El TC no ha podido, una vez más, resistir la tentación de entrar de lleno en política y ha admitido a trámite, y por lo tanto suspendido cautelarmente, la Declaración de Soberanía del Parlamento de Cataluña. Una decisión sin precedentes que se enmarca en la orientación del alto tribunal español, iniciada en 2010 con la sentencia del Estatuto, de atentar sistemáticamente contra la voluntad democrática del pueblo de Catalunya. (...)

No hay nada que hacer contra un camino que ya está trazado y que solo puede terminar con el ejercicio del derecho a decidir. Así lo entendió ayer una mayoría abrumadora del Parlamento catalán, con la vergonzosa ausencia de un PP cada vez más incómodo con las prácticas democráticas también en Catalunya (...).

A estas alturas se puede decir que Catalunya y el Estado español son realidades cada vez más distanciadas. La zanja emocional comienza a tener una distancia insalvable. La zanja política se ensancha cada vez más a golpes de intransigencia, prepotencia y una falta de capacidad para resolver conflictos típica de aquellas culturas políticas que solo entienden de todo o nada, de victoria o de derrota, de imposición y sumisión. Catalunya no pertenece a este mundo, y en los próximos meses solo la firmeza y la capacidad de resistencia pueden situar al país en su lugar.