Crónica | Coloquio sobre San Mames
Recuerdos de cinco capitanes
Nunca pensaron que un día no solo pisarían San Mamés, sino que lo harían vistiendo la camisola rojiblanca del Athletic. Y ni siquiera soñarían con ser capitanes del equipo. Cinco de ellos, cinco grandes, despidieron esta semana a La Catedral con la palabra. la de sus recuerdos.
Joseba VIVANCO
El día que un casi todavía desconocido José Ángel Iribar llegó a San Mamés para su primer entrenamiento con el Athletic, se topó a otro novato que se estrenaba, Iñaki Sáez. «Llegó en una bici, con las pinzas en los pantalones y todo», ríe el Chopo. «Yo lo agradecí porque iba nerviosísimo, en el vestuario había un montón de jugadores campeones. Entramos juntos y juntos nos gastaron las habituales bromas de siéntate ahí, cuando en realidad se sentaba algún peso pesado del equipo». A su vera, en el extremo derecho de la mesa, Jaburu traza su peculiar y destacada sonrisa sobre su tez morena, y corrobora la anécdota. «Yo vivía aquí al lado de San Mamés, y Villar también en la misma calle», rememora. Empezó a ir en bici a entrenar, «hasta que el difunto Ipiña me dijo, `¿pero cómo se te ocurre venir a San Mamés así?'. Y fue la última.
La plataforma Athletic Eup! reunió la tarde del lunes en el Hotel Indautxu a cinco grandes capitanes del Athletic dentro de sus cuartas jornadas. Además de Iribar y Sáez, el gran Dani, Joseba Etxeberria y el hoy venerado Garlos Gurpegi. Un entretenido coloquio para hablar sobre el agur a San Mamés, esa Catedral del fútbol en la que este repóker suma cientos de partidos, de sensaciones, alegrías, tristezas, anécdotas, recuerdos imborrables. Tanto que Iribar no dudará en ausentarse del Botxo a partir de la despedida para no presenciar la desaparición del viejo estadio. «Con la edad uno se vuelve un poco chocho», ríe mientras reconoce que antes del último test oficial ante el Levante, se paseó, a solas, por ese `pasto tan lindo' que dijera el genial Alfredo Di Stéfano.
Con otro `merengón', igual de inigualable, Puskas, protagonizó una anécdota el día de su debut oficial Iribar en San Mamés. Zubieta, el entonces técnico rojiblanco, le mandó sustituir al gran Carmelo. Hubo un `no' penalti a favor del Madrid y la grada impedía a base de las entonces almohadillas el lanzamiento de la pena máxima a cargo del húngaro. Iribar, un chaval, se acercó al Cañoncito y le sugirió que lo tirara fuera, porque si no se iba a armar gorda. «Sí, hijo puta, sí», le replicó. Chutó y se lo metió. «En aquella época que te dijeran hijo puta era duro, yo salí preocupado. Más tarde, Amancio me dijo que no me preocupara, que Puskas no sabía mucho castellano y que saludaba así a todos».
Iribar sustituyó a Carmelo. Sáez a Artetxe. De chaval, acudía a San Mamés y se situaba con sus amigos en el córner donde Artetxe «siempre se sentaba en la barandilla para sacar». No sabía que más tarde, con solo 19 años, debutaría con el Athletic en ese estadio relevando a Artetxe: «Se lesionó en el partido y el único extremo derecho era yo». Perdieron 2-3 ante el Barça, pero se consolidó en el equipo. Como el ratonero Dani, goleador, capitán, a pesar de que otro grande, Venancio, el día que le firmaron para los leones, en un restaurante bilbaino, cuando Dani se fue al servicio, le confesó al presidente del Sodupe del que venía: «Le hemos fichado porque dicen que lo quería el Zaragoza, pero este no va a jugar en la puta vida en el Athletic». Risas.
Pero para debut el del Gallo Etxeberria. En un amistoso en San Mamés ante la Real, sustituyó a Julen Guerrero y anotó el primer balón que tocó. Luego, en Liga, en su estreno en casa, hizo el gol 3.500 del Athletic. Pero nunca olvidará su tanto al Zaragoza, aquel que dio al equipo la Champions League. «Era viernes y el fin de semana se hizo muy largo en Bilbao», asiente. Nada que ver con la primera aparición de Gurpegi en La Catedral. «Luis Enrique me dio un piñazo en la cara que para el minuto 55 me tuvieron que cambiar. Marcó mi carrera....», ironiza sobre sus posteriores golpes en el rostro y operaciones varias. Si un día no olvida es el de su regreso a su `casa' tras la sanción de dos años. «Lo nervioso que estaba, no veía ni las caras de la gente que me recibía; ese día lo tengo muy marcado».
Han vivido de todo allá abajo en el césped. «Yo diría que lo más que se siente es responsabilidad», reflexiona Gurpegi. «No quieres fallar a toda esa gente», añade. Pero donde todo empieza, donde se juega el prepartido es en el vestuario. Hoy, los jugadores calientan sobre el césped y antes del pitido se arremolinan para la última consigna del capitán. «Yo les digo que pase lo que pase, se sientan orgullosos de lo que hagan», revela. Antaño, rememora Iribar, el grupo se ejercitaba dentro y la salida al campo era un momento mágico, de comunión con la grada, con aquella General -hoy tribuna Este- rebosando y entregada. «Aquello era como los chavales cuando salen al recreo. Estabas deseando salir por el túnel, y no sonaba el himno como hoy. Allí estaba `Rompecascos' con su grito de Athletic, era impresionante como rugía el campo». Los leones empezaban el partido ya con ventaja sobre sus rivales.
Hoy, como entonces, sigue viva la tradición de rezar el Padre Nuestro en el vestuario. En comunión. La otra eucaristía, sobre el césped, aguarda unos escalones más abajo, más allá de ese túnel que decía el Chopo. Athletic, San Mamés, afición. Comunión. «Son más de cien años defendiendo una idea», sostiene Etxeberria. «En los buenos y en los malos momentos», completa la frase. Responsabilidad, que resumía Gurpegi.