ELDIARIO.ES | Isaac Rosa, 2013/7/4
La democracia no es para los musulmanes
(...) Ayer era el tópico más extendido en la calle, en las redes sociales y en tertulias de medio pelo: que los musulmanes no están preparados para la democracia (...).
Ahora le tocó a Egipto. Hace un par de años el país parecía tan preparado para la democracia que el ejército egipcio, amigo de esas elites occidentales, apartó al dictador Mubarak, también amigo de esas elites occidentales, y se hizo cargo de la puesta en marcha de la franquicia. El plan salió mal, porque faltó que el pueblo eligiese un gobierno igualmente amigo de esas elites, pero no pasa nada: lo intentamos otra vez, a ver si esta vez votan como deben.
(...) Si hace falta, no descartamos ilegalizar a los Hermanos Musulmanes, o ponerles dificultades para ir a las elecciones, no sea que los egipcios se equivoquen otra vez. Y es que no es nada fácil acertar: si en vez de a los Hermanos, eligen un gobierno qué se yo, que le da por nacionalizar recursos o cambiar el alineamiento internacional del país, otra vez tendría que venir el Ejército a pulsar el «reset» y empezar de nuevo. Nadie dijo que la democracia fuera fácil.
Los musulmanes no son los únicos que no están preparados para esta democracia. En Latinoamérica, por ejemplo, se han equivocado muchas veces, y durante décadas ha habido que enderezarlos con dictaduras militares, golpes de Estado, terror, operaciones desestabilizadoras y lo que haga falta para que acierten. Todavía hoy algunos países se equivocan y votan presidentes estrafalarios que pretenden volar por encima de Europa sin pedir permiso.
También a los ciudadanos europeos hay que meternos en vereda de vez en cuando, que nos creemos que hemos nacido demócratas y qué va. Y no hablo solo del pasado, de nuestras dictaduras y guerras recientes. Hoy mismo nuestra competencia democrática es más bien dudosa, que estamos todo el día pensando en derechos, igualdad, justicia y demás zarandajas. Por eso los administradores del invento democrático nos lo están dosificando, retirándonos soberanía y capacidad de decisión sobre las cosas fundamentales, no sea que también nos equivoquemos.