Mikel INSAUSTI

Cuando digo la pensadora y polemista más valiente parece que la estoy comparando con otras de su sexo, pero no, los hombres también se quedan atrás en su intento de rebatir las tesis de la más lúcida y brillante investigadora de la teoría política del pasado siglo. Nadie pudo quitarle la razón, debido a que su especialidad era darle la vuelta al pensamiento oficial y ponerlo en tela de juicio. Con el retrato de Hannah Arendt culmina el ciclo que Margarethe Von Trotta viene dedicando a la mujer intelectual en su máxima expresión, siempre representada por la actriz Barbara Sukowa desde «Las hermanas alemanas», habiendo sido también Rosa Luxemburgo o Hildegard Von Bingen.

Barbara Sukowa es ahora la Hannah Arendt que a principios de los años 60 se encontraba en posesión de un inmenso talento, prodigado a través de unos artículos tan humeantes como los cigarrillos que fumaba uno tras otro. No se puede tener más estilo en la pantalla, con esa manera de imponerse a los demás en un duro inglés de marcado acento germánico, sentando cátedra de filosofía dentro y fuera de la Universidad ante estudiantes y colegas anodados, pero, y he ahí lo peligroso, picados en su orgullo.

Para dejar claro cómo se las gastaba la Arendt, que no se casaba con nadie en el sentido más literal del concepto, la película de Von Trotta se centra en el caso Eichmann. Nuestra deliberadora favorita fue enviada por la revista «The New Yorker» a Israel para cubrir el juicio contra el antiguo nazi, pero sus crónicas no tardaron en levantar ampollas, sobre todo del lado sionista, por más que ella fuera una judía alemana que se tuvo que exiliar a los Estados Unidos.

En su opinión, Adolf Eichmann no era más que un gris funcionario, un elemento sumiso bajo la disciplina de un sistema enfermizamente jerárquico. Su teoría de la banalidad del mal puso de manifiesto que el holocausto fue obra de tipos corrientes, sin que los consejos judíos fueran ajenos a lo ocurrido. Es más, el genocidio sirvió para advertir a la humanidad de una realidad que se puede dar en cualquier parte, y no sin los colaboracionistas necesarios en cada país invadido.