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The Stooges regresa con un cuestionable disco en el cuarenta aniversario de «Raw power»

Hoy se pone a la venta «Ready to die», el quinto álbum de estudio de The Stooges. Diez irregulares canciones para un álbum que pasaría inadvertido de no ser por la historia que subyace tras la banda.

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Pablo CABEZA | BILBO

El pasado febrero se cumplieron cuarenta años de la edición de «Raw power», un disco trascendental para la historia del rock. Álbum de cabecera para Sex Pistols, Nirvana (Kurt Cobain) y toda una generación de rockeros que crecieron influidos por los salvajes y cruentos embistes no solo de «Raw power», sino también de «Fun house» o «The Stooges».

En 1969 Iggy Pop lidera una banda integrada por nombres que pronto serían el perfil de cientos de músicos y miles de aficionados: Dave Alexander, bajo, Ron Asheton, guitarra y voces, Scott Asheton, batería, y John Cale piano en «I wanna be your dog» y viola en el largo «We will fall». El disco, como los dos siguientes, son habituales en los listados de los mejores solos, canciones u obras completas. De esta formación Dave Alexander fallece en 1975 y Ron Asheton en 2009.

En julio de 1970 The Stooges supera expectativas con «Fun house», un espectacular trabajo que expande la fuerza y crudeza de la banda de Michigan. Se repite formación, aunque en esta ocasión el invitado es Steve Mackay al saxofón, un instrumento no habitual en una banda de rock por aquellos días, pero que con The Stooges se arma de sentido. Iggy Pop recupera el saxo para el reciente «Ready to die», pero sin la misma fortuna.

No es habitual que una banda vaya creciendo disco a disco, en especial porque suele ser con el primero con el que se sorprende. Con todo, y en el caso de The Stooges, las cosas siempre fueron a más en su breve carrera (69-74, aunque relanzada en 2003).

Bajo este estado de progresión, en 1973 se publica «Raw power», su obra maestra. El disco lo esculpen Iggy Pop, el tejano James Williamson a la guitarra, Ron Asheton al bajo y su hermano Scott a la batería.

Semejante trío de álbumes, con relativo éxito en sus días, forman referente junto a MC5, pioneros, en el punk británico del 77. A su vez resultan fundamentales para comprender el nacimiento de miles de bandas rockeras que entienden el rock guitarrero con la misma tensión que Stooges y MC5, bandas que influirán en todo el desarrollo del rock salvaje, nutrido, y bien armonizado creado en Australia, Nueva Zelanda y península escandinava.

James Williamson es la primera vez que graba con The Stooges desde 1973. Su guitarra despunta en «Ready to die», pero sin la inyección esperada.

Escasos motivos para el entusiasmo y la honra

En «Ready to die» parece que los influidos son The Stooges y no al revés. «Gun» podría haber sido escrita por Sex Pistols, «Beat that guy» por David Bowie y «Unfriendly world» por el peor Leonard Cohen. En realidad es un disco despersonalizado donde ni siquiera se repiten a sí mismo con orgullo. «Ready to die» carece de turgencia, emotividad. Es un disco aburrido al que resulta complicado darle una segunda escucha o una tercera, salvo por la obligación de tener las sentencias claras. No existe vértigo, no hay fuego ni sudor ni una flecha que atraviese el corazón. Nadie les pide una resurrección inmaculada, pero resulta grotesco tener que escuchar canciones como «Dd's», «Sex & money», con sus grititos, la burda copia MC5 de «Job», la sosez de «Beat that guy», salvada por el noble solo de guitarra, o la velvetiana «The departed». Se salvan «Burn», «Ready to die» y poco más. P.C.

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