Martxelo Díaz Periodista
Próxima estación, Nafarroa
Tras ver las imágenes de Ondarroa se llega a la conclusión de que algo está cambiando en Euskal Herria. Urtza Alkorta está detenida y en la cárcel, pero han tenido que pasar por encima (nunca mejor dicho) de todo un pueblo. La solidaridad suele ser la mayoría de las veces una palabra vacía. Pero estos días en Ondarroa, al igual que el precedente de Aske Gunea en Donostia, han sido una claro ejemplo práctico. Un pueblo ha salido a la calle y la ha tomado pacíficamente para hacer frente a una injusticia.
Urtza Alkorta está en la cárcel, pero ha sido detenida con la cabeza muy alta. Al igual que los arrestados en Donostia. La Ertzaintza ha tenido que echar el resto y el PNV, una vez más, ha dejado claro que su acción política mira más hacia Madrid que hacia su propio pueblo. Urtza y los jóvenes de Donostia, así como los cientos de personas que les han arropado, han mantenido su dignidad. No se puede decir lo mismo de quienes gestionan la Policía autonómica. Si alguien ha ganado este pulso, son quienes hoy están entre rejas, no quienes se sientan en un despacho. La imagen de la Ertzaintza es hoy peor que la que tenía ayer. Por no hablar de Urkullu hablando de despilfarro de recursos.
El muro popular ha conseguido dos victorias, pero todavía quedan muchos tramos por construir. El nuevo capítulo se vivirá, seguramente, en Nafarroa. Hasta 70 personas que en su momento fueron detenidas, incomunicadas, torturadas, encarceladas y obligadas a pagar una fianza corren el riesgo de volver a prisión. En el conjunto de Euskal Herria son unos 200. El reto es construir un muro popular tan sólido que detenciones como las de Donostia y Ondarroa sean imposibles de llevar a cabo. En Nafarroa las cosas siempre son más complicadas. La represión contra cualquier atisbo de solidaridad con los represaliados suele ser más cruda. El mero hecho de juntarse en una plaza suele dar «problemas». A la delegada del Gobierno español, Carmen Alba, le gusta mucho «resolver» las cosas mandando a guardias civiles y policías. Es cierto, Nafarroa es dura, pero debe ser la próxima estación hacia un nuevo escenario.