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Jon Odriozola Periodista

Bergoglio, Boff, Esquivel...

No acabo de entender, salvo que me apuren, cómo personas de izquierda mudan de opinión en tan corto lapso de tiempo. ¿Lo explica el hecho de que sea ya papa y, además, argentino?

Avisé de una cuarta entrega en este minifolletín casposo y alcanforino. Este nuevo Santo Padre que vive en Roma (que diría Violeta Parra en letra dedicada a Julián Grimau) -que le están degollando a sus palomas- vino, son sus palabras, del confín del mundo y cayó de pie, como los gatos. Recién nombrado, no más abrir el crisóstomo, el pico, semejaba oráculo pasmando con sus perícopas al canal entre emisor y receptor dizque los mass media obsecuentes que fingen, o sea, mienten, non plus ultra y no es sino rien de rien. ¿Qué dijo hoy Su Santidad? ¿Enarcó la ceja como acento circunflejo? ¿Besó pies de atorrantes? ¿Defendió el dativo grecolatino?¿Descubrió la pólvora este revolucionario que habla de los pobres?

Nombrar papa nuevo es vender burra vieja: oximoron retórico y afrenta al predecesor. Y así oímos que es un reformador pero continuista, marcará otra etapa pero cómo me la maravillaría yo, no suplanta a nadie sino que sucede a Pedro, el primer Padre de la Cosa (Nostra). Ratzinger, alias Benedicto XVI, un carca... comparado con Bergoglio, con San Bergoglio: hizo visaje, lavó pinrel, pagó fonda, se bajó del jeepmóvil y besó garra, improvisó, un fenómeno, sin duda, un crack. No lo vio así el teólogo de la liberación, en 2005, Leonardo Boff, cuando Bergoglio disputaba el Papado League y lo despintó como legitimador de «la monarquía absolutista espiritual».

El exfraile franciscano desde 1992 se declaró esperanzado por la designación de Jorge Bergoglio como nuevo papa y consideró que la elección del nombre de Francisco indica que trabajará por los pobres. Menos mal que mi papá no me puso Judas en la pila. O Vladimir. También rechazó las acusaciones de que haya tenido vínculos con la dictadura militar argentina apoyándose en Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz en 1980, argentino también, que, luego de entrevistarse con Bergoglio, ya papa, declaró que no tuvo que ver con los milicos. En 2005, recién finado Juan Pablo II, Esquivel declaró en Página 12: «Bergoglio cree que todos aquellos que trabajan socialmente con los sectores más pobres, más necesitados, eran comunistas, subversivos, terroristas». Leonardo cree que con el nuevo papa «no habrá olor a altares, sino olor a pueblo». Siempre la metáfora neotestamentaria y paulinotarsiota del pastor y el rebaño, puta manía. Pero en 2005 decía de Bergoglio que «hay una mancha en su biografía» refiriéndose al turbio comportamiento que tuvo con dos jesuitas raptados por el gorilato. Hoy, agua pasada... No acabo de entender, salvo que me apuren, cómo personas de izquierda mudan de opinión en tan corto lapso de tiempo. ¿Lo explica el hecho de que sea ya papa y, además, argentino? O que sean católicos, o sea, obligados -como dice Aníbal Corti- «a tener esperanza». ¿Quién cambió? ¿Bergoglio o quienes hoy lo ungen y ayer imputaran? ¿Qué lavado de cara es este? ¿A qué obedece? ¿Por qué? La respuesta es sencilla: venid y vamos todos con flores a María... Acabáramos con tanto cuento o, como diría mi aventajado discípulo X. Silveira, «con tanta hostia». Amén.

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