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crónica | umore azoka

Leioa, donde la clemencia se manifiesta en forma de urbanidad y colaboración

Siguen las inclemencias climatológicas. Ello comporta alteraciones espaciales, cambios, despistes, imprevistos. Los públicos son muy colaboradores, aplican la clemencia, comprenden la situación, apenas se escuchan quejas, pero sí piden consejo.

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Carlos GIL

Como es tradicional se celebró el acto de bienvenida a profesionales y artistas, donde se entregan los diplomas de los premios concedidos el año anterior por el jurado, más el que la organización otorga para reconocer labor de entidad, empresa o persona, y este año ha correspondido a «Markeliñe».

Nos dedicamos a ver los espectáculos más singulares. En alguna ocasión deberíamos llamarlas experiencias, como es el caso de los polacos de “Teatr Delikates” y su “Head in the clouds. Dreamers”, en donde un grupo reducido de espectadores-actores, tras colocarse en la cabeza unas curiosas nubes, y con unos auriculares en los que se reciben instrucciones, realizan una suerte de viaje por un paraíso del buen rollo. Te mueven, te mandan hacer algún ejercicio o jugar con los otros miembros de la experiencia, y acabas en un estado de ánimo diferente.

Encadenamos ese viaje por las nubes con un aterrizaje forzoso a una realidad de  lluvia gorda, de espacio sugerente, El Molino, y del planteamiento de un payaso, Toti Toronell, y su “Esto aún no es un espectáculo”, una suerte de ensayo con público, con improvisaciones a partir de sugerencias del respetable. A la hora de empezar, éramos muy pocos. Muy pocos. Y todos hablando catalán, como el artista. Una situación paradójica. Lo hizo en castellano para atender a la nueva ley Wert, en la que si dos alumnos piden enseñanza en castellano se le da. Una broma coyuntural. Pero fue algo mucho más surrealista, porque en un momento dado, empezaron a llegar otras personas. Pasaban por un lateral del espacio de la actuación y desaparecían por el fondo del patio. Uno llegó con bolsas, fumando un farias, y con ganas de hablar. Y llegó otro, y se lo llevó al fondo. Misterio. Resulta que allí tiene la sede la asociación de pescadores de Leioa y tenían reunión. No se puede pedir más a esta experiencia inenarrable.

Aunque llueva

Un bailarín, Elías Aguirre, de Madrid, se apodera de un espacio no señalado, lo marca con sus gestos para que el público cree las fronteras y se deja llevar por movimientos convulsos, de poseso. Exacerbado. Electrificado, fuera de norma. Un proceso corto llamado “Longfade”. Un aviso. Una alarma.

Contra el diluvio una banda de músicos italianos, “Badabimbumband”, y su “Wanna  Gonna Show”. Para seguirlos y  mover el esqueleto, aunque sea para sacudirse el agua.  Los que se mueven con ritmos urbanos  son dos propuestas vascas: una parece un producto de mercado  prefabricado, la firma “Deabru Beltzak”, lo bailan unos breakers con técnica básica que ejecutan bases rítmicas primarias.

La otra de “Ertza”,  es una creación artística con cuatro bailarines de hip hop dirigidos por Asier Zabaleta, para narrarnos una historia muy reconocible, muy juvenil, un enfrentamiento de dos grupos a base de alardes de danza. Aquí hay pulso escénico, tono dramatúrgico, planteamiento estético, resolución técnica y cuatro cuerpos creando arte rudo, coreografiado. Emociona.

Buena energía la que transmiten el trío vasco de “Anakrusa”. En su  “InSitu” están muy conjuntados los elementos. La selección musical que les sirve de base forma parte esencial de su desarrollo. Los personajes se van descubriendo con la historia. Hay motivación, llegan, son identificables sus soledades.

Siguen las inclemencias climatológicas,. Sigue la bendita obstinación de organizadores, artistas y públicos por minimizar sus consecuencias.

 

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