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ELECCIONES EN VENEZUELA

El intento de Capriles de reinvertarse como chavista

Henrique Capriles se reinventa. El candidato opositor ha adoptado el simbolismo chavista y trata de no confrontar con el líder fallecido. Pese a su pasado golpista, defiende ahora los logros sociales de la revolución y marca una línea divisoria entre Chávez y el aspirante Nicollás Maduro.

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Alberto PRADILLA

Capriles se saltó la talenquera y se volvió chavista». Con esta irónica expresión, que significa «cambiar de chaqueta», una mujer del barrio 23 de Enero, en Caracas, describía el domingo la repentina conversión ideológica del candidato opositor, Henrique Capriles. Obviamente, el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática no ha sufrido una repentina conversión. Sin embargo, sus discursos han guardado en el cajón sus referencias derechistas. Ni privatizaciones ni ataques directos a la revolución. Todo lo contrario. Sus intervenciones incluyen continuas referencias bolivarianas, se mueven dentro del marco simbólico del proceso venezolano y la crítica se centra en la gestión, no en el modelo. Con Hugo Chávez fallecido hace poco más de un mes, la derecha no pretende confrontar con un recuerdo inmenso, que sigue pesando mucho en Venezuela. Así que intenta reivindicar los logros chavistas pero sembrando la incertidumbre hacia Nicolás Maduro. Una defensa de la Misión Vivienda, ofertas a los médicos cubanos o mano tendida al Ejército bolivariano son algunos de los ejemplos. Paradójicamente, los guiños progresistas de Capriles no encuentran réplica entre los asistentes a sus movilizaciones. La composición de quienes participaron en la marcha del domingo en Caracas, convertida en la mayor exhibición opositora de la campaña, mantiene el mensaje tradicional de la derecha. Eso sí, tampoco ve con malos ojos un viraje estético que busca conectar con las clases populares, bastión de apoyo chavista.

«Hace un mes, el candidato oficial se pasaba los días llorando, y eso es lógico. Pero no pasaron ni 30 días y ya le estamos viendo brincando en las tarimas», aseguró el domingo Capriles, llegando a insinuar falta de respeto hacia la figura de Chávez por parte del candidato del PSUV. Con su dura intervención, el aspirante de la derecha trataba de marcar una línea divisoria: respeto por la figura del histórico líder bolivariano y continuas descalificaciones contra Maduro. Con Venezuela todavía de luto, cargar contra el fallecido presidente resultaría fatal. Por eso, pese a que apenas han pasado seis meses desde la última confrontación electoral en la que Chávez era blanco de todas las críticas, estas han sido sustituidas por el reconocimiento. Como ejemplo, las continuas referencias a la conversación telefónica que siguió a la victoria chavista del 7 de octubre.

«Fuimos rivales, pero no enemigos», es el mensaje. Este ha calado en sus seguidores, que tradicionalmente mantienen un discurso mucho más duro y beligerante. «Chávez era mucho mejor. Yo soy opositora 100%, siempre lo he sido. Pero creo que Maduro es mucho peor», afirmaba el domingo Lilibeth Quiñales, militante del partido Primero Justicia, principal formación de la MUD. También es cierto que, mientras que Capriles sabe modular sus expresiones, los opositores no pueden evitar los tics clasistas que siempre les han caracterizado. «Chávez al menos era una persona instruida pero Maduro... ¿Dónde va a llevar al país si ni siquiera ha estudiado?», afirmaba la joven. Las descalificaciones contra el aspirante chavista por su pasado como conductor de autobús son constantes entre las bases opositoras. Un recurso que su dirección ha abandonado, conscientes de que estas referencias generan un fuerte rechazo entre los trabajadores.

De Bolívar al «Abajo cadenas»

Al margen de la figura de Chávez, la campaña de Capriles ha adoptado buena parte del simbolismo de la revolución. La figura de Simón Bolívar, que ha acompañado el proceso chavista como modelo de integración latinoamericana, es disputada por los opositores. Como resumía Arquímides Aguilera, seguidor de Capriles, «Bolívar es de todos, aquí todos somos bolivarianos. El problema es que los chavistas se lo apropiaron». Todo un cambio en la mentalidad de la derecha. Esto se amplía también al himno nacional, muy vinculado sentimentalmente al proceso bolivariano y que ahora se canta en todos los mitines de la MUD. No obstante, si se toma como referencia el masivo acto del domingo, hay que reconocer que el entusiasmo al pronunciar el «Gloria al bravo pueblo» sigue siendo superior en las manifestaciones de camiseta roja. Expresiones como «los que quieran unidad, vengan conmigo» pronunciada por Capriles y que parafrasea el épico «los que quieran patria, vengan conmigo» que clamó Chávez evidencian hasta qué punto la derecha está intentando disputar el terreno chavista.

Más allá del simbolismo, Capriles ha planteado una campaña a la ofensiva. Frente a las denuncias revolucionarias de que su llegada a Miraflores implicaría el desmantelamiento de los servicios sociales, el candidato de la derecha se presenta como un gestor eficaz de esos mismos logros. Un ejemplo: la Misión Vivienda. «Solo el diablo arrebataría a un venezolano lo que es suyo», afirmó, en referencia al programa que ha entregado miles de pisos a los más desfavorecidos. Aquí, la MUD plantea un regalo envenenado. Frente a la estatalización que defiende el Ejecutivo, Capriles defiende la entrega en propiedad. Una propuesta que, sin decirlo abiertamente, abriría la puerta a la comercialización de las viviendas sociales.

Nacionalidad para médicos cubanos

La sanidad es otra de las cuestiones que la oposición trata de disputar. «Haremos lo posible por mejorar el sistema de Salud público», prometió durante su baño de masas en Caracas. Incluso, dio un paso más y ofreció la nacionalidad a los médicos cubanos, una pieza fundamental en los programas de extensión de ambulatorios en zonas excluidas a las que no llegaban los servicios básicos. «Les invito a que sean ciudadanos», indicó, para después amenazar con la expulsión a los militares del país caribeño que, según su versión, operan en las Fuerzas Armadas. Paradójicamente, una de sus primeras medidas como gobernador de Miranda fue hostigar a los doctores.

Pese al esfuerzo discursivo de Capriles, parece difícil que pueda borrar su pasado. Esta semana, el 11 de abril, se conmemora el aniversario del golpe de Estado de 2002, en el que Capriles tomó parte con su presencia en el asalto a la embajada cubana. Pese a ello, el exgobernador sigue presentándose como «progresista», algo que contradicen sus seguidores, que mantienen los lemas antisocialistas y se reivindican como derecha política. Aunque el recurso retórico tampoco les disgusta. «Hace eso para conectar con el pueblo», reconocía el domingo Siomar Arteaga, presente en la marcha opositora. Que su líder tenga que construir una imagen alejada de su base no es sino la constatación del profundo cambio que han supuesto 14 años de proceso bolivariano.

Caracas denuncia intentos de desestabilización

«Hemos filtrado a través de nuestros organismos de inteligencia, conversaciones de grupos de la derecha para incluir a mercenarios de Centroamérica en actividades de desestabilización en el país». El aviso lo lanzó el canciller venezolano, Elías Jaua, durante una entrevista concedida en Telesur. Según Jaua, el Gobierno bolivariano habría detectado la infiltración de paramilitares salvadoreños que buscarían tensionar la situación a menos de una semana de las elecciones. Lo cierto es que en los últimos días se han repetido sabotajes, especialmente en el sistema eléctrico, que provocan cortes de luz en zonas del interior del país. «Quieren desestabilizar el país porque los números no les dan», afirmó. El ministro de Exteriores puso nombres y apellidos a los supuestos cabecillas de la trama: se trataría del excoronel David Koch Arana y Guillermo Cader Acuñe, que liderarían dos grupos diferenciados. La semana pasada, el propio Nicolás Maduro alertó de planes para atentar contra su persona. Unas sospechas a las que Henrique Capriles intenta restar credibilidad. «Nicolás, no seas ridículo», llegó a asegurar durante el mitin del domingo, donde rechazó incluso las denuncian que advertían sobre planes para asesinarle a él mismo. A.P.

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