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«Cuando te dan un premio, lo más sabio es olvidarte de él»

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Jaime IGLESIAS | MADRID

Lograr un millón y medio de espectadores en Italia en una época en la que, como él mismo reconoce, «la gente ha dejado de ir a las salas de cine aunque paradójicamente cada vez se ven más películas» es un dato a tener en cuenta. Cuestionado por buena parte de la crítica pero bendecido por el favor del público, Giuseppe Tornatore confiesa sentirse abrumado cuando le dicen que «La mejor oferta», está muy cerca en espíritu del cine de Hitchcok, De Palma o Polanski: «Yo cuando ruedo no manejo referencias, no pienso en directores que me hayan podido influir, porque entonces me bloquearía. En todo caso creo que el homenaje más sincero es aquél que se hace de manera inconsciente».

Y eso vale también para el auto homenaje habida cuenta del paralelismo que algunos han encontrado entre una secuencia clave en el desenlace del film y la famosa escena de los besos cortados de «Cinema Paradiso», algo asumido como «plausible aunque no premeditado» por parte del realizador siciliano. Tornatore reconoce que muchos de sus films tienen un fuerte contenido autobiográfico «pero no todos, de hecho mis películas más personales lo son tanto, que cuando me pruebo en otros registros, como en este caso, procuro rodar historias que no tengan nada que ver conmigo», confiesa quien no tiene reparos en definir su filmografía como «zigzagueante».

No obstante, como en muchas de sus obras anteriores, en «La mejor oferta», el cineasta reflexiona sobre el conocimiento de la vida a través del arte, sirviéndose para ello de la historia del director de una casa de subastas que «sublima la belleza a través de la pintura en un grado tal, que al final es víctima de su incompetencia para afrontar el amor cuando cree que éste ha irrumpido en su vida». El film tiene un engranaje complejo, casi de thriller, y está repleto de detalles sutiles como esos «trampantojos que decoran la villa donde vive la joven protagonista y que al espectador atento le irán desvelando el sentido de la película», según Tornatore, quien confirma así lo que esta obra tiene de juego de apariencias, algo que está en la esencia misma del hecho artístico y de su percepción: «es maravilloso juzgar una obra en contradicción con los demás y con uno mismo».

Cine de culto

Para el cineasta, todas sus películas son «creaciones imperfectas» y por eso mismo nunca ha tenido «complejos frente al éxito o al fracaso porque sé que la vida de una película es larga y las visiones varían. Hay un título mío, «Una pura formalidad» que no tuvo ninguna repercusión y hoy, sin embargo, tiene consideración de film de culto. También «Cinema Paradiso» fue muy mal recibida cuando se estrenó en Italia, tuvo críticas horribles y la gente no fue a verla, sin embargo un año después el inicio de su carrera internacional le dio una nueva dimensión al film, comenzaron a llegar los elogios, los galardones y así hasta ganar el Oscar», evoca Giuseppe Tornatore con la sonrisa propia de quien está de vuelta de todo: «Mentiría si dijese que no me gustan los premios, pero cuando te dan uno lo más sabio es olvidarse de él al día siguiente», comenta a la par que cita a Bernardo Bertolucci cuando se le inquiere sobre cómo sobreponerse a un éxito temprano, de esos que pueden lastrar una carrera: «Lo importante es ser honesto a la hora de afrontar tu trabajo y elaborar cada encuadre como si fuera el último que vas a hacer».

En este sentido tiene una referencia excepcional en el compositor Ennio Morricone con quien lleva trabajando más de veinticinco años y que «pese a ser toda una institución y tener más de 400 bandas sonoras compuestas, cada nuevo encargo lo vive con la ilusión y el nerviosismo de un principiante, eso me encanta de él».

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