Vamos acumulando desperdicios de la memoria mientras damos volteretas en una espuma de engrudo que nos invita a mirar siempre la periferia de ese guión tendencioso que nos quieren hacer pasar por realidad porque en el centro hay un agujero negro. El Papa Francisco deja unos segundos sus manos sobre la cabeza de un niño y se habla de un exorcismo. Se habla, se debate, se ocupan emisoras de radio, tertulias televisivas, minutos en los noticieros, extenuantes argumentaciones escritas. Y uno en plena abstinencia se pierde en la racionalidad o quizás simplemente por el reflejo del cerebro de reptil que prevalece en situaciones de esta índole.

¿Es Aznar el exorcista de Rajoy? ¿Es Urkullu el exorcista del PNV? No perdamos el tiempo. Lo importante es saber las razones por las que se va Philippe Montanier o el futuro de Bielsa. Y nadie responde. Es más, la diputación de Bizkaia entregó alegremente cinco millones de euros para salvar a un club de baloncesto, y no se ha escuchado ni una insinuación sobre si esto es fruto de una posesión diabólica. Hay dinero para el deporte de relumbrón. Han convertido a clubes privados en insignias colectivas a costa de reventar los presupuestos. Mientras nos entretienen con rumores de fichajes, los contables están cuadrando los balances multicolores sin apremios de hacienda ni seguridad social. El fútbol es una olla podrida que está a punto de estallar.

Pero esa manifestación dantesca de la humanidad que lleva mitra y se expresa con voz aguardentosa quizás desde el averno, el confesor de la realeza imputada, monseñor Rouco Varela declara solemnemente que ha debido contratar (no encuentro un sinónimo ni eufemismo apropiado) a ocho exorcistas para su diócesis, debido a la gran demanda existente de estos trabajos de limpieza de cuerpos poseídos por el diablo. No me digan que no es una figura extraordinaria para potenciar la marca España. Tierra de exorcistas. Habrán convencido a muchos que estar parado es por culpa del diablo y que un buen exorcismo es mejor que un master. Volveré a mis adicciones para poder soportar esta realidad tan sicodélica, este retorno a la Edad Media, pero con el wi-fi atravesándonos.