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Abdeslam omar lahsen y laila leili | SAHARAUIS REPRESALIADOS Y ACTIVISTAS

«Fui torturada por confeccionar y colgar banderas saharauis»

Abdeslam Omar Lahsen, presidente la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA), y Laila Leili, miembro de la Asociación Saharaui de Víctimas de Graves Violaciones de Derechos Humanos, visitaron Donostia para denunciar las desapariciones forzadas y las torturas.

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Ainara LERTXUNDI |

Abdeslam Omar Lahsen y Laila Leili son saharauis, activistas, represaliados. Las experiencias vitales de ambos sintetizan una historia colectiva repleta de vulneraciones de derechos, desde desapariciones forzadas hasta torturas y amenazas. Una estrategia represiva planificada por el Estado marroquí que, con ciertas variantes a lo largo de cuatro décadas, ha alcanzado a toda la sociedad saharaui, sin distinciones entre sexo y edad.

Laila Leili tenía 16 años cuando en 1991 la detuvieron por primera vez junto a otras dos chicas, también menores. «Fui torturada de forma violenta. Me hicieron lo que ellos llaman `el pollo asado', `el avión'. Una de las chicas que detuvieron conmigo tenía 13 años. Estuve un mes arrestada. Nunca vi a mi familia durante ese periodo. Ellos me traían comida y bebida todos los días, pero jamás me la dieron. Fuimos detenidas por confeccionar banderas saharauis y colgarlas en El Aaiún. Me preguntaban sobre quiénes nos habían enseñado a hacer nuestra bandera, sobre nuestras relaciones con el Frente Polisario», recuerda a GARA con voz pausada. El 29 de mayo de 2005, poco después del inicio de la Intifada, fue nuevamente arrestada en plena calle. «En comisaría fui brutalmente torturada por dos grupos de torturadores, uno compuesto por 14 hombres y otro por 11. Cuando uno se cansaba, venía el otro».

En 2010 la arrestaron por tercera vez, también en plena calle, por organizar un homenaje a un fallecido. Ese año participó en el campamento protesta de Gdeim Izik. Tras su violento desalojo, colaboró en la búsqueda de varios niños extraviados durante la incursión de las fuerzas marroquíes. «Y, otra vez fui secuestrada en plena calle cuando iba a buscar a otro niño. En aquella ocasión llegué a presenciar la violación de dos jóvenes, uno de 19 años y otro de 17», añade. Preguntada sobre si teme algún tipo de represalias cuando regrese tras participar en las conferencias organizadas por Euskal Fondoa en Donostia, recuerda que «cada vez que salgo al extranjero, soy objeto de intimidaciones y registros», al tiempo que reafirma su decisión de «seguir luchando, aunque nos cueste la vida».

La tortura, como un mecanismo más dentro de la ocupación, se ha aplicado tanto en las detenciones arbitrarias como en el caso de detenidos desaparecidos para «producir `ablandamiento', que en numerosas ocasiones comenzaba en el mismo momento de la captura; durante los interrogatorios y como parte del maltrato habitual a lo largo de todo el periodo de detención y custodia en condiciones clandestinas. Además, cada una de estas formas de tortura fue acompañada de otras maneras de maltrato físico y sicológico basadas en la aplicación de condiciones infrahumanas y degradantes», tal y como se recoge en el informe «El oasis de la memoria» de Carlos Martín Beristain, médico y doctor en sicología social, y Eloísa González, experta en derecho internacional. Todo este trato está enfocado a «hacer la vida lo más penosa y controlada posible».

Si bien los tipos de tortura han variado según el contexto de cada momento, los 261 testimonios recogidos por Beristain permiten dibujar un patrón común; palizas con todo tipo de objetos, colgamientos, desnudez forzada, vejaciones sexuales e, incluso violaciones, descargas eléctricas en zonas sensibles como genitales, manos, lengua o axilas, despersonalización de la persona detenida, desorientación espacial y temporal. Estos métodos fueron empleados contra hombres como mujeres.

«Todos los casos que se recogen en el libro son de actualidad. Los familiares de los desaparecidos siguen sin obtener una respuesta satisfactoria sobre el paradero de sus allegados, lo que constituye una violación permanente. Toda denuncia que se presenta acaba archivada. Las desapariciones no son una práctica propia del pasado, porque se siguen produciendo», remarca Abdeslam Omar Lahsen, presidente la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA). En 2005, a raíz de la Intifada saharaui, 15 jóvenes fueron torturados fuera de las ciudades y algunos, incluso, fueron abandonados en pleno desierto. Otros que intentaron huir en pateras hacia Canarias fueron detenidos nada más llegar a las costas saharauis por una patrulla conjunta de la Gendarmería y la Marina. Las autoridades niegan saber su paradero, dicen que murieron en el mar. Hasta hablaron de la existencia de un cadáver, que nadie ha visto. Tenemos 410 casos de desaparecidos documentados desde el inicio de la ocupación. El nuestro es el único territorio en el que se niega la entrada a periodistas, observadores y organismos internacionales», denuncia

 

 

abdeslam omar

«Toda denuncia que se presenta acaba archivada. Las desapariciones no son una práctica propia del pasado, se siguen produciendo»

laila leili

«Cada vez que salgo al extranjero, soy objeto de intimidaciones y registros. Pero seguiré luchando aunque me cueste la vida»

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