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Félix Placer Ugarte | Teólogo

La memoria del pueblo

Félix Placer rememora en este artículo «las criminales consecuencias y represalias» desatadas contra quienes lucharon en defensa de las libertades en la guerra de 1936, y cita el diario de guerra de un soldado del ejército fascista para explicar la magnitud de la masacre ocurrida en la zona comprendida por Elosu, Nafarrate y Zigoitia. El teólogo alavés concluye afirmando que la reciente exhumación de la fosa de Zigoitia es una motivación permanente para ir reconstruyendo la verdad de la historia con la serenidad y fidelidad que las personas mayores expresan en los relatos de sus recuerdos.

En las estribaciones de los montes Gorbea y Oketa, atravesados hoy por las cicatrices de las trincheras de la guerra civil, el municipio de Zigoitia, como otras muchas localidades de Euskal Herria, sufrió las criminales consecuencias y represalias contra quienes lucharon en defensa de las libertades y derechos democráticos.

Después de la masacre de la población civil de Otxandio, miles de personas, gudaris y civiles, murieron en 1936 durante la denominada ofensiva o batalla de Villarreal iniciada el 4 de octubre y que intentó, sin lograrlo, tomar esta localidad para abrirse paso hacia Vitoria. Dentro de la zona comprendida entre Elosu, Nafarrate y Zigoitia, uno de los frentes del ejército vasco, donde participaban varios batallones republicanos y nacionalistas, atravesaba este municipio de Zestafe hasta Murua, pasando por Acosta/Okoizta, Etxaguen. Desde varios enclaves y, en especial desde Gopegi, a donde se enviaron compañías de Bailén, de Flandes y tropas moras de Regulares de Tetuán, el ejército sublevado atacó aquellos lugares estratégicos, como relata el «diario de guerra», manuscrito -cito algunos párrafos literales- por uno de sus soldados, vecino de Acosta, y conservado por sus familiares::

«...Los días 15, 16 y 17 (diciembre 1936) pasamos al pie de los rojos, pues ellos tenían las posiciones en el mismo alto de Menea y nosotros en los dos altos siguientes hacia Nafarrate a donde nos enfocaban muy bien las ametralladoras y además muy cerca pues no pasarían de 150 m. la distancia que nos separaba de nuestra avanzadilla a sus parapetos... A las 11 del día 18 A eso de las 11 lebanta la niebla y comienza a zumbar nuestra abundante artilleria, ellos siguen con los morteros, sus parapetos de Menea son derribados por nuestra artilleria y evacuados por los rojos sobre nuestras cabezas pasan las granadas a baja altura, alguna cae en nuestro terreno, y nos hace alguna baja.

Comienzan a avanzar los regulares... Se lanzan como leones sobre los parapetos de los rojos y disparan sus fusiles de pie. La 10 va a retaguardia y quedan en posición en el alto de Menea, los regulares siguen adelante y logran tomar las posiciones de la cordillera de Anchogui, y cojen prisionero al telefonista de la posición de los rojos y mucho armamento y municion entre ello 18 ametralladoras y una barbaridad de fusiles y municiones haciendoles bastantes bajas y teniendo pocas de nuestra parte. Dias despues bajamos hasta Elosu en cuyo monte encontramos una gran cantidad de cadaveres del famoso Batallón comunista `Perezagua' a los que requisamos `hasta los pantalones'.

El dia del avance prendieron fuego a al Iglesia de Elosu y alguna casa de Ollerias donde al parecer tenian los polvorines pues se quemaron rápidamente.

Ya dado el avance quedamos más tranquilos, no oyemos ya un tiro habian uido hasta Oqueta en donde se divisaban los parapetos que habian construido rápidamente y el humo de sus ogueras, ya no silban por aqui las balas y dormimos más tranquilos en las chozas que ya podemos construir libremente y sin peligro...

Al siguiente dia del avance puedo presenciar con mi propia vista que mi adorado pueblo habia sido tomado por nuestras fuerzas, en una escapada que realicé hasta Nafarraterenbide hablando con unos soldados del 3 de Africa lo comprové más de seguro, pues ellos habian tomado parte en la toma. Alli a lo lejos diviso mi pueblo y mi casa el borde la cual lo veo derrumbado, (seguramente por algun cañonazo de nuestra artilleria)...».

Al igual que este pueblo, también Zestafe, Murua y luego Etxaguen -cuya iglesia fue hospital de sangre- sufrieron las consecuencias devastadoras de la batalla. Los vecinos debieron huir buscando refugio en otros lugares; algunos fueron evacuados a Bilbao.

Numerosas víctimas del ejército vasco quedaron sepultadas en las fincas y montes del entorno. Cadáveres de milicianos, en número todavía indeterminado fueron «trasladados», según los testimonios recogidos, en carros de bueyes por soldados del bando de los vencedores desde las localidades y lugares limítrofes a la fosa excavada donde quedaron sepultados ignominiosamente boca abajo, debido a su condición de milicianos comunistas, pertenecientes probablemente al batallón citado más arriba y a otros. Se han exhumado los restos de once personas jóvenes aparecidas en esta fosa común -la mayor abierta hasta el momento en la CAV- quedando uno y tal vez algunos otros bajo la carretera ampliada de imposible acceso.

Tras estas recientes exhumaciones llevadas a cabo por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, a solicitud del pueblo y parroquia de Etxaguen, los restos rescatados serán analizados por el equipo dirigido por Francisco Etxeberria y luego depositados en el cementerio de esta localidad, por acuerdo unánime de su Junta Administrativa.

El homenaje institucional que se les tributó hace unos días fue dedicado no sólo a las personas halladas en aquel lugar; fue un acto simbólico de reconocimiento de todas las víctimas de aquella guerra que nunca debió realizarse y afectó tan cruelmente a tantos vecinos y vecinas de Zigoitia, de Euskal Herria.

Queda todavía pendiente mucho trabajo por realizar en la costosa recuperación de toda la memoria, en el esclarecimiento de la verdad y reparación en justicia de las atrocidades cometidas y sufrimiento infligido. Y no sólo durante el tiempo que duró la guerra, sino también por sus consecuencias posteriores causadas por la cruel represión franquista.

La memoria del pueblo sigue viva como testimonio imborrable del dolor de tantas personas. El pequeño pueblo de Etxaguen, con el municipio de Zigoitia, ha sido un testimonio más en Euskal Herria de aquellas trágicas experiencias que dejaron una huella imborrable que los «vencedores» trataron de ocultar en la fosa del olvido. Su recuperación, gracias a los relatos de sus vecinos, es una motivación permanente para ir reconstruyendo la verdad de la historia con la serenidad y fidelidad que las personas mayores expresan en los relatos de sus recuerdos. También para seguir defendiendo los ideales de libertad, democracia y derechos humanos por los que luchó la ciudadanía vasca y de otros pueblos del Estado y por los que dieron su vida; así lo subrayaron en el emotivo homenaje ante los cadáveres descubiertos, el alcalde de Zigoitia, Mikel Lasheras y la presidenta de la Junta Administrativa de Etxaguen, Marisol Hernando, junto al consejero de administración pública y justicia del Gobierno Vasco, Josu Erkoreka y donde también participó la directora de Derechos Humanos del Ejecutivo, Monika Hernando.

Los cadáveres exhumados de la fosa común de Etxaguen reposarán con la dignidad merecida en el cementerio de esta localidad, como símbolo inolvidable de quienes lucharon por una tierra libre, dueña de su destino, por una Euskal Herria solidaria con todos los pueblos en la búsqueda de la paz, en la convivencia y reconciliación por los caminos de la justicia.

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