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Piedad romero, mertxe quesada, karmele fernández | De la extinta asamblea de mujeres de altos hornos (AHV)

«Las 'mujeres de hierro' salimos a la lucha, no podíamos quedarnos en casa»

Piedad Romero (62 años), Mertxe Quesada (61) y Karmele Fernández (70) recuerdan que la asamblea de mujeres defendió el futuro de Altos Hornos. Reconocen que «sabíamos que era difícil y que la decisión del Gobierno español del PSOE era inamovible», pero admiten que «teníamos que salir y luchar. No podíamos quedarnos en casa». Llaman a la lucha, sobre todo a los jóvenes.

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Juanjo BASTERRA |

Tres de las mujeres que formaron parte de la Asamblea de Mujeres de Altos Hornos y que tuvieron un papel activo en la lucha contra el cierre de la mayor industria del acero de Hego Euskal Herria recuerdan a GARA aquellos episodios de lucha de la década de los noventa del siglo pasado que, sin embargo, «están olvidados» del recuerdo oficial. Estas «mujeres de hierro» reivindican su papel en la lucha en la defensa de la siderurgia integral.

Altos Hornos empleó en sus mejores tiempos hasta 14.000 trabajadores y, por lo tanto, era un símbolo directo del empleo. Con su cierre, desaparecieron numerosos talleres industriales y el paro salto a niveles récord en Ezkerraldea. Sestao y Barakaldo, dos municipios, que ocupó la siderúrgica, mantienen las tasas de paro más elevadas de Hego Euskal Herria.

Estas «mujeres de hierro» vuelven a revivir algunos episodios con cierta nostalgia, pero con la tarea cumplida. Piedad Romero, Mertxe Quesada y Karmele Fernández recuerdan que, en estos momentos de crisis y de mucho paro «se echa de menos una mayor respuesta desde la población para hacer frente a esta situación» y llaman a participar en la huelga general del 30 de mayo, porque «o nos movemos, o nos dejan sin futuro», afirman.

Las tres participaron en las charlas que Txirbilenea Kulturgunea, de Sestao, ha organizado hasta el próximo 6 de junio bajo el título «Langile Borroka gara! ¡Somos lucha Obrera!» y que está recogiendo las diferentes experiencias de trabajadores en empresas importantes de Ezkerraldea y que hoy están desapa- recidas -Aurrera, Altos Hornos y Babcock- o en su punto más bajo de actividad, como el astillero de La Naval.

Tras la marcha de hierro

A las tres «mujeres de hierro», como se les conoció en su momento, les cuesta arrancar. Pero enseguida les empiezan a llegar imágenes que tienen en sus recuerdos de aquellos años que lucharon codo con codo con sus maridos para tratar de impedir el cierre de Altos Hornos. «Empezamos la lucha a raíz de venir los hombres de la `marcha de hierro' a Madrid. Una compañera subió al estrado y nos animó a unirnos a la pelea con nuestros compañeros. Que las mujeres teníamos que luchar, que no podíamos quedarnos en casa», señala Karmele Fernández.

Así, dieron el paso de juntarse. «Nos pusimos en contacto con las trabajadoras. En el local del antiguo AISS nos reunimos más de 600 mujeres de trabajadores. Fue impresionante. Teníamos la angustia de que no hacíamos nada» Ese movimiento de las «mujeres de hierro» duró dos años y medio. Aunque «estaba todo el `bacalao cortado' entendimos que debíamos ocupar la calle para luchar y reivindicar nuestros derechos. Así empezamos».

La reivindicación que pasearon por Ezkerraldea, Bilbo y hasta en el Parlamento de Gasteiz fue el mantenimiento de esa gran siderúrgica, aunque el Gobierno español, con Felipe González al frente, había tomado la decisión de dejar esta empresa para el recuerdo. «Nosotras luchamos por la continuidad de nuestros hombres en Altos Hornos. Para que no se cierre. El lema que utilizábamos era «marcha de mujeres por Altos Hornos». Luego, explica Karmele, empezaron «a llamarnos las mujeres de hierro y así seguimos. Hacíamos cantidad de movidas».

En realidad, ¿eran `mujeres de hierro'?, como las denominaron al tomar también el protagonismo de la reivindicación. Piedad Romero indica que «nos considerábamos acero inoxidable 10/10». Karmele añade que cuando hacíamos alguna pintada -`grafiti '- en la carretera firmábamos así, porque era el máximo de calidad del acero inoxidable». Añade Piedad Romero que «es una medida de calidad, teníamos esa fuerza».

Mertxe Quesada admite que «cuando nos enteramos de que se cerraba, nos entró mucha tristeza, preocupación». Piedad Romero admite que «fue duro». Las tres recuerdan que cada día llegaban sus compañeros y les decían que «igual tenemos que ir a Oviedo o a otros lugares», pero «eso tampoco les atraía a nuestros hijos que tenían hecha su vida aquí en Barakaldo o en Sestao», dice Mertxe Quesada.

Uno de los principales recuerdos que mantienen es que Altos Hornos había dado empleo a generaciones de trabajadores. «Nadie nos imaginábamos que algún día podríamos quedarnos en la calle. Fue muy duro. Un golpe fatal», dice Quesada. Romero recuerda cómo su bisabuela le decía que su marido, que ya falleció, trabajaba en Altos Hornos «y qué bien, porque era para toda la vida. Nadie nos esperábamos aquello».

Karmele Fernández apunta que «no solo desapareció Altos Hornos, sino también miles de talleres que abastecían esa cadena. La cuesta de la Iberia era todo comercio, hoy es la ruina total. Ha caído todo. Fue tremendo».

Por la mañana y por la tarde

La más veterana, Karmele, recuerda que estaban en la «batalla» por la mañana y por la tarde. «Era tremendo. Una reivindicación por la mañana y otra por la tarde. La mujer no solo sale como el hombre que no tiene otra cosa que hacer que la manifestación. Nosotras nos acordábamos que estaba lloviendo y teníamos la ropa colgada. Todas con una angustia tremenda para terminar para volver a casa, para hacer la cena».

Admiten que «cuando eres joven puedes con todo, o casi todo», como afirma Mertxe Quesada, pero subraya que es más duro. Piedad Romero recuerda en este caso que «no habré hecho más tortillas de patata en mi vida que en esa época, porque les dejaba a mis tres hijos la cena hecha».

Karmele Fernández añade que «te acostabas más tarde y te levantabas más temprano para dejarlo medio hecho. ¡Menos mal que teníamos unos buenos maridos, por lo menos nosotras!». Quesada admite que «estuve dos días seguidos haciendo comida, porque nos encerramos durante una semana entera en el Ayuntamiento de Barakaldo. Para dejar comida en casa hecha. Llegué y me encontré a mi hijo en la cama con 40 de fiebre».

Surge el paso por el Ayuntamiento de Barakaldo, y recuerda que «nos sacaron a hostia limpia cuando comenzamos a gritar a favor del mantenimiento de Altos Hornos en un pleno». Una de las mujeres estuvo ingresada en el hospital del golpe que recibió.

Los ayuntamientos de la zona trataban las mociones en favor del mantenimiento de Altos Hornos y acudían. «En Ortuella fue majísimo, en Sestao fue tremendo, a un concejal del PSOE le di un tortazo, porque pusimos unos dólares con el alcalde de Sestao. Se picaron. Recurrió y tuve que ir año y medio bajando cada quince días a presentarme al juzgado», recuerda Karmele Fernández.

Admiten que «era el el pataleo». Todas las decisiones las tomaban en las asambleas. «Colapsamos el paro, porque decidimos ir a inscribirnos. Nos echaron fuera. Cerraron las puertas», recuerdan.

Es como ocurre ahora con Lanbide. «Me alegro que los chavales salgan a la calle a reivindicar, porque en el Estado español no salían a la calle». Así lo dice Mertxe Quesada. «Fuimos pioneras en el sector, nos llamaban de Sagunto y otros pueblos, porque prendimos la chispa de la reivindicación entre el sector siderúrgico».

En el Parlamento vasco también les sacaron a la fuerza, porque empezaron a gritar por el mantenimiento de la empresa. «Siempre hemos estado en la batalla. Nos encadenamos también a las oficinas de Altos Hornos. Decidíamos en asamblea lo que íbamos a hacer. Nuestro objetivo era patalear, para que vieran que no aceptábamos que se cerrara Altos Hornos, porque suponía nuestra ruina. Tuvimos mucha camaradería. Hubo mucha unión. Como en todas las luchas que se mantienen en el tiempo, nosotras estuvimos dos años y medio, la gente se iba descolgando, pero resistimos».

Piedad Romero admite que «sabíamos lo que iba a pasar. Estaba catado, pero a nosotras nos quedaba solo la lucha. Defender los puestos de nuestros compañeros, por lo que lucharon otros antes que ellos y allí también estuvimos nosotras. Fue bonito contribuir. No podíamos quedarnos en casa, esperando que llegara el final de la empresa. Es una rebeldía que teníamos», concluye.

 

 

tortillas

«No he hecho más tortillas en mi vida. Tenía que dejar hecha la cena y la comida para mis hijos, porque estábamos reivindicando, pintando, encadenadas»

A LA HUELGA

«Todo lo que hemos conseguido y pasado para llegar hasta aquí se está perdiendo . Qué porvenir les queda a los jóvenes. Que luchen y salgan a la huelga general del 30 de mayo»

ENCERRONAS

«Siete días estuvimos encerradas en el Ayuntamiento de Barakaldo. Cuando salimos, los hombres lloraban»

«La realidad es que desde mediados de los años noventa no levantamos cabeza»

Nombrar a Felipe González es nombrar «al demonio», como recuerdan. «El salvador de la patria», ¡ya!», exclaman. Él firmó el cierre de Altos Hornos y «no solo destruyó aquella gran empresa, sino que dejó el futuro condicionado en esta zona. La realidad es que desde mediados de los años noventa no levantamos cabeza», recuerdan.

«Cada vez que venía a los mítines a Bilbo, a La Casilla, montábamos buenas peleas, patadas, etc», dice Karmele. Mertxe asegura que «la decisión del cierre fue política» y Piedad añade que «si en la crisis actual Zapatero no hubiera adoptado medidas en contra de los trabajadores y hubiera reconocido la crisis desde el principio, podríamos haber estado más preparados. Pero, con estos del PP mira también la que tenemos. ¡Madre mía!», le sale de lo más profundo.

Karmele Fernández explica que «los trabajadores siempre estamos amarrados. Porque se ha dejado tanto, que cómo remontamos. Porque a nosotras nos tienen agarrados con las nóminas, a los que no hacen nada son a los más ricos y poderosos».

Piedad Romero explica que a sus hijos les dice que «en casa no se logra nada. hay que salir y luchar para defender nuestros derechos. Los jóvenes se tienen que mover. Cada uno tiene que poner su granito de arena. Se tienen que implicar». Las «mujeres de hierro» entienden que deben ser los jóvenes quienes salgan a la calle.

Entre ellas, no se ponen muy de acuerdo si «salen más o menos», pero lo que tienen claro es que «si te quedas en casa, esto ni se cambia ni se te ve». No entienden que competiciones deportivas congreguen a más personas, que «muchas manifestaciones en defensa del empleo».

Todas ellas recuerdan a Periko Solabarria, que «nos abrió la puerta del Ayuntamiento de Barakaldo para entrar. Cuando salimos del Ayuntamiento fue apoteósico. Los hombres lloraban. Nos decían que levantáramos la cabeza. Fue impresionante esos siete días encerradas, pero con la solidaridad de todo el pueblo». Afirman que «con todas las conquistas que hemos perdido, después de pasar calamidades, hay que salir a la lucha. Se ha perdido. Qué porvenir les queda. Luchar e ir a la huelga general 30-M, porque están acabando con todo». J. B.

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