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Sara Montiel, mito erótico y musa del exceso y del cuplé, fallece a los 85 años

Sara Montiel, más que una actriz una estrella y un personaje, dijo mutis ayer de forma casi cinematográfica, al fallecer a los 85 años de muerte súbita. Su peculiar y sexy estilo marcaron una época.

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GARA | DONOSTIA

Posiblemente no le hubiera gustado, pero finalmente se ha conocido su edad: María Antonia Abad Fernández, de nombre artístico Sara Montiel o incluso Saritísima, falleció ayer a los 85 años. Había nacido el 10 de marzo de 1928 y en su larga vida y carrera, participó en casi cincuenta películas, se casó cuatro veces, tuvo amantes conocidos y, sobre todo, se erigió en si misma.

Protagonista de una de las películas más taquilleras de la historia del cine español, «El último cuplé» (1957), Sara Montiel participó en casi cincuenta películas a lo largo de una intensa carrera cinematográfica que comenzó en 1944 con «Te quiero para mí». En el rodaje de «Dos pasiones y un amor», conoció a su primer marido, el director de cine estadounidense Anthony Mann, con quien contrajo matrimonio en Los Ángeles en 1957. Y es que siempre estuvo rodeada de hombres.

Entre sus amantes, nombres como Ernest Hemingway o el Nobel de Medicina, Severo Ochoa. Se casó en cuatro ocasiones: con el industrial bilbaíno José Ramírez Olaya en 1964, con el periodista y empresario mallorquín Pepe Tous en 1979, y por último, en 1993, con el cubano Toni Hernández, además de su ya mencionado matrimonio con Mann.

Nacida en Campo de Criptana (Ciudad Real), siempre supo que sería una estrella, y su carrera artística la llevó a convertirse también en una figura de la canción. Aunque durante una de sus entrevistas con uno de sus grandes amigos, Valerio Lazarov, confesaba que los homenajes le hacían sentir vieja, adelantaba no tener miedo a la muerte y advertía que su único temor era dejar a sus hijos solos una vez ella ya no estuviera. Sincera ante todo y con su verdad por delante.

Fumando en Oiartzun

Tampoco dudó nunca en mostrar sus opiniones políticas y sociales. Así, la manchega, mito erótico y declarada socialista, afirmaba su rechazo a la reforma de la ley antitabaco en 2011 y su oposición al expresidente Aznar, del que dijo no tenía «ni medio polvo». Su estilo, inconmensurable, creó escuela y trascendió modas hasta el final de sus días. Llegó a convertirse en un auténtico símbolo de la comunidad homosexual, algo de lo que siempre se mostró orgullosa. «Cuando voy a actuar a alguna ciudad de EEUU, allí están todos los gays de la ciudad», recordaba.

Sara Montiel también dejó episodios para la posteridad, como cuando ante las cámaras de los reporteros exclamó: «¿Pero qué pasa, pero qué invento es este?», cuando los periodista buscaban la confirmación de su boda con el cubano Toni Hernández, mientras la artista intentaba preservar la exclusiva.

Su muerte no ha dejado indiferente a nadie. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, expresó su pésame por el fallecimiento de la diva, a quien calificó de «mito». Las redes sociales no tardaron en mostrar sus condolencias. En ellas se recordaba también uno de los títulos, «La reina de Chantecler» (1962), una película que quiso rodar en Donostia y Oiartzun, con un amante pelotari y escenas de muerte entre las rocas del Paseo Nuevo.

Operada de estética hasta la obsesión, era su mayor fan. «Siempre ha parecido que tengo menos edad, por mi cutis y por unas piernas que valen un potosí», decía ya en 1991. Cuando hace ocho años el Ateneo de Madrid le rindió un homenaje como actriz, comentaba sus películas con ese humor cáustico: «Todavía no necesitaba ponerme pómulos» o «entonces los labios no se llevaban como morcillas». Su estilo, inconmensurable, creó icono y trascendió modas. Su cabello, versionado en rizos o recogido en un moño iba acompañado, casi siempre, por unos aros por pendientes mientras arropaba sus antaño envidiadas curvas con grandes túnicas.

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