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Crónica | Galardones de teatro

Los Premios Max convertidos en fiesta reivindicativa en el Matadero madrileño

No estaban ni se les esperaba; el ministro del ramo, Juan Ignacio Wert y su medroso secretario de Estado de Cultura, estaban en Mérida, en un congreso mundial de museos. En el Matadero estaba Cristina Santolaria, la subdirectora de teatro del INAEM, una presencia silente, profesional, amable.

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Carlos GIL

Era la primera ceremonia imputable de manera directa al nuevo equipo directivo de la SGAE y de la Fundación Autor, quien los organiza, con Antonio Onetti como director de la misma, muy incisivo en su discurso de recibimiento. Como no podía ser de otra manera, en la gala pesó más el IVA, que la esperanza. Mucho más el ambiente de desamparo que Calderón. El teatro es eterno, pero no todos piensan lo mismo al decir, o escribir, la palabra Teatro. Y en esas ceremonias es donde más se detecta.

Se produjo una circunstancia de justicia en diferido: el ganador por número (seis) y peso específico de los premios de este año fue Mario Gas, con “Follies”, su última producción realizada en el Teatro Español del que fue despedido de malas maneras por el equipo de Ana Botella, y sucedía justamente en las Naves del Matadero, uno de los logros del propio Gas junto a la que era su jefa, Alicia Moreno, presente en la gala. Mejor Espectáculo Musical, Mejor Dirección, Mejor Actor Protagonista (Carlos Hipólito), Mejor Actriz de Reparto (Asunción Balaguer), Mejor Figurinista (Antonio Belart) y Mejor Dirección Musical, (Pep Pladellorens). Fue para todo el entorno de Mario Gas un pequeño desahogo tras la triste circunstancia de haber despedido al amigo Constantino Romero, unas horas antes en un cementerio de Barcelona.

Teresa Nieto, con cuatro primos, copó los de la danza, con su “Tacita a tacita”, Mejor Espectáculo, Mejor Coreografía y Mejores Intérpretes masculino (Manuel Liñán) y femenino, ella misma. Y Alfredo Sanzol, con tres, el de Mejor Texto en Castellano por “En la luna”, y por el mismo montaje, el Mejor Actor de Reparto (Juan Codina) y a la Mejor Producción, compartida por Teatro de la Abadía y Teatre Lliure sus coproductores.
De las obras que llegaban con más candidaturas hay que destacar “De ratones y hombres”, producido por la donostiarra Concha Busto, con participación del Teatro Arriaga, que solamente se llevó dos premios artísticos, la Mejor Escenografía para Eduardo Moreno y la Mejor Iluminación para Juanjo Llorens.

Con un premio, “La vida es sueño” de la CNTC dirigida por Helena Pimenta, por la que recibió Juan Mayorga el de Mejor Adaptación Teatral; “Agosto” que recibió el de Mejor Interpretación protagonista Amparo Baró, ausente en la gala. Y uno de los premios más sorprendentes, el de Mejor Empresa Privada de teatro, a Ron La Lá por su última obra “Siglo de oro, siglo de Ahora (Folía)”.

Los premios a la autoría en las cuatro lenguas oficiales en el Estado español, además del logrado por el navarro Sanzol, en euskara ganó Patxo Telleria por su “Lingua Nabajorum”, en gallego Eduardo Alonso, por “Último cowboy” y en catalán, cuatro dramaturgas, Marta Buchaca, Carol López, Mercé Sarrias y Victòria Szpunberg por “L’any que ve serà millor”.

La gala con guión de Yolanda García Serrano y presentada por Álex O’Dogherty transcurrió con ligereza, se habían quitado por la mañana del mismo lunes la entrega de cuatro premios que entregan jurados específicos: el Iberoamericano a Daniel Veronese, que mandó a dos actores a recogerlo; el de la Crítica, este año a las Jornadas de Teatro del Siglo de Oro de Almería que cumplían treinta años, el de Nuevas Tendencias a la Muestra de Teatro contemporáneo español de Alicante y el recién creado de teatro amateur a los talleres de teatro para discapacitados de la ONCE, dejando para la gala en directo solamente el de Honor, que lo recibió una emocionada Ana Diosdado, reivindicando el teatro como cultura y repitiendo una de las frases que más se escuchó en la gala: «Sí se puede».