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Un «Tratado de paz» que arranca en el incendio de 1813 y llega a 2016

Cinco espacios expositivos constituyen la primera parte del proyecto «Tratado de paz», puesto en marcha dentro de la dinámica de trabajo de la Capitalidad Cultural Europea de 2016. Las muestras pretenden reflejar mediante obras de arte los horrores de la guerra, para que los visitantes reflexionen y saquen sus propias conclusiones. El proyecto ha sido posible gracias a la colaboración entre diversos agente culturales, tal y como pretende Donostia 2016.

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Nagore BELASTEGI | DONOSTIA

Una serie expositiva repartida en cinco espacios de la geografía vasca es la base del proyecto «Tratado de paz», que invita a reflexionar sobre las guerras sucedidas a lo largo del mundo, y especialmente a nuestro entorno. Este proyecto de investigación, llevado a cabo por el comisario Pedro G. Romero, forma parte de la dinámica de trabajo de la Capitalidad Cultural Europea 2016 de Donostia.

El objetivo es utilizar la historia del arte para transmitir ideas sobre la guerra y la paz, y que los visitantes saquen sus propias conclusiones al respecto. Ya que uno de los principales objetivos de Donostia 2016 es la colaboración para conseguir una cultura rica y plural, «Tratado de paz» cuenta con el apoyo de diferentes centros culturales como son los museos San Telmo y Naval de Donostia, Euskal Museoa de Baiona, Zumalakarregi de Ormaiztegi, y los madrileños Reina Sofía y Prado.

Pero no es casualidad que «Tratado de paz», un concepto hasta ahora más o menos abstracto, haya arrancado ahora. El proyecto habla de guerra, y partiendo de Donostia, qué mejor manera que tomar como base los acontecimientos que destruyeron la ciudad en 1813. Donostia se encuentra inmersa en una serie de acontecimientos relacionados con el bicentenario de su asedio y posterior reconstrucción y, en este caso, las celebraciones se han unido a las de Donostia 2016.

Así, esta primera parte de «Tratado de paz», llamada «1813. Asedio, incendio y reconstrucción de San Sebastián», durará hasta finales de año. Entonces los responsables presentarán una memoria y comenzarán a dar pasos hacia la segunda parte del proyecto, que promete ser uno de los más importantes de la Capitalidad Cultural; durará cuatro o cinco años y pretende dejar un legado cultural en nuestro herrialde para que lo conseguido no sea fugaz.

De San Telmo a Aiete

Las exposiciones, lideradas por la más extensa que ocupa varias salas del Museo San Telmo, van más allá de lo que imaginamos como una muestra. Lo que encontraremos no es una exposición historiográfica al uso, aunque el objetivo sea dar a conocer los acontecimientos bélicos más importantes que han ocurrido y están ocurriendo en nuestra historia. Lo importante no es la belleza de las obras, sino el contenido de ellas, el mensaje.

San Telmo acoge siete de los nueve espacios de la exposición principal -los dos restantes están en el cercano Museo Naval-, y cada uno trata un tema mezclando obras de arte de diferentes épocas y estilos. Dando la bienvenida al visitante se encuentra una instalación compuesta por libros de historia agujereados que representan la importancia de mirar en los recovecos del pasado para sacar el pasado a la luz. A su lado, una maqueta cedida por el Euskal Museoa de Baiona muestra una Pastoral donde están representando un atentado contra Napoleón. El emperador tiene gran presencia en la exposición, porque fue él quien extendió por toda Europa la guerra, y también a Euskal Herria. Conquistó nuestro territorio con el objetivo de llegar a Portugal y ocupó varias de nuestras ciudades, entre ellas Donostia. Cuando las tropas portuguesas, aliadas con las inglesas guiadas por el duque de Wellington, tuvieron la oportunidad, atacaron la ciudad ocupada por franceses y la destruyeron. También Gasteiz e Irun vivieron momentos tensos, y Baiona fue testigo de la firma de la primera constitución del Estado francés, gracias a la cuál José Bonaparte fue nombrado rey español.

La sombra de las guerras napoleónicas pueden observarse también en el espacio reservado a los emblemas, donde las vitrinas guardan los uniformes de las tropas francesas y las aliadas, en los cuadros de gran tamaño y en los numerosos grabados realizados por Goya, que no fue testigo directo del asedio de Donostia pero sí vivió de cerca la guerra y supo reflejar los sentimientos en sus creaciones.

También pueden observarse obras contemporáneas como varias esculturas pequeñas del estadounidense Richard Serra, cuyo deconstructivismo es una metáfora de la destrucción de la ciudad.

Un espacio mucho más íntimo y oscuro está dedicado a ese momento trágico en el que Donostia fue reducido a cenizas. Una nariz de payaso de hierro se pone incandescente al contacto con el fuego, una crítica al sinsentido de aquel 31 de agosto de 1813 en el que apenas quedaron veinte casas en pie. Sin embargo, más adelante, la supuesta mesa de Zubieta entorno a la cual se sentaron varios donostiarras para decidir que debían regresar a la ciudad y reconstruirla nos recuerda que hace 200 años aquellos ciudadanos consiguieron salir adelante ante la adversidad

La muestra se completa con libros y películas, que pueden leerse y verse allí mismo, archivos sonoros, juegos y viñetas cómicas de varios autores.

La visita continúa en un edificio doblemente atacado, primero por los franceses y después por lo ingleses, y que a pesar de ellos se mantuvo en pie: el Museo Naval. Allí se encuentras las dos salas complementarias a las de San Telmo. Las obras expuestas hacen referencia a la reconstrucción de Donostia, casi exclusivamente. Planos de la nueva ciudad, cuadros de la bahía y el mar, retratos de la sociedad de la Belle Epoque... todos ellos encaminados a la ciudad turística y bella que es hoy.

El recorrido por la exposiciones de Donostia dentro de «Tratado de paz» se termina en el Palacio de Aiete. Allí se encuentra la obra «Décor», de Marcel Broodthaers. Esta pieza es muy importante porque es la primera instalación que se hizo dentro del mundo del arte, y fue expuesta por primera vez en 1975. Broodthaers utilizó como pretexto la batalla de Waterloo para ironizar sobre las ciudades y museos que viven del imaginario militar. Los organizadores creen que Donostia es una de esas ciudades, ya que ha hecho de un evento histórico-militar un festejo anual (tamborrada).

Además, según el asesor de Donostia 2016 Santi Eraso, el hecho de que esta obra esté en el Palacio de Paz de Aiete le infiere un valor añadido ya que allí han tenido lugar momentos históricos por la paz, como la Conferencia de Aiete de 2011. «Desde aquí se ven las murallas de Donostia», afirmó para realzar aún más el contraste. Una serpiente, icono de Napoleón, preside una de las salas rodeada de cañones y armas de fuego. Mientras, un puzzle de la Batalla de Waterloo espera a que alguien lo complete sobre una mesa de playa.

Más allá de la ciudad

Donostia 2016 no es un proyecto cerrado a la ciudad. Es una oportunidad para dar a conocer nuestra cultura por toda Europa, y es por eso que se ha creado una red entre los agentes culturales de varios lugares para que participen. Es por eso que el Museo Zumalakarregi aporta su granito de arena al proyecto inaugurando hoy mismo una muestra sobre una guerra con un sentido opuesto a la de 1813. Si entonces los franceses impusieron el liberalismo, diez años más tarde, en 1823, el ejército francés, denominado como «Los Cien Mil Hijos de San Luis», luchó para eliminar las ideas ilustradas que sus paisanos habían traído y volver a imponer el absolutismo. Esta exposición se podrá visitar hasta el 10 de setiembre, y cuenta con obras de los artistas Juan Perez Agirregoikoa, Azucena Vieites y Ops-El Roto. Después arrancará la segunda parte de su aportación, en la que analizarán los aspectos históricos de este conflicto.

El Euskal Museoa de Baiona, por su parte, ha preparado una muestra con las obras de tres artistas contemporáneos que dan su visión particular sobre la Guerra de la Convención de 1793-1795.

«AFUERAS»

Como preludio de la presentación oficial de «Tratado de paz», numerosos artistas han participado en tres intervenciones artísticas en la sección «Afueras». Hoy todavía puede visitarse «Pure data (Hamar)», de Oier Etxeberria, en los bajos de la parroquia del Buen Pastor.

Un impulso para nuestros derechos y nuestra cultura

Los representantes de las diferentes instituciones implicadas en la primera entrega de «Tratado de paz» posaron en el lugar tan representativo como es el Palacio de Aiete. Juan Karlos Izagirre (alcalde de Donostia), Martin Garitano (Diputado General de Gizpuzkoa), Joxean Muñoz (viceconsejero de cultura de Lakua), José Luis Herrador (subdelegado del Gobierno de Madrid en Gipuzkoa) y Christine Lauqué (teniente de alcalde de Baiona) coincidieron al decir que la capitalidad, y por lo tanto el proyecto que se puso ayer en marcha, es una gran oportunidad para impulsar nuestra cultura. Asimismo, en el contexto de la muestra, Izagirre destacó que «Donostia fue destruida por tres naciones que hablaban de paz, pero siempre estaban en guerra» y subrayó que «la paz no es solo ausencia de violencia, es también respetar los derechos». Garitano, a su vez, dejó claro que aunque el proyecto tenga más protagonismo en Donostia, se expande a todas las comarcas de Gipuzkoa y a toda Euskal Herria, porque «pretende ser el impulso que le hace falta a nuestra sociedad para llegar a nuestra meta». N.B.

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