Antzuola está de puta madre, pero como esto lo ha propuesto quien lo ha propuesto...», me confesaba la pasada semana durante la manifestación celebrada en Bergara una persona que en su día a día respalda a los críticos con el puerta a puerta. No doy más datos porque fue una conversación off the record, luego cada cual es libre de creérsela o atribuirla a la imaginación de quien esto escribe.

Hablamos, como es obvio, del manido tema de la gestión de residuos. Una polémica artificial, pura gaseosa. En cada localidad parece que se acaba el mundo en las fechas previas a la implantación -lo cierto es que algunos se esmeran mucho y bien en azuzar los temores- y al cabo de varias semanas, una vez que los vecinos ven que no es para tanto, aquí paz y después gloria. Cada día que pasa estoy más convencido de que dentro de unos años este sistema, o alguno similar, se utilizará prácticamente en toda Europa. Al tiempo. Más sucio, más limpio. Me recuerda a las ordenanzas para los excrementos de los perros, que algunos se las pasan por la suela de mis zapatos. Sin educación cívica da absolutamente lo mismo un modelo u otro, se pueden sacar fotografías de basuras esparcidas con el PaP, cuatro contenedores, cinco o diecisiete.

Hace unos días otorgaron el premio Goldman, uno de los más importantes en el ámbito de la Ecología, al italiano Rossano Ercolini, un profesor de enseñanza básica que en 1994 comenzó a pelear contra la incineradora proyectada en el pueblo de Capannori. Ganó esa batalla y como alternativa impulsó un proyecto de residuo cero que es un ejemplo en todo el continente. En La 2 le dedicaron un reportaje en el que lo presentaron como un héroe medioambiental. Busquen en internet. El año pasado estuvo como conferenciante en Gipuzkoa, invitado por Diputación. Mientras tanto se acumulan sobre la mesa las informaciones sobre irregularidades en torno al proyecto de la incineradora, como expuso sin ir más lejos ayer un grupo de profesores de la UPV. Y este fin de semana, consulta en Legazpi. Continuará...