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Maite SORoa | msoroa@gara.net

El problema de España

A servidora le parecía que en el infraebro andaban deprimidos, como con dudas existenciales. Y ayer, Pío Moa, ese que se pasó de frenada, explicaba en «La Gaceta» el porqué de tanta cara larga. Titulaba su columna «El gran problema histórico de España», y empezaba con este ilustrativo párrafo: «Supongamos que España no hubiera tenido su siglo de oro, en el que descubrió no solo América y el Pacífico sino el propio mundo como conjunto, desplegó una espléndida cultura y contendió victoriosamente contra enemigos más fuertes que ella por separado, no digamos en conjunto, y conquistó y colonizó enormes territorios. Sin esa época, la historia de España habría sido más normal, en el sentido de semejante a la de otros muchos países europeos o de otros continentes con escasa proyección exterior. Y precisamente por esa normalidad no habría planteado ningún problema del tipo de los que vienen atormentando la conciencia y el sentimiento de identidad de España desde hace más de un siglo. Como ocurre con los griegos modernos, el contraste entre la mediocridad actual y otros tiempos gloriosos produce malestar». En otras palabras, que a algunos les contaron un cuento sobre imperios donde no se ponía el sol, y se lo creyeron. Y claro, ahora pasa lo que pasa. Por cierto, lo de «descubrir el mundo» tiene tela. El comunista reconvertido a facha añade que «desde aquel siglo extraordinario, España entró en una normalidad mediocre, juzgada lógicamente como decadencia que ha persistido hasta ahora, como potencia de segunda o tercera categoría», o como dice mi cuñado, de regional preferente.

Ese proceso de decadencia, sin embargo, tuvo un punto de inflexión. Seguro que adivinan cuándo: «El franquismo modernizó al país, lo incorporó de lleno a la revolución industrial, distó mucho de ser el páramo cultural pretendido por ciertos ignorantes, y asentó la paz más larga en dos siglos, hasta hoy. Actualmente volvemos, sin embargo, a los mismos disparates que echaron abajo la república, con el agravante de padecer, ahora sí, una cultura de páramo». Y tanto que de páramo, si este se hace pasar por historiador y cuela. ¿Se imaginan a un alemán alabando el nazismo porque «modernizó el país»? Está claro cuál es «el problema de España»: que se vistan como se vistan, son los mismos de siempre, incapaces de quitarse ese olor a chamusquina.

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