Turquía ya no tiene deudas y es un contribuyente neto del FMI
Turquía, el gigante eurasiático que negocia desde hace años su entrada en la Unión Europea (UE), vive épocas de bonanza con algunas sombras, mientras que sus posibles socios comunitarios pasan por su peor momento en las últimas décadas.
Ilya U. TOPPER-Dogan TILIC (EFE) | ESTAMBUL
Hace dos semanas, el Gobierno de Recept Tayyip Erdogan anunció el pago de la última cuota de su deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), 426 millones de dólares. Fue un acto que el propio Erdogan celebró como señal inequívoca del éxito económico de Turquía. La capacidad de enjugar una deuda de 52 años y convertirse en país contribuyente del FMI evidencia la confianza de los inversores en la decimosexta economía del mundo.
Tasas de crecimiento superiores al 8% en 2010 y 2011, junto a un paro del 8,5%, suscitaban enormes esperanzas, y aunque la expansión cayó al 2,2% en 2012, el Gobierno prevé que pueda estabilizarse en torno al 5%, indicó Efe.
Uno de los factores que empujan la economía turca es la demografía, a través del consumo interno de sus 73 millones de habitantes, explica el economista Esen Çaglar, del centro TEPAV. Junto a él, la construcción y urbanización, que avanzan a un ritmo espectacular gracias a la inversión extranjera desde Europa y los países del Golfo, aunque existe un riesgo real de que se cree una burbuja, como pasó en el Estado español.
Más escéptico es un empresario con inversiones en el exterior que, desde el anonimato, asegura que detrás de la «magia» del éxito de la economía turca está «el `dinero caliente' árabe. No es un éxito basado en la producción de bienes y todo puede derrumbarse si ese dinero sale del país».
El dinero extranjero llega sobre todo en forma de fondos de inversión que se han fijado en Turquía por su elevado crecimiento, mientras que las inversiones turcas fuera son simbólicas.
La deuda exterior, que se sitúa en casi 340.000 millones de dólares, alcanza el 43% del PNB, una cifra bastante inferior a la media europea, pero problemática, porque dos tercios corresponden al sector privado y son préstamos a corto plazo con altos intereses, advierten los expertos. Por eso, Turquía debe cambiar el paradigma de su comercio exterior, promover más la exportación industrial y de servicios, y reducir el control de la moneda, agregan.
La geografía tampoco juega a favor de Turquía, fronterizo con países como Irán, Irak o Siria. «El sureste -Kurdistán Norte- está totalmente por desarrollar y tiene un gran potencial, pero es un callejón sin salida», porque las fronteras hacia Armenia, Irán y Siria están cerradas, expone Çaglar. Pero sí hay una casilla esperanzadora en el ajedrez geopolítico: la negociación de la paz con el PKK. De hecho, la resolución del conflicto podría impulsar el comercio con el Kurdistán autónomo de Irak y facilitaría el acceso de empresas turcas a los grandes yacimientos de hidrocarburos en esa zona.
La economía turca se apoya principalmente en el consumo interno y en las inversiones que llegan desde fuera, mientras que el sector manufacturero y de exportación deja que desear.