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A3 domaines reitera que los ciclistas vascos nunca estarán solos en pirineos

A pesar de que A3 Domaines y Pailhères quedaban lejos de Euskal Herria, un buen número de aficionados vascos se acercaron ayer a los dos primeros grandes puertos del Tour para recordar a sus corredores que nunca caminarán solos en los Pirineos.

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Joseba ITURRIA

Los aficionados vascos respondieron en la primera de las dos etapas pirenaicas y en la última subida, junto con las senyeras catalanas, se dejaron notar las ikurriñas, las camisetas naranjas y las banderolas que piden la repatriación de los presos vascos. Desde el viernes comenzaron a llegar a A3 Domaines aficionados vascos que durmieron en el puerto y tuvieron que buscar ayer lugares con sombra para soportar las elevadas temperaturas y el azote de un sol de justicia. Menos los franceses, que madrugaron para sentarse con sus sillas en la primera línea junto a la meta en los últimos cien metros y que tuvieron que soportar horas de sol y de calor para no perder su posición, el resto de las vallas estuvieron desiertas hasta que llegó la caravana. Hasta los gendarmes se sentaban a la sombra sin mantener su pose habitual.

El calor endureció una subida no demasiado exigente para los que eligieron la bicicleta para subir el último puerto, pero más calor se pasaba en los diez minutos que tardaba la telecabina en cubrir los 700 metros que separan por el aire Ax les Thermes y la estación de A3 Domaines, con lo que se evitaba una subida de diez kilómetros. Y en las horas de colas constantes, las personas subían y bajaban casi como si fueran en una lata de sardinas, con lo que se superaba la media de 2.200 personas que suben a la hora en las fracciones de máxima afluencia.

Basta con señalar que solo la ascensión costaba 4,50 euros y que el bono que permitía hacer el viaje de ida y vuelta subía a siete para ver los ingresos que el Tour provocó solo en este concepto a la estación invernal.. y estival. Como para ponerlo en un día laborable. Los que no pagábamos éramos los acreditados, que además teníamos prioridad para evitar las colas que se formaban en las horas de máxima influencia. Eso nos permitió dejar los coches en Ax-les-Thermes y poder evitar el colapso que se forma en los descensos de los puertos que son final de etapa.

Los que no pagaron por subir en telecabina fueron los 55 aficionados que, ataviados con las camisetas moradas, viajaron en el autobús de la Peña de Mikel Astarloza para animar al corredor de Euskaltel. Los gendarmes impidieron pasar el viernes al autobús en el que se desplazaban y tuvieron que subir a pie hasta que los recogía una furgoneta que hizo constantemente viajes para desplazar a los aficionados llegados de San Pedro, principalmente, pero también de Azpeitia y Azkoitia, hasta la zona en la que acamparon a dos kilómetros de meta. Durmieron también ayer en esa zona y hoy irán a la meta de Bagnères de Luchon con la esperanza de ver ganar allí la etapa a Mikel Astarloza.

La familia de Romain Sicard

Pero no era el sanpedrotarra el único que recibió el apoyo de su gente. A 300 metros de la meta se colocó la familia de Sicard, que por vez primera le animaba en la ruta en su debut en el Tour. Hoy volverán a hacerlo en L `Hourquette d'Ancizan y la última semana acudirán a los Alpes. Su padre Patrick explicaba a GARA que «hemos venido para ayudarle, para que sienta que estamos detrás de él. Ya fuimos el año pasado a su debut en la Vuelta a animarle en las etapas del norte».

Su familia ha sido el principal apoyo del de Azparren en sus tres primeros años en Euskaltel, marcados por las lesiones después de su gran 2009 con el Orbea, con triunfo en el Tour del Porvenir y el Mundial sub'23. «Han sido dos años malísimos e intentamos sostenerlo, que no estuviera solo en los momentos difíciles, y estamos convencidos de que remontará. Tiene ganas, se entrena y hace todo lo que debe para volver a su nivel. En el inicio del Tour no estaba muy en forma, pero poco a poco nos dice que va mejor».

Patrick Sicard ha sido un habitual en las carreteras del Tour y recordaba ayer los años en los que iba con su hijo: «Nos ha acompañado a ver carreras, sobre todo al Tour. Le gustaba mucho Indurain, había mucho ambiente en esa época en las etapas pirenaicas y recuerdo que llevamos a Romain a una salida en Orthez en la que había mucha gente y ese día estuvo al lado de Miguel. Tenía tres o cuatro años y nunca se le ha olvidado».

El progenitor del único corredor de Iparralde del Euskaltel recuerda que con esa edad el pequeño ya demostraba su pasión: «Con cuatro años andaba en bici sin ruedas pequeñas, siempre ha querido hacer ciclismo, aunque no pudo competir por imposibilidad reglamentaria hasta que debutó con trece años en Tarnos. Su primera bicicleta fue una Peugeot, una réplica de la que usaba Virenque, y cuando empezó a competir ya le compramos una mejor. Esos años iba con él a andar en bici por Otxondo o Izpegi...».

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