Final de la NBA
San Antonio lucha como el mejor, pero cede frente a LeBron James
El alero de los Heat fue la estrella del desempate con 37 puntos y 10 rebotes, perfectamente secundado por Wade y los triples de Shane Battier. Los texanos aguantaron hasta el final, pero las pérdidas y una suspensión de LeBron a 20 segundos decidieron la final.
GARA | BILBO
Después de que Los Angeles Lakers enlazara tres finales y dos anillos entre 2008 y 2010, Miami Heat le ha tomado el relevo como mejor franquicia de la NBA. En 2011 los Mavericks de Dallas se cruzaron en el camino de los de Florida, y en las dos últimas campañas ni Oklahoma ni San Antonio han podido evitar que los beach boys hayan podido llevarse sendos anillos.
Y no será porque los Spurs les dieran facilidades. Los «abuelos» dirigidos por Greg Popovich llevaron la iniciativa de la finalísima desde el primer partido, y se quedaron a cinco segundos -o a un rebote de ata que, o a un triple a la desesperada de Ray Allen- de lograr el quinto anillo de su historia. Incluso tras la desesperación de la oportunidad perdida, los texanos volvieron a ponerlo todo de su parte y exigieron lo mejor de los Heat para que estos establecieran el 4-3 definitivo, después de que el último partido de la serie acabara 95-88.
Muchos fueron los factores, pero el principal tiene nombre, apellido y varios apodos: LeBron James, The King James para algunos y The Choosen One, el elegido, desde que se diera a conocer como jugador de instituto con 17 años, y emisiones televisivas de sus partidos para todo Estados Unidos. Con 37 puntos, 12 rebotes y 4 asistencias, el alero de los Heat volvió a ser el líder absoluto de su equipo, brillando además en esta ocasión en la suerte que siempre se le ha achacado que fallaba: meterlas en el clutch time. A falta de 20 segundos, con 90-88 en el luminoso, LeBron James se la jugó en una suspensión de media distancia que cortó la respiración de los presentes en el American Airlines Arena de Miami. El balón, después de dibujar la correspondiente parábola, entraba limpiamente en el cesto de San Antonio, mientras la hinchada descargaba su entusiasmo con un grito liberador. Se acabó lo que se daba.
Un abrazo entre campeones
LeBron James y Tim Duncan se fundían en un abrazo conmovedor después del final del séptimo partido de la final. El legendario ala-pívot de los Spurs, pese a sus 37 años y unos trámites de divorcio que en modo alguno lo han descentrado, respondía en este choque con 24 tantos y 12 rechaces. Manu Ginóbili, después de su mal sexto partido, colaboró con 18 puntos más, mientras que Kahwi Leonard sumaba 19. Tony Parker, por contra, solo sumó 10 puntos y 4 asistencias, frenado en seco por la espectacular defensa de, ¿adivinan?, el número 6 de los Miami Heat.
Pero LeBron James no fue el único motor de los Heat y sería injusto no reconocer la labor de otros jugadores. Dwayne Wade, aunque esté lejos de su nivel de 2006, contribuyó con 23 puntos y 10 rebotes, mientras que Shane Battier, un honrado y esforzado jugador que olvidó sus días de estrella en sus primeros años en Memphis -de aquel dúo de Batman & Pow que formó con el mayor de los Gasol no se acuerdan ni los Grizzlies-, en el desempate de la final de la NBA contribuía con seis triples -sus 18 puntos llegaron más allá del arco-, 4 rebotes, y una defensa final sobre Duncan más que meritoria, ya que forzaba -quizá en falta- al error en el tiro con 90-88 del ala-pívot nacido en las Islas Vírgenes.
Los Spurs pagaron, además, sus 16 pérdidas de balón, 5 de ellas en las primeras posesiones del último cuarto. Miami se escapó con seis puntos de ventaja, y bastante esfuerzo le costó a San Antonio el arrimarse otra vez y situarse al borde de la remontada final.
Sin embargo, en todas las finales, buenas o malas, ha de haber un ganador. Y si en el bando rival está LeBron James, obtener la victoria se pone casi imposible. Al menos a día de hoy.
Cuando se hace todo lo que está en la mano de uno, nada se puede reprochar. Greg Popovich no estaba feliz porque habían caído, pero se mostraba satisfecho por el trabajo de los suyos.
«Ha sido una gran serie y todos estamos de acuerdo en eso», declaró el preparador de los San Antonio Spurs. «No sé si la palabra `disfrutar' es la correcta, pero con toda sinceridad, y aun en la derrota, me siento muy orgulloso de mi equipo», afirmaba.
Claro está, los vencedores se hallaban mucho más felices que los derrotados. Erik Spoelstra, técnico de los Heat de Miami, no hallaba las palabras para agradecer a su líder, LeBron James, por un colofón tan memorable. «LeBron ha brillado con luz propia cuando más falta hacía, cuando más feroz era la competencia. Es un atacante nato y ha sido el mejor jugador perimetral todo el año, tanto en lanzamiento como yendo hacia el aro para anotar o sacar faltas personales», afirmaba.
«Por esto es por lo que estoy aquí», reconocía el propio jugador. «Me vine a Miami con la idea de ser capaz de lograr el anillo, de llevar a este equipo al anillo, y mira, ya tenemos dos. Me da igual lo que se diga de mí desde fuera. Cada vez que entro en el vestuario y veo el número 6 con el apellido James a la espalda, veo que he recibido una bendición. Es lo que importa», añadía, al recibir el trofeo de MVP de manos del mítico Bill Russell.
Manu Ginóbili llevaba muy mal la derrota. «Estamos todos muy tristes. Cuando pasen los días y recuperemos la tranquilidad, tal vez nos econtraremos mejor», dijo, resignado. GARA