Raimundo Fitero
Finezza
Ha muerto a los noventa y seis años Giulio Andreotti, político italiano con la trayectoria más transversal y extensa del mundo occidental, que formó parte de todos los problemas y todas las supuestas soluciones de la siempre convulsa vida política italiana. Se le atribuía estar detrás de casi todo lo sucedido en los últimos sesenta años de la vida política italiana, solamente opacado por las estruendosas fiestas y espectáculos políticos del último Silvio Berlusconi.
Que alguien llegue a ser siete veces primer ministro, más otras tantas veces ministro, tiene que ser a la fuerza un mago de la retórica, la negociación, el silencio y la toma de decisiones importantes. Y claro está, campeón de la ambición de estar ahí, donde se hacen los pactos, las componendas, se decreta y se definen políticas y encauzan caudales públicos. Se le relacionó con la mafia, se tienen dudas de su gestión en el caso Aldo Moro y fue uno de esos seres mediáticos, antes de inventarse la palabra, era también periodista, además de un fino estilista, al que se le atribuyen algunas de las frases más lacerantes, como la famosa «manca finezza», dirigida a la política española de los años ochenta del pasado siglo. ¿Qué pensaría hoy de la política de confesionario que nos atormenta y oprime? Falta finura, ideas, actitudes e inteligencia política. Todo son cuentas de resultados, obediencia a los mercados y a los que mandan en los partidos. El desastre.
Fue uno de los practicantes del famoso compromiso histórico, una coalición de gobierno entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, los dos partidos más votados en Italia en aquellos tiempos. Lo cierto es que es una figura angular, con una idea muy clara, «el poder desgasta, pero sobre todo cuando no se tiene».
Hombre de poder, de acción, viene ahora a recordarnos con su muerte el actual estado de las cosas, no menos caóticas que en sus tiempos de gobierno, pero sí menos claras, menos tangibles para la ciudadanía, mucho más penosas y estrafalarias. Los políticos actuales ha secuestrado la vida política y la han convertido en un club privado. Italia sigue siendo esa excepción luminosa que provoca admiración o repudio.