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ANÁLISIS | Situación de la iglesia guipuzcoana

El sorprendente «abandono» del vicario general, próximo a Munilla

La convulsión en el seno de la Iglesia guipuzcoana no remite, más bien aumenta, tras el «abandono» de Joseba González, uno de los supuestos puntales de José Ignacio Munilla. Existan o no diferencias, lo cierto es que la imagen que transmiten no es nada halagüeña.

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Agustín GOIKOETXEA

No han transcurrido ni quince días desde que el obispo José Ignacio Munilla reuniese el 30 de abril a los arciprestes en una reunión en la que les informó de cambios en su entorno más cercano. Juan Kruz Mendizabal, hasta entonces vicario de Pastoral, ha pasado a ser el nuevo vicario general después de que Joseba González haya decidido dejar la curia «para dedicarse plenamente a las tareas pastorales y al estudio y enseñanza de las Sagradas Escrituras».

La noticia se extendió por la comunidad diocesana a la misma velocidad que sacerdotes y laicos con responsabilidades recibían una escueta comunicación a través de correo electrónico, en similares términos a la transmitida a los medios.

El hermetismo que hay en torno al relevo no ha hecho sino alimentar distintos análisis en los que se apuntan a las supuestas razones del cambio. A pocos convencen los supuestos «motivos personales» que han empujado a González Zugadi a centrarse en la parroquia de Pasai San Pedro en tareas pastorales y disponer así de tiempo para concluir su tesis doctoral.

«Una de dos -barajan desde la curia-, o quiere ser obispo de Gasteiz, y para ello le viene bien tener el doctorado al que se quiere dedicar `urgentemente', o bien ha habido de diferencias de calado con Munilla».

Para varios miembros de la Iglesia guipuzcoana consultados por GARA, todo lo que mueve estos cambios resulta «extraño» y hay quien estima que el «abandono» del vicario general no favorece su carrera. Tampoco hay que obviar que Joseba González no tenía precisamente muchos amigos antes de ser nombrado por el prelado neoconservador y han sido varios los enfrentamientos que ha mantenido con el sector crítico mayoritario. Mencionan los choques verbales habidos en varios consejos pastorales, llegando a la descalificación personal de sus integrantes.

A Munilla le ha durado su vicario general poco más de tres años y se apunta a que el distanciamiento con el prelado era muy evidente. Las discusiones con el obispo se habían convertido en habituales, según fuentes eclesiales, y las relaciones entre ambos se habrían enfriado hasta forzar la dimisión vestida de renuncia.

El talante autoritario del obispo ha minado las buenas relaciones que Munilla y González mantenían antes de llegar a Gipuzkoa, especialmente en lo que tiene que ver con los modos del prelado y no en los valores preconciliares que defienden con vehemencia ambos. Un episodio transcendente ha sido, aventuran fuentes diocesanas, la decisión personal del obispo de traer a 19 monjas al convento de las clarisas de Bergara.

El «patinazo» de Munilla y su homólogo cordobés, Demetrio Fernández González, con las Hermanas de San Juan y Santo Domingo, afectó a la comunión entre obispo y vicario general, más cuando la Santa Sede prohibió la asociación pública de fieles que constituían esas monjas por «una grave lesión de la disciplina eclesiástica».

Más curioso y desconcertante ha sido el nombramiento de Juan Kruz Mendizabal, hasta ahora vicario de Pastoral, como sustituto de González. Conocido también por su apodo, Kakux, fue uno de los 131 firmantes del manifiesto en que cerca del 80% del clero guipuzcoano mostraba su «disconformidad» con el nombramiento de Munilla como prelado.

Su designación el 14 de abril de 2010 como integrante del equipo episcopal fue entendido por algunos como una señal de que el obispo trataba de evitar una crispación extrema con la mayoría de la Iglesia de Gipuzkoa, aunque bien es cierto que en este tiempo la desafección de muchos curas y laicos a las líneas pastorales marcadas ha ido a más a pesar de estar al frente Mendizabal Irizar.

Las conjeturas que existen se suceden, aunque bien es cierto que además de crear asombro cada vez son más los curas y los laicos que se refugían en lo que desde la iniciativa Eutsi Berrituz ya definieron en marzo en un documento de análisis del episcopado de Munilla como «individualismo pastoral» y que otros califican abiertamente como «pasotismo».

No hay muchas esperanzas de que el nuevo vicario general logre imponer unos criterios más en sintonía con la realidad de los católicos guipuzcoanos, ya que el obispo no tiene intención de variar los principios teológicos a través de los que logró el báculo y la mitra. Sus modos son aplaudidos desde la caverna mediática española y desde los movimientos ultracatólicos, mientras la Iglesia guipuzcoana y por extensión vasca no ocultan su estupor.

Esa sensación es también la que ha causado la designación de Juan María Olaetxea como vicario de Pastoral, cuando llevaba poco tiempo de delegado episcopal del Clero. Su tarea se ha centrado en traer a Gipuzkoa a obispos y cardenales a ofrecer conferencias sobre el Concilio Vaticano II, defendiendo tesis precisamente preconciliares.

José Ignacio Munilla, al igual que Mario Iceta en Bizkaia, no cree en la corresponsabilidad a la hora de dirigir la diócesis, lo que mina cada vez más a la Iglesia para desesperación de muchos de sus miembros. El «pasotismo» crece mientras los prelados se hacen fuertes y no tienen más que aguardar al momento preciso para ir introduciendo un cambio tras otro. Los distintos consejos son meras reuniones informativas y escenario de fricciones.

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