Fede de los Ríos
La frágil memoria
La memoria juega muy malas pasadas. A veces albergo dudas acerca de la necesidad imperiosa de disolver el cuerpo para la represión creado por el Duque de Ahumada que todos los antifranquistas incluían en los acuerdos y programas
El pasado día 6 anunciaron que dos guardiaciviles destinados en Iruñea iniciaban en bicicleta un recorrido por etapas con el lema «829 kilómetros por el camino de la memoria». Como el número de kilómetros citado en total salta a la vista que resulta muy escaso para el tema que nos ocupa, deduje que serían 829 por etapa. Pensé en lo curioso y cansino de la iniciativa. Se me antojaba demasiado esfuerzo para un benemérito cuerpo no acostumbrado a tales excesos. Pensé en la posibilidad de que fueran sancionados y expulsados acusados de equidistancia. Incluso imaginé el espíritu del Duque de Ahumada acechando al final de algún puerto con aviesas intenciones.
El domingo me entero de que en Madrid hacían meta, que no había azafatas besuconas y la entrega de maillots rojigualdos, ramos rojigualdos y los ósculos del mismo color corría a cargo de Ana Botella, a la que entregaron un pañuelo de San Fermín pagado por mí, entre otros.
829 es el número de muertes que el Estado español atribuye a ETA ¿Y los kilómetros que restan por los crímenes cometidos por integrantes del benemérito cuerpo de la Guardia Civil? Las tres asonadas y pronunciamientos golpistas contra sistemas formales democráticos a los que son tan proclives desde el siglo XIX; el casi unánime apoyo militar al golpe del general Franco que llenó las cunetas, las cárceles y comisarías de cuerpos torturados; los fusilamientos sin juicio y las arbitrariedades sin fin llevadas a cabo por los del tricornio acharolado. Y antes Casas Viejas y cientos de jornaleros y obreros maltratados.
El «camino por la memoria» recorrido por Luis y Francisco ha resultado más corto que el camino verde, camino verde que va a la ermita donde de pena lloran las margaritas. Olvidaron Cuenca, Almería, Lasa, Zabala, Galindo, la Semana Trágica, Asturias en el 34, el pavor a la capa y al tricornio, la tortura al servicio del interrogatorio, la confesión como prueba de cargo.
La memoria juega muy malas pasadas. A veces albergo dudas acerca de la necesidad imperiosa de disolver el cuerpo para la represión creado por el Duque de Ahumada que todos los antifranquistas incluían en los acuerdos y programas. Más vale que haya quedado escrito en panfletos y semanarios.
El paseo en bicicleta coincide con el 169 aniversario de la creación de la Guardia Civil; aprovechando el evento, la delegada del Gobierno español en Catalunya, María de los Llanos de Luna, la que afirmara hace unos meses que «es importante que haya pijos y ricos; son los que más gastan», para mejorar si cabe las relaciones con los catalanes, en un cuartel que preside el «Todo por la patria», rindió homenaje a la Hermandad de Combatientes de la División Azul, que marcharon en apoyo de Hitler. Sí, hombre, sí, aquel de los campos de concentración, responsable de más de 60 millones de muertos. Que ¿por qué?, porque la Guardia Civil, como cuerpo militar, participó junto a las SS en la invasión. Al fin y al cabo, tanto nazis como fascistas fueron decisivos para el triunfo de Franco.
A Luis y a Fernando la memoria les jugó una mala pasada. O bien no había suficiente EPO.