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Algunas claves para entender el claro avance militar del régimen sirio

El anuncio de Washington de que rearmará a los rebeldes llega justo en el momento en el que la alianza formada por el régimen e Hizbulah están ganando terreno a la oposición. La superioridad militar que le confiere su fuerza aérea, el cese del goteo de deserciones y la fragmentación de la oposición son algunas de las claves de este avance.

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David MESEGUER | Periodista

La toma de Al-Qusseir, ciudad del sur de la provincia de Homs fronteriza con Líbano, ha supuesto una inyección de moral para un Ejército sirio que sitúa a Alepo en su punto de mira. El primer factor que explica esta contraofensiva del régimen es la total implicación de Hizbulah. Consciente de que la lucha por la hegemonía de Oriente Medio entre Irán y Arabia Saudí se libra en territorio sirio, Hassan Nasrallah, líder del partido-milicia chií libanés, ha puesto todos sus efectivos al servicio de Bashar al-Assad y evitar así el colapso del régimen.

La férrea resistencia contra Israel en 2006 evidenció el poderío militar del «Partido de Dios» y su gran desenvoltura en la guerra de guerrillas. Este rodaje en el campo de batalla ha sido clave para la reconquista de Al-Qusseir y, de este modo, asegurar la conexión del valle chií de la Bekaa en Líbano con Damasco y la región mediterránea siria de mayoría alauita donde se encuentra el puerto de Tartus, vía de entrada de armamento ruso e iraní. El control de este territorio también impide que los rebeldes reciban refuerzos y suministros de los suníes libaneses partidarios de la oposición siria.

Superioridad militar y deserciones

El uso de la fuerza aérea y de artillería pesada por parte del Ejército de Damasco está siendo clave para devastar las zonas donde se encuentran los rebeldes y preparar así el terreno para la entrada de las tropas terrestres. Pese a haber perdido varios aeropuertos militares en las provincias norteñas de Idlib, Alepo y Deir al-Zor, el régimen conserva aún gran parte de su flota de MIG y helicópteros de fabricación rusa. Tras meses de asedio por parte de los rebeldes, el régimen está a punto de perder la base de Mennegh, el último bastión que le queda al norte de la provincia de Alepo.

Mientras Al-Assad afirma haber recibido ya las primeras partidas de misiles S-300 procedentes de Rusia, EEUU y la Unión Euroea (UE) se muestran reticentes a entregar armas a la oposición por miedo a que caigan en manos de grupos islamistas. Los recortes en las partidas presupuestarias de la mayoría de ministerios de Defensa de los miembros de la UE también suponen un escollo. El reciente viaje del senador republicano John McCain a Siria para reunirse su con los grupos del Ejército Sirio Libre (ESL) bajo el mando de Salim Idris deja claro que Washington quiere asegurarse que sus arsenales no irán a Jabhat-al Nusra, grupo armado vinculado a Al Qaeda.

Mientras la zona de exclusión aérea que siempre han demandado los rebeldes no llega, las baterías antiaéreas financiadas por Arabia Saudí y Qatar y los arsenales capturados al régimen son insuficientes para hacer decantar la balanza militar.

En los primeros compases del conflicto se produjo un gran número de deserciones del Ejército sirio a filas opositoras. Los soldados desertores eran en su gran mayoría suníes o miembros de otras confesiones que creían en los motivos del levantamiento contra Bashar al-Assad. Con ellos se llevaban las armas y su experiencia militar ha sido clave para hacerse con el control de vastas zonas en el norte del país y en la sureña provincia de Deraa. Casi dos años y medio después del inicio de la guerra, el goteo de deserciones se ha estancado. A pesar de la deriva sectaria del conflicto, y del apoyo de alauitas y cristianos al régimen, en el Ejército sigue habiendo un grueso importante de soldados suníes que defiende a ultranza la ideología del Partido Baaz.

Fragmentación de la oposición

Las tensiones crecientes entre el ELS y Jabhat al-Nusra, ambos grupos opositores al régimen pero con una concepción religiosa y una visión sobre un hipotético escenario post Al-Assad muy alejadas, están dificultando una acción unitaria contra Damasco. Otros grupos armados de orientación salafista como, Liwa al-Tawhid, Ahrar al-Sham y Suqoor-al-Sham están financiados por clérigos de Qatar, Kuwait y Arabia Saudí, respectivamente. El hecho que cada padrino quiera imponer su agenda a nivel militar y político está provocando desavenencias y dando oxígeno al régimen.

Con numerosos combatientes extranjeros en sus filas y mejor armados que el ESL, estas facciones islamistas-yihadistas son la punta de lanza de las tropas opositoras en los enfrentamientos contra las fuerzas del régimen y recurren frecuentemente a ataques suicidas para atacar puntos estratégicos de la capital. La indignación por la pasividad de la comunidad internacional, la desesperación y la falta de armas del ESL ha llevado a mucho sirios a unirse a estos grupos islamistas, aunque ideológicamente no se identifiquen con ellos. La presencia de combatientes extranjeros está siendo utilizada por el Gobierno de Bashar al-Assad para encasillar a toda la oposición armada bajo el paraguas del «terrorismo yihadista» y de este modo legitimar su lucha a ojos de la comunidad internacional.

Por último, cabe destacar que los choques entre grupos islamistas y las Unidades de Protección kurdas (YPG) en la región de Afrin están favoreciendo el avance del régimen en la provincia de Alepo. Tras el anuncio del diálogo de paz liderado por el líder kurdo Abdullah Öcalan parecía que las YPG y el ESL -apoyado por el Estado turco- entraban en una nueva fase de colaboración. Durante el mes de abril ambos grupos combatieron conjuntamente en Sheikh Maqsoud y Al-Ashrafiyeh, barrios de mayoría kurda de Alepo, contra el Ejército sirio. Ahora con los choques en Afrin y la ofensiva «Tormenta del Norte» del régimen para recuperar Alepo, habrá que ver qué postura adopta la milicia kurda.

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