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Debut en Madrid en el polémico «Don Giovanni» de Tcherniakov

«Teatros hay muchos, pero voz solo una»

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Ainhoa Arteta

Soprano

La soprano tolosarra está pasando por una magnífica etapa profesional. Tras una crisis que le hizo replantearse la dirección de su carrera, volvió a los escenarios con una nueva madurez vocal que ha sido reconocida y elogiada por público y crítica. Esto, unido a sus grandes dotes como actriz, le está valiendo sonados triunfos en los principales teatros del Estado.

Mikel CHAMIZO | MADRID

Ainhoa Arteta está inmersa estos días en las funciones de «Don Giovanni» de Mozart, ópera con la que debuta oficialmente en el madrileño Teatro Real -ya lo hizo el año pasado junto a Plácido Domingo-. Pero la soprano tolosarra se ha visto sorprendida por la polémica que ha levantado la visión del director de escena, el ruso Dmitri Tcherniakov, objeto de un abucheo histórico durante la función inaugural.

Su debut oficial en el Teatro Real se ha hecho de rogar dos décadas. Ahora que al fin ha logrado entrar en el principal coliseo operístico del Estado, ¿le queda una sensación agridulce porque ha sido con una producción tan mal recibida por el público?

Estoy contenta, contentísima, porque después de veinte años sin entrar en este teatro, por circunstancias que todos sabemos y que nada tenían que ver con lo musical, por fin he podido trabajar en el Real. Pero es verdad que me quedo con un sabor agridulce por la polémica que se ha generado, derivada de una dirección de escena compleja de entender. Yo, personalmente, no me puedo quejar; creo que he defendido bien mi personaje y en la primera función el público me ovacionó. Pero es triste que fuese la única, porque el público no solo abucheó la producción, también al coro y a algunos colegas cantantes que no se lo merecían.

¿Qué cree que ha pasado exactamente para que esta versión del «Don Giovanni» de Tcherniakov haya despertado semejante reacción entre el público?

A título personal, puedo decir que trabajar con Tcherniakov ha sido una gran experiencia. Aunque su producción no haya gustado, a los cantantes ha sabido motivarnos para interiorizar el papel y la trama que proponía y yo he salido al escenario a defender su visión con pleno convencimiento. Pero imagino que para el público no ha sido fácil comprender una producción tan compleja a nivel de emociones y de diálogo interno entre los personajes. Aunque es un gran dramaturgo, me temo que Tcherniakov no ha conseguido comunicar al público que ve la función por primera vez lo que a nosotros nos ha explicado durante ese mes y medio de trabajo.

¿Ha sido difícil para usted interiorizar esa visión del personaje de Doña Elvira, convertida en esposa de Don Giovanni en vez de ex amante desengañada?

Creo que preparar esta producción ha sido uno de los trabajos más duros a los que me he enfrentado nunca. Convencionalmente Doña Elvira, por el texto y la música de Mozart, es un personaje un tanto histriónico. Pero Tcherniakov ha querido que yo pasase de una Doña Elvira histriónica a una irónica y que actúe de una manera distinta a la que se deriva de la partitura. Eso, claro, lleva su tiempo; primero para asimilar la idea y, después, replantear lo que vocalmente está pensado para que suene histérico y proyectar la imagen de sumisión e ironía. Es un reto enorme.

Para esta Doña Elvira tuvo que audicionar. Imagino que para una cantante de su trayectoria tuvo que ser una situación extraña.

Mortier [director artístico del Teatro Real] es un hombre al que le gusta escuchar en vivo a los cantantes. Conmigo no lo había hecho, aunque sí había visto mi trabajo en DVD y Youtube. Yo comprendo que algunos directores de teatro ven necesario el audicionar, porque a veces no tiene nada que ver cómo suena un cantante en disco a cómo lo hace en el teatro. Yo lo entendí y lo acepté. Cuando terminé de cantar, lo primero que me dijo fue «la Doña Elvira es suya y no entiendo cómo no ha estado en este teatro antes». Yo le respondí que si él, que es director de un teatro, no conoce mejor que nadie las múltiples razones extramusicales por las que suceden estas cosas, qué le podía explicar yo, que soy una simple cantante.

Parece que en los últimos años, tras aquella crisis vital y musical que sufrió a los 39, toda la crítica le está reconociendo una nueva madurez vocal, un cambio en su forma de cantar.

Estoy completamente de acuerdo. En aquella ocasión me tuve que retirar un año porque me quedé sin voz. Empecé de cero. Fue costoso, pero las cosas pasan por algo y a mí me sirvió para reaprender mi técnica. Es algo muy complejo porque tienes que reeducar los músculos, que tienen memoria. No puedes volver en mucho tiempo al repertorio que hacías antes porque corres el riesgo de retroceder. Además el proceso coincidió con que tuve una hija y después otro niño. La voz es un instrumento vivo que palpita y cambia en paralelo a la madurez del cuerpo.

¿Hacia donde ha evolucionado su voz?

Ahora tiendo más hacia una soprano lírico espinto, pero incluso en este repertorio voy con muchísimo cuidado. Con mi crisis vocal aprendí una lección muy importante: que la voz hay que escucharla y nunca obligarla. Por desgracia, esto te puede canjear enemigos, personas que te ofrecen un papel y se ofenden si no lo aceptas. Pero voz solo hay una y teatros muchos. Por eso elijo con mucho cuidado el repertorio y salgo siempre al escenario sabiendo que tengo una cilindrada más de la que puedo dar en ese rol.

Aquella crisis propició también una reorientación en lo profesional. Actualmente, aunque sigue manteniendo compromisos internacionales, su carrera se centra más en el circuito estatal.

Al principio no tuve más remedio, porque la pérdida de mi voz supuso también la ruptura con mi agente internacional. Me quedé sola con mi agente de aquí, Juan Carlos Sancho, que me apoyó en todo momento. Pero esa disminución de los compromisos internacionales derivó después en una elección personal de conciliación del trabajo con la vida familiar.

Ser cantante lírico es duro, en especial cuando tienes dos hijos en edades en que necesitan a su madre. Ahora escojo muy bien lo que encaja en mi sistema de vida y con lo que hago, como quien dice, «cubro la hipoteca». Además me están ofreciendo personajes que me interesan mucho en teatros que cuidan mucho las producciones.

¿Cómo gestiona ese tiempo lejos de la familia que implica ser cantante?

Ya hace unos años decidí que no iba a hacer más de tres o cuatro títulos de ópera por temporada, que me suponen ya seis meses de dedicación. Si, por lo menos, son en el Estado, puedo estar más cerca de los míos. También he apostado fuerte por el recital, que complementa muy bien la salud vocal y da más libertad para organizar el tiempo. Hago media docena de recitales al mes, pero en cuanto los acabo vuelvo a casa. No exige lo que una ópera: los dos meses que estoy ahora en Madrid o los tres que pasaré en San Francisco a finales de año, para un «Falstaff» junto a Bryn Terfel.

El personaje de Tatiana, de Eugene Onegin de Tchaikovsky, que le ha dado tantas satisfacciones desde el inicio de su carrera, por fin ha quedado registrado en el DVD que acaba de publicar la ABAO. ¿Satisfecha con el resultado?

La verdad es que sí. Como bien dices, vocalmente es un personaje que me va redondo, mi voz está cómoda en todos los aspectos de ese personaje. Haberlo cantado en ruso siempre es un reto, pero la producción de ABAO fue especial y me gustó mucho. Además, no sé cuántas Tatianas más haré, probablemente muy pocas. Considero que ha sido un papel importante en mi carrera y me alegro de que haya quedado reflejado.

Hace unos meses estrenó en Madrid el ciclo de canciones «Bide Doinua» de Tomás Aragüés. ¿Qué relación mantiene con la música vasca y sus compositores?

Toda la que puedo. Disfruté muchísimo de su ciclo de canciones y me gustaría volver a hacerlas en Euskadi, en el Kursaal o el Euskalduna. Y estamos intentando sacar adelante un nuevo proyecto de Aragüés, una ópera basada en la vida de Ignacio de Loyola. Me siento muy comprometida con los compositores vascos, tanto los de ahora como los de antes. Dentro de poco, en junio, estaré en el Arriaga con «El Caserío», de Guridi. He hecho pocas zarzuelas en mi vida, pero me hace una ilusión bárbara participar en ésta, que me parece de las más bonitas del repertorio, y de paso estar un mes en Bilbao.

¿Y su pueblo natal, Tolosa? ¿Sigue volviendo a cantar en Nochebuena con sus compañeras de Eresoinka?

Por supuesto, son mis chicas de oro. En el coro Eresoinka empecé a cantar y la relación que me une a ellas es para toda la vida. Estuve en Eresoinka desde los 12 a los 18 años, cuando me fui a Italia, y siempre que vuelvo a Tolosa intentamos organizar una cena y terminamos cantando las canciones de aquél entonces.

Ya ha adelantado su presencia en «El caserío» en el Arriaga. ¿En qué otras ocasiones le veremos por Euskal Herrisa en fechas próximas?

Además de «El caserío», en agosto estaré en Loiola, dentro de la Quincena Musical, cantando las «Cuatro últimas canciones» de Strauss junto con la Sinfónica de Galicia. Y un poco más tarde, en enero, volveré a la ABAO para cantar «Adriana Lecovreur».

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