CRíTICA: «La gran boda»
Cómo reunir a una familia desestructurada
Mikel INSAUSTI
Cada vez que Hollywood hace un remake de una comedia procedente del mercado francófono la pifia. No es un problema de traducción al inglés, sino de no saber trasladar el humor y la cultura europeas a la caricatura de la sociedad estadounidense. En «La gran boda», se han hecho un lío con el factor de la inmigración y las diferencias raciales, que en la película original estaban muy claras. Jean-Stéphane Bron presentó al novio en «Mon frère se marie» como a un hijo adoptivo, cuya madre biológica resultaba ser vietnamita, de acuerdo con todo el fenómeno de la adopción de niños asiáticos por parte de parejas del viejo continente. La nueva versión cambia la nacionalidad del personaje, que es interpretado por la colombiana Patricia Rae. Para el doblaje al castellano, la distribuidora debió de considerar que le faltaba exotismo, por lo que la hace pasar por brasileña.
Al guionista y realizador Justin Zackham lo que interesa recalcar es que la mujer en cuestión viene de un país muy católico, obligando a la celebración de una ceremonia nupcial muy formal en ese aspecto. Esto permite introducir como detonante cómico a Robin Williams en el rol de sacerdote encargado de casar a la joven pareja, desconocedora de los preceptos religiosos. Da igual, porque el novio y la novia representan a una generación conservadora, la de quienes se sienten las víctimas de la desestructuración familiar.
El enredo se basa en el abismo generacional, pues son los hijos acomodados los que se avergüenzan del comportamiento liberal de sus padres, dando a entender que los papeles se han invertido. Como los padres adoptivos del novio están divorciados, para que la boda se lleve a cabo dentro de la más absoluta corrección fingirán ser un matrimonio bien avenido, sin poder librarse de la presencia de la nueva pareja del exmarido. Por supuesto que Robert De Niro, Diane Keaton y Susan Sarandon escenifican dicha relación triangular con el oficio y la soltura que se les supone. Ahora bien, estamos ante una comedia coral en la que la balanza se inclina demasiado del lado de los veteranos del reparto, sin apenas opciones de lucimiento para el resto.