largo historial de injerencias imperialistas en lugares como América Latina o Palestina. Desde luego, organizaciones como la norteamericana solo ayudan a desprestigiar un Foro en el que el peso de los movimientos sociales está decreciendo, en beneficio de ONG con tendencias mercantilistas.

¿El encuentro es efectivo? Depende de los objetivos. No se puede reducir su relevancia a un documento de buenas intenciones. Eso llevaría a plantearse que, si otro mundo es posible, otro tipo de Foro debería de ser imprescindible. Aunque tampoco se puede obviar la relevancia de cientos de personas conspirando juntas. Esa es la gran virtud. Porque va de lo abstracto a lo concreto, a lo tangible. Ahí está el reto. Porque quienes se sientan en las grandes cumbres del FMI ya han demostrado que ellos sí son eficientes.

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