GARA > Idatzia > Iritzia> Azken puntua

Belén MARTÍNEZ | Analista social

Barbarie machista

 

Toda una semana especulando sobre los motivos que llevaron a Juan Carlos Aguilar a asesinar de forma brutal a Jenny Revollo y Ada Otuya. Su perfil es un criptograma a descifrar, como el enigma sin resolver de Jack el Destripador.

Salvo honrosas excepciones, los medios han ofrecido testimonios de personas que se deshacen en elogios hacia quien fuera su «maestro», entrenador o lo que sea. ¿Para qué sirven los decálogos y los códigos deontológicos? ¿Acaso no se debe evitar el ditirambo cuando nos encontramos ante un crimen machista?

Como el femicida confeso era bastante mediático, he accedido a un vídeo que circula por internet. Lo que he visto es toda una semiótica de la masculinidad, de una cierta masculinidad, con sus signos y sus símbolos de hombría, como ese cuchillo de hojas dentadas que exhibe sobre su brazo. Una exaltación del ardor guerrero. El triunfo de la imperturbabilidad e invulnerabilidad sobre la empatía, que no hay que confundirlo con la vía de control de las emociones.

Aguilar es un fanático sexista que se ha arrogado a sí mismo el rol de Rambo justiciero. Su peculiar combate, y su «justicia redistributiva», consiste en atentar contra la vida de las mujeres -las más fragilizadas y vulnerables-, brutalizándolas y torturándolas hasta la muerte.

La sublimación de la violencia por parte del falso monje shaolín nos lleva al aufheben hegeliano de tesis y antítesis interactuando. La negación de la violencia a través del discurso sobre la superación del instinto animal, y su afirmación mediante el acto depredador. En vez de «Océano de la tranquilidad», su santuario debería de llamarse «Apocalypse Now».

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo