ANÁLISIS | Elecciones en Paraguay
Causas y consecuencias de la victoria del Partido Colorado
El golpe parlamentario, un gran desembolso económico y la división de la izquierda han facilitado la vuelta del Partido Colorado «al poder completo». El autor teme graves consecuencias económicas, una mexicanización de la política y la rápida expansión del «agronegocio».
Luismi UHARTE Parte Hartuz Ikerketa Taldea (UPV/EHU)
La victoria del Partido Colorado en las elecciones generales del 21 de abril cierra el proceso golpista iniciado con el derrocamiento del presidente progresista Fernando Lugo en junio de 2012 y consolida la restauración del orden oligárquico en Paraguay. El testimonio transmitido por un «operador» colorado el día de las elecciones condensa el nuevo momento: «Tenemos el poder completo».
Causas. El regreso de los colorados al Poder Ejecutivo se produce por la combinación de diversas variables. En primera instancia, el golpe parlamentario se convierte en una jugada magistral por su doble efecto: por un lado, impide que el gobierno de Lugo concluya su mandato y desplaza así a los sectores progresistas del Estado, despojándolos del poder real y simbólico que este representa y de amplios recursos para la campaña; por otro lado, neutraliza una futura alianza con los liberales (decisiva para ganar en 2008) debido a la participación de estos en el golpe.
Se gesta así el escenario político predilecto por los colorados, una confrontación directa con los liberales, en la que se vuelve a cumplir una máxima histórica: «Los liberales nunca ganan en solitario a los colorados».
Otro factor clave de la victoria ha sido el regreso del voto oviedista, tras la muerte de su carismático líder. No hay que olvidar que en las elecciones de 2008 Lino Oviedo cosechó el 22% de los sufragios, ocupando la tercera plaza.
A pesar de la alianza de última hora entre las cúpulas oviedista y liberal, el grueso del voto de las bases de UNACE volvió al redil colorado.
Otra de las variables centrales del triunfo del Partido Colorado ha sido el desembolso económico descomunal realizado. La falta de parte del «botín estatal» (gobierno central) fue suplida con la cartera de uno de los hombres más ricos del país.
La dirigencia política de la ANR aceptó «ser comprada» por Cartes considerando que este le posibilitaría la recolonización del Estado. Con dinero, la maquinaria clientelar colorada funcionó como siempre, como una apisonadora.
La derrota liberal puede ser interpretada como un fracaso del PLRA, teniendo en cuenta que disponían de amplios recursos del Estado y del apoyo de dos partidos supuestamente progresistas, pero de facto derechizados: el Partido Demócrata Progresista de Rafael Filizzola (candidato a vicepresidente) y el Partido Encuentro Nacional.
Estas dos agrupaciones suman casi un 10% del voto para el Senado, lo cual indica que su aporte no ha sido menor para las presidenciales.
La izquierda. Los resultados no han sido buenos para ninguna de las agrupaciones de izquierda. La errática gestión política durante el proceso golpista ha tenido una influencia notable.
La aceptación por parte de Lugo y de su equipo de someterse al golpe encubierto (juicio político parlamentario) en vez de denunciar firmemente la existencia de un golpe de Estado generó una importante frustración colectiva.
Esta frustración social se incrementó cuando al día siguiente del golpe, la mayor parte de los partidos de izquierda se sumergieron en el diseño de una campaña electoral con la que pretendían recuperar el Ejecutivo, en vez de haber puesto más énfasis en la resistencia civil contra el golpismo, como algunas voces internas señalan.
Pero sin duda alguna, la ruptura de la unidad de la izquierda apenas cuatro meses después del golpe aparece como la razón principal del descontento de un importante sector ciudadano y del consiguiente flojo resultado electoral.
Independientemente de las responsabilidades que puedan tener unos (impulsores de la nueva candidatura de Mario Ferreiro y de Avanza País) y otros (actual Frente Guasu), gran parte de la ciudadanía progresista considera que la división es fruto de la disputa estéril y personalista por el control de cargos.
Los resultados obtenidos por Avanza País no son buenos (menos de un 6%), ya que las encuestas «encargadas por la derecha» le otorgaban alrededor del 10% de los sufragios, mientras que la coalición aspiraba acercarse al 15 %.
En cuanto al Frente Guasu, que fundamentalmente competía para el Senado con Fernando Lugo como primero de la lista, la obtención de menos de un 10% del voto para la Cámara Alta no puede considerarse un éxito, teniendo en cuenta que el expresidente fue hasta hace poco la figura política mejor valorada en el país, con índices de popularidad superiores al 50%.
Estos datos contrastan con las expectativas existentes antes de la ruptura de la izquierda, cuando Mario Ferreiro como candidato unitario, partía con una simpatía del 20% del electorado según algunas encuestas.
Es muy significativo que el mismo día de las elecciones, bases coloradas entrevistadas nos manifestaran que Ferreiro hubiera sido un buen candidato en otro contexto.
Consecuencias. La vuelta del Partido Colorado no solo implica que esta agrupación vuelva a detentar en el plano político «el poder completo», sino que tendrá graves consecuencias económicas.
Por una parte, Cartes podrá recuperar su inversión inicial a través del saqueo del erario, además de intentar «regularizar» sus negocios turbios.
Por otra parte, existe el temor de que se produzca una «mexicanización» del escenario político, producto de las presuntas vinculaciones del nuevo presidente con el narcotráfico.
A todo esto hay que agregar la aceleración del proceso de expansión del agro-negocio (sojero y ganadero) y la permanente expulsión del campesinado hacia los cinturones de pobreza de las principales urbes del país.
A su vez, la necesaria reforma fiscal (impuesto sobre la renta e impuesto empresarial) se postergará indefinidamente.
En el orden más estrictamente geopolítico, la «realpolitik» se impondrá de manera descarnada y Paraguay probablemente se reincorporará a los mecanismos de integración regionales (Mercosur y Unasur), a pesar de que los sectores más ultras siguen apostando por el aislamiento.
Paralelamente, Estados Unidos podrá recuperar un aliado histórico y una base de operaciones estratégica para controlar el Cono Sur.