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Victoria agónica en el peor partido de la temporada de los leones

Salvados... y gracias

Los rojiblancos acabaron pidiendo la hora, a pesar de jugar setenta minutos con un jugador más.

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ATHLETIC 2

MALLORCA 1

 

Joseba VIVANCO

¡Meté un cambio! ¿Se te rompió la caja?, que dirían en Argentina. Qué falta de ritmo, de precisión, de acierto, de saber estar, de todo. Pésimo partido, pésimo Athletic, pésimo arbitraje... ¿Algo positivo en San Mamés? Tic, tac, tic, tac... ¡Ah sí! La casi salvación del equipo, que probablemente a estas alturas no es poco, pero como que de esta forma escuece y bastante. Porque ni alcanzar esos ansiados y raquíticos 41 puntos hace olvidar el tostonazo de encuentro vivido ayer, con un equipo rojiblanco desconocido, desacertado, sin poso, fallón, que no supo leer el choque en ningún momento, que no supo ya no rematar al rival con el marcador en franquicia sino ni siquiera demostrar la superioridad numérica que tuvo durante setenta minutos de partido. Y todo para terminar pidiendo la hora. Salvados sí, pero como para un programa del Jordi Evolé que desentrañe tanto interrogante.

Presentaba San Mamés un semblante inmejorable. Cartel de no hay billetes. El sol golpeaba con fuerza sobre gradas y césped, las camisetas del público pintaban una paleta de colores, blandían banderas, el run-rún previo al choque se tornaba hasta molesto, había ganas de fútbol, ganas de San Mamés, ganas de una tarde para disfrutar y olvidar sinsabores pasados. Ganas de comenzar a despedir a La Catedral como se merece, con pasión, fútbol y victorias. Pero cuando es la afición quien tira del equipo y no al revés, malo.

Ayer pasó mucho de eso, tanto que la mejor imagen de todas se produjo tras el angustioso pitido final. Aplaudió la grada a los suyos, devolvieron estos la ovación, aplaudió esa misma grada a los jugadores mallorquinistas que hicieron lo propio, y fueron los cerca de dos centenares de seguidores bermellones los que terminaron coreando el nombre del equipo rojiblanco. Señorío en La Catedral.

Eso y el 2-1 final que da prácticamente la salvación fue lo único rescatable de una tarde soporífera abajo en la hierba, donde el Athletic fue de menos a menos y un Mallorca con el agua al cuello que fue de menos a más, aunque para ser fieles a la verdad, daban más miedo los enfundados de rojo y blanco que los que ayer vestían de blanco. Si al petardazo futbolístico se suma un pésimo colegiado que encima te escamotea dos goles legales, pues está todo dicho. Todo o casi todo, porque en noventa minutos pasaron algunas cosas, pocas, pero pasaron.

Partido para olvidar

Nunca estuvieron los de Bielsa metidos en el partido. Nunca estuvieron a la altura. ¿Presión? ¡Qué dirá el Mallorca! Si exceptuamos la seguridad alcanzada por Iraizoz -aunque se quisiese sumar a la fiesta con una salida de puños en falso-, el sobrio y notable partido 348 de Iraola como león, el coraje y derroche del que siempre hace gala Gurpegi, y algunos chispazos de Susaeta por banda, el resto se debió de echar la siesta del burro, esa de antes de la comida, y saltó al verde traspuesto.

Enderezó pronto el Athletic el marcador, al minuto siete, tras una anticipación de Aurtenetxe, centro templado y esta vez Aduriz se resarcía con todo a favor y la clavaba. Un espejismo. Los de Bielsa no dominaban el esférico y por tanto el partido. El Mallorca bombardeaba a faltas el área de Iraizoz, sin mayor peligro. Y en medio del sopor, penalti por mano de Fontas, segunda amarilla, y a la calle. Era el minuto 22 y Aouate le adivinaba la trayectoria a Aduriz, Susaeta aprovechaba el rebote y Muniain la enviaba a la red en situación legal, la que no vio el ayudante del colegiado, que lo anuló.

Ni con uno más y ventaja en el luminoso supo administrar el Athletic un partido de cara y cuesta abajo. Sin la pelota en los pies, con parvularios balonazos a la nada, ni dos pases seguidos, sin bandas, con Herrera exasperando a la grada, Muniain desaparecido. Una oportuna mano sacada por Iraizoz a un peligroso disparo y una media vuelta de Giovani fuera fue lo que dio de sí el Mallorca y una horrorosa primera mitad.

En la reanudación Bielsa dio entrada a Iturraspe, recolocando a Gurpegi de central y sacrificando a un indolente San José. El Athletic necesitaba esa pelota, pero la atracción no era recíproca. Nadie en el estadio juraría que el Mallorca jugaba con uno menos. Y así era. Pudo haber encaminado la victoria el Athletic si el árbitro hubiera dado por bueno un gol de Herrera, pero el pésimo trencilla de ayer señaló que el balón forzado de Aduriz había traspasado la línea de fondo, cosa que no había sucedido por completo. Pero visto lo visto después, ni el 2-0 hubiera tranquilizado a unos leones más victimas que fieras.

Entró Llorente, pitado, por un Aduriz de nuevo poco trascendente, y su presencia coincidió con los mejores minutos de Susaeta por banda derecha. Cabeceó el `9' alto, disparó el `14' a las manos de Aouate, y contestó Nsue con un testarazo que muchos vieron dentro en una mala salida de Iraizoz.

Los gritos de ¡Athletic, Athletic! trataban de sustentar a los suyos, que seguían temblorosos y desacertados incluso en las contras, un poco más atinados con el balón gracias a Iturraspe, ante un Mallorca sin nada que perder, que batallaba cada balón próximo al área rojiblanca, que colgaba pelotazos en busca de una segunda jugada que los locales casi siempre permitían. El Athletic caminaba sobre el alambre. De escaparse la victoria hubiera sido muy difícil explicar lo visto sobre el césped.

En medio de la nada más absoluta, de aquel páramo futbolístico, un destello, una bombilla prendía. Un buen servicio de Herrera al desmarque tirado por Susaeta termina in extremis en la bota de Llorente que, de media volea, introduce el balón en el fondo de las mallas, cosa que no hacía en San Mamés desde el 26 de abril del año pasado, ante el Sporting de Portugal. Y en el mismo fondo que cada partido se acuerda de él y no para desearle lo mejor. La grada apludió y sus compañeros, uno por uno, le felicitaron. San Mamés respiraba a falta de diez minutos. Demasiados, al menos para el Athletic de ayer.

Ni con dos goles de ventaja tiene tiento este equipo. Ni respira esta afición. Dos minutos después del gol de la supuesta tranquilidad, Giovani, en el día de su cumpleaños, la clavaba en la red de Iraizoz en un magistral saque de falta escorado desde la frontal. A sufrir, sobre todo cuando apenas un minuto después, en el lado opuesto, el propio jugador mejicano provocaba un ¡uy! generalizado cuando su lanzamiento salió cerca del poste contrario. No había tregua y el Athletic parecía cada vez cercano a izar la bandera blanca, reclamando tiempo muerto.

El tiempo de prolongación se hizo tan eterno que con el balón en la meta de Aouate, el público aprovechó para corear el clásico «lo, lo, lo...» bufandas al aire, que se interrumpió de sobresalto cuando el balón regresó a las inmediaciones de Iraizoz y a punto estuvo de llegar el empate. Imposible que el Athletic lograra terminar el partido en el área rival; al contrario, mejor hacerlo en la propia para seguir siendo fiel a lo vivido esta temporada. Victoria, salvación virtual, pero para hacérselo mirar.

El Athletic tiene por fin los deberes hechos, casi en junio, como los estudiantes que dejan todo para el último día. Bielsa les ha dado libre a los suyos hasta el martes, que buena falta les hará para despejar la mente y, como toda la familia rojiblanca, empezar a pensar sin corsés en la próxima, y por qué no, ilusionante temporada. Olvidar la horrorosa, reflexionar sobre lo hecho y sobre lo que se ha dejado de hacer, sacar las oportunas lecciones, despedir a los que se vayan, reforzar la plantilla acorde a las necesidades y vislumbrar cuanto antes quién guiará la nave. Si un Bielsa al que el fondo norte volvió a pedir ayer que se quede ante el sospechoso silencio del resto de La Catedral, o alguna cara no tan nueva. Los deberes están hechos, pero la temporada no ha terminado.

Bielsa agradece los apoyos, pero aclara que «no soy yo solo el que debe fijar posiciones»

«El temor a no ganar un partido tan importante y accesible generó una sensación de duda e inestabilidad, de temor a no lograr ganar un partido que necesitábamos tanto conseguir. Me preocupa no haber tenido más equilibrio mental y emocional para administrar las circunstancias favorables que se dieron», fue la reflexión que hizo Marcelo Bielsa tras el flojo partido ayer de sus jugadores. Un choque en el que el propio rosarino reconoció que sufrió mucho. «La verdad que sí sufrí», dijo.

Felicitó al Mallorca por el partido jugado, «mantuvo una disposición muy marcada a tratar de revertir en inferioridad, como visitante, perdiendo, siempre ofreciendo resistencia de manera legítima y merecía ese reconocimiento». Todo lo contrario de su equipo. «Teníamos expectativas diferentes a la que concretamos, los antecedentes inmediatos hacían pensar que estábamos en condiciones de ganar jugando bien, yo tenía mucha confianza. En un partido como el de hoy, con mucho en juego, errar un penal, al equipo le hizo recordar todas las adversidades sufridas esta temporada y entendió que esta era una más y actuó de manera inhibitoria. Estuvimos nerviosos, imprecisos», se explayó.

Bielsa señaló que se cometieron «errores que no son propios del equipo», como los balones aéreos que prácticamente fueron ganados todos por el rival, facilitando las segundas jugadas.

Subsanado el análisis del encuentro, Bielsa tuvo que hacer «alquimia para contestar sin meter la pata», como él mismo dijo, para contestar a las preguntas sobre su futuro. «Usted da por sentado que yo debo fijar una posición (sobre su renovación), pero no soy yo solo el que debe fijar posiciones», aludiendo a la Junta Directiva. «No se trata de si yo quiero seguir, no olviden la contraparte de esto, un club de mucha dimensión», aclaró. Sí agradeció los apoyos desde el fondo norte, pero también dijo haber escuchado silbidos a esos cánticos. «El 1% del estadio tuvo esa posición de apoyo», lo cuantíficó. «Pero lo agradezco y valoro mucho», concluyó el técnico argentino.

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