Maite SOROA | msoroa@gara.net
«Si hubiese lo que hay que tener...»
Si alguna lectora, o lector, claro, está preparando una tesis sobre el nivel de la clase periodística al sur de Pancorbo, puede utilizar como referencia el artículo -es una forma de llamarlo- publicado por Enrique Arias Vega en «Elsemanaldigital», todo un deroche de estilo y buen gusto. La pieza en cuestión empieza así: «Lo peor de nuestra clase política es que no tiene cojones -con perdón- para afrontar las reformas que necesita el país». Y con este comienzo, se pueden imaginar que no estamos ante el próximo ganador del Pulitzer. El tal Arias Vega explica después «un detalle mínimo de la cobardía institucional respecto a sus congéneres -en este caso, los Sindicatos-» citando «la manifa del 1 de mayo en Salamanca, donde el Ayuntamiento del PP cedió el balcón protocolario para la arenga de CCOO y UGT -`No tienen límites'- contra la política económica del propio Partido Popular. Todo ello, salpimentado, de paso, con banderas republicanas, o sea, anticonstitucionales, es decir, contra la institución que las acogía». Pero un Ayuntamiento, gobierne el PP o el PCUS, ¿no es una sede pública? O al de Salamanca solo se puede entrar para hacer reverencias al alcalde?
Esta claro que para el columnista, el primer edil salmantino no tuvo lo que según su mentalidad australopiteca debía tener para negar el permiso a los sindicatos. Y claro, pasa lo que pasa. Así lo explica el artista: «Por esa falta de testículos, no se acaba de un plumazo con diputaciones y cabildos, no desaparecen empresas públicas y se cierran televisiones autonómicas y embajadas regionales, no se crean listas abiertas de diputados o circunscripciones uninominales y, en vez de putear a los pobres funcionarios, no se liquida esa nefasta pléyade de asesores, paniaguados y enchufados, donde se acomodan los políticos sin puesto fijo». Como ven, estamos ante un virtuoso del periodismo. Él, desde luego, insiste con el «argumento»: «Si hubiese, pues, lo que hay que tener, nos ahorraríamos fácilmente ciento y pico mil millones de euros en vez de apretar para ello el cinturón a los ciudadanos, estrangular la inversión necesaria y reducir el empleo productivo, como ahora sucede». Si tuviesen lo que hay que tener, neuronas, no serían el hazmerreír del mundo.