Armas químicas: el tabú que disfraza el dilema sobre Siria
El debate en torno al uso de armas químicas por parte del régimen de Damasco o de la rebelión armada oculta el dilema al que se enfrentan EEUU y sus aliados (sobre todo Israel) ante la cuestión siria: no pueden dejar que Bashar al-Assad (y su aliado iraní) salgan vencedores de la contienda pero temen como al diablo su derrota a manos de una rebelión cada vez más sectaria (yihadista suní). Les interesa un empate hasta la extenuación. Y temen un desenlace.Dabid LAZKANOITURBURU
Si hay algo que se da por seguro es la existencia de un importante arsenal de armas químicas en Siria. Pero no por una maldad intrínseca del régimen de Bashar al-Assad. Estos arsenales son las «armas de los pobres», una fuerza de disuasión ante enemigos que disponen de armamento mucho más mortífero, como el nuclear. Y no se puede olvidar que Siria linda con Israel y que ambos países han librado varias guerras desde 1948 en torno a la cuestión palestina. Precisamente Siria decidió incrementar su arsenal químico tras la derrota árabe en la Guerra de los Seís Días de 1967.
Sentado el hecho incontestable de que Israel es una potencia nuclear y de que Siria es una potencia química -afirmaciones que ambos regímenes nunca han negado-, el debate se centra en torno a su presunto uso por parte de Siria, una «línea roja» en el lenguaje estadounidense y que el presidente Barack Obama no dudó en su día en hacer suyo.
Sostener, a estas alturas, que por principio Damasco nunca sería capaz de utilizar armamento químico contra la población siria es un insulto. No solo a la inteligencia sino a las víctimas, que se cuentan por millares, de su represión.
Pero resulta igual de temerario mantener la tesis contraria, la de que el régimen sirio ha utilizado ya su arsenal químico. Y no porque en su caso le hayan faltado ganas, sino porque acaso no ha tenido necesidad de ello. Sin olvidar el temor a una represalia en forma de intervención como la que nutre las amenazas de EEUU y Occidente.
Más allá de los denostados servicios de inteligencia -¿quién no recuerda el fiasco de Irak?- y de los informes de la rebelión armada -acusaciones de parte-, los expertos insisten en que resulta extraño que un Ejército haga uso de su arsenal químico en pequeñas dosis. Hay quien apunta a que Damasco buscaría con ello probar la paciencia y los límites con los que estaría dispuesto a transigir la Administración estadounidense en su amenaza de intervención.
Esperando, sin grandes expectativas, que algún día se haga la luz sobre las vicisitudes de un conflicto tan enrevesado (y cruel) como el sirio, hay una variable que, sorprendentemente, no aparece en los grandes medios de comunicación pero que es el principal quebradero de cabeza de EEUU y de Israel: la posibilidad de que parte del arsenal químico sirio caiga en manos de los rebeldes armados, concretamente de las facciones yihadistas. Y eso explica tanto las dudas a la hora de intervenir de estos dos aliados estratégicos como, acaso, las prisas por hacer algo en el escenario sirio.
En este sentido, el fantasma de las armas químicas se revela como un asidero, un argumento trampa que oculta lo que verdaderamente está en juego: la posibilidad de que el desarrollo de la guerra deshaga el eterno y sangriento empate entre ambos contendientes. Quienes auguraban (augurábamos) que el régimen no pasaba de este año se tientan ahora la ropa. Y los que caricaturizan la situación describiéndola como una guerra de defensa del pueblo sirio frente a «terroristas extranjeros» saben que, simplemente, mienten.
La cuestión es mucho más compleja, tiene repercusiones regionales de consecuencias inimaginables, y a Occidente, en el sentido más amplio del término, le interesaba que el conflicto se eternizara hasta el agotamiento de los contendientes.
Quizás estemos en la antesala de un inicio del desenlace. Lo que ha provocado que unos, otros y los de más allá (o acá) hayan sacado a pasear el fantasma de las armas químicas.
Amnistía Internacional denunció, coincidiendo con el Día Mundial de la Libertad de Prensa, que al menos 36 periodistas han muerto desde que comenzó el conflicto en Siria y decenas de ellos han sido arrestados arbitrariamente, detenidos, sometidos a desaparición forzada o torturados. Estos abusos han sido cometidos por las autoridades y los grupos armados de oposición.
El lanzamiento de un obús por parte de los rebeldes sirios causó un incendio en un depósito de queroseno en el aeropuerto internacional de Damasco. Otro proyectil causó grandes daños en un avión comercial estacionado. Los Comités de Coordinación Local subrayaron que en ese momento estallaron duros combates
La Coalición de oposición siria denunció una «masacre a gran escala», en Baida, al sur de la ciudad de Banias, en el corazón del país alauí, donde aseguró que el el número total de civiles muertos en ejecuciones sumarias por las milicias del régimen ascendió a 150. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos acusó al régimen de llevar a cabo «una masacre confesional» y teme que se repita en Banias ya que «el régimen no va a tolerar la presencia de rebeldes en esta región», mientras el Gobierno dijo haber matado a «terroristas». Ayer, el Ejército bombardeó con obuses por primera vez los barrios suníes de la ciudad, según la oposición, que afirmó que en el sur los soldados «provocaron el pánico en las casa con una campaña de registros de viviendas y detenciones». La guerra ha llegado a esta zona del país, en la que la mayoría de la población pertenece a la confesión alauí de los dirigentes del régimen. Banias cuenta con 40.000 habitantes de los que la mitad son suníes y el 45 % alauíes. Pero en toda la provincia de Tartus, de la que forma parte, los suníes son el 10 % frente al 80 % de alauíes. GARA