NARRATIVA
Amor à trois
Me suena haber oído un dicho inglés que afirma que es tan pesada la carga del matrimonio que para poderla soportar es necesaria la participación de tres.
El escritor de Detroit, en su continua y certera exploración de las relaciones humanas nos conduce en la presente entrega, la tercera, a las relaciones matrimoniales. Antes en su «Vírgenes suicidas» -llevada al cine por Sofia Coppola- nos plantaba ante el misterio del suicidio de cinco hermanas, Lisbon, de una acomodada familia vista por unos jóvenes voyeurs , masculinos, que siguen las andanzas de las muchachas; la siguiente, premiada con el Pulitzer, «Middlesex», nos metía en los entresijos de la singular existencia de un seudo-hermafrodita, en un terreno intermedio, por los bajos fondos de San Francisco; ahora nos conduce a un campus universitario de New Yersey, el de Providence, en los años ochenta, en donde por aquellos pagos académicos la french theory imperaba en las facultades de las llamadas ciencias humanas y sociales, y trata de colocarse en la piel femenina de la protagonista, cuyo nombre resuena a la evangélica seguidora de Cristo... mas sabido es, como cantaban los otros, que: María Magdalena pecadora fue... Obviamente, los nombres elegidos (el de la población en que se halla la universidad, el de la muchacha...) no son casuales sino que son indudables guiños que nos conducen por los caminos que unen y separan el cielo y la tierra, el pecado y la virtud.
La joven protagonista, muchacha de veintidós años e hija de una familia acomodada, recibe las lecciones que le acercan a pensadores post-estructuralistas como Roland Barthes (autor por cierto de una obra sobre los «Fragmentos de un discurso amoroso»), Jacques Derrida, Michel Foucault, Jean-François Lyotard, etc. Se inclina, no obstante, Madeleine Hanna por la senda de los novelistas que han narrado amoríos varios: las hermanas Brönte, Jane Austen, Edith Wharton, Henry James, Colette, George Eliot, y tales van a ser la inspiración de cara a la elaboración de su tesis doctoral. Dichos gustos son objeto de burla por parte de sus compañeros, que los juzgan como reaccionarios y decimonónicos, frente a las innovaciones semiológicas y deconstruccionistas que dominan el ambiente. Si son años de formación en lo referente al ámbito académico-cultural, no lo son menos en lo que hace a su educación sentimental, y en este terreno la joven se balancea entre varios pretendientes: por una parte, Leonard Bankhead, un atractivo muchacho con mucho carisma a la vez que con unas tendencias maníaco-depresivas destacables; por otro lado, Mitchell Grammaticus, estudioso de teología y comprometido con los demás, ama locamente a la muchacha. Establecida la relación con el primero, el segundo, desencantando y con el fin de olvidarla, se enrola con los seguidores de la madre Teresa en Calcuta en un hospicio de moribundos.
Las ilusiones puestas en el matrimonio, a pesar de los consejos contrarios de la madre de la chica y del comportamiento poco presentable del muchacho no van a durar excesivamente y el barco va a zozobrar hasta el divorcio final, previos cuidados del marido enfermo; la sombra del otro no le va a abandonar y el deseo, la pasión, el compromiso no cesan de colear en esta historia que el escritor norteamericano nos entrega con su habitual maestría, poniendo en paralelo, en la vida de los protagonistas, las teorías estudiadas en la universidad o en los libros con la vida auténtica, la de todos los días, con sus relaciones, sus alegrías y sus frustraciones... entre las palabras y los hechos.
No sería justo ignorar la profundidad con la que el escritor penetra en la mente no sólo de la protagonista, sino igualmente en la de sus compañeros, lo cual hace que la cercanía para con ellos se estreche a lo largo de la puntillosa narración, que nos sumerge por los pagos intrincados del amor.