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UDATE | FERNANDO ALONSO ABAD, ESCRITOR Y PERIODISTA

«Escribiendo, puedes bailar encima del muro y reirte de los barrotes»

Natural de Sestao, Fernando Alonso se licenció en Periodismo en 1984, año en el que marchó a Nicaragua. De 1992 a 1996, trabajó en el equipo de investigación y en la sección de política de «Egin», hasta su detención, hace diecisiete años en Hernani por la Guardia Civil. «Al margen de la izquierda» (Txalaparta) es su tercer libro, todos ellos escritos en prisión.

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Alvaro HILARIO | BILBO

En primavera, Txalaparta editó «Al margen de la izquierda», un relato en clave de novela negra, con las corruptas tramas tejidas entre ciertos partidos políticos y empresas de la construcción en Ezkerraldea como asunto. La desaparición del alcalde de Sestao, prende la mecha.

A diferencia de otras entrevistas, esta no se ha realizado en un bar o en el salón de un hotel, con la compañía de una cerveza: Fernando Alonso fue condenado a 39 años de prisión en diciembre de 1997. Así, ha contestado por escrito a nuestras preguntas desde la cárcel de A Lama (Pontevedra, Galiza).

Jann-Marc Rouillan, militante de Action Directe que ha pasado 25 años en prisión, dice en uno de sus libros que «en la cárcel escribir es fuente de vida».

Es algo muy cierto en el sentido de que la hoja de papel se convierte en un formidable agujero en el muro. Así que, por una parte, escribiendo escapas hacia la libertad que te niegan y, por otra, es un gran ejercicio de expresión, en ocasiones hasta, podríamos decir, terapéutico. Por si fuera poco -y aunque solo sea fabulando- puedes bailar encima del muro y reirte de los barrotes y de todo lo que significan. Lo único a lo que la prisión no tiene acceso es a tu pensamiento, a tu mundo interior, y eso lo puedes sacar afuera escribiendo y contando historias. Para un prisionero es fundamental mantener vínculos con la vida real, porque el sistema tiende a anularte. Por eso es necesaria esa «fuente de vida». Quienes con mejor o peor verbo escribimos, encontrando en esa actividad la vía para sentir que seguimos formando parte de la vida, de la sociedad a la que pertenecemos.

El conflicto político aparece en autores vascos. Paco Letamendia decía que su novela, «La mujer de la cueva», no podría haber sido publicado hace diez años. ¿Y el suyo?

Creo que «Al margen de la izquierda» podía haber sido publicado hace diez años. Eso sí, habría sido calificado, probable- mente, de exagerado. Sin embargo, se da la paradoja de que hoy en día la trama se queda incluso corta, pues la realidad de la corrupción supera ampliamente lo que recoge la novela. El paso del tiempo le ha dotado de un plus de verosimilitud.

¿Qué le empujó a escribirlo?

La idea surgió durante el traslado entre la prisión alicantina de Villena y la pontevedresa de A Lama. La kunda atravesó la zona de Bizkaia de la que soy y por donde no había pasado desde 1996. Dejar atrás Barakaldo por la autopista y cruzar Trapagaran me produjo una extraña sensación. Por un lado, la emoción de pasar por allá después de tantísimos años, y ver Sestao en lo alto. Pero, por otro, resultaba que no conocía nada, que aquello nada tenía que ver con lo que yo guardaba en el recuerdo. Los centros comerciales, el inmenso BEC... No conocía nada. Entonces me vinieron a la cabeza los casos de corrupción en Ezkerraldea que habíamos denunciado en las páginas de «Egin» a comienzos de los 90, cuando empecé a trabajar en el equipo de investigación dirigido por Pepe Rei. Se me ocurrió recuperar todo aquello y meterlo en el marco de una ficción general. Podríamos decir que la novela fue concebida en un furgón de la Guardia Civil. ¡Era bastante mejor lo del Simca 1000!

Da cuenta de negocios turbios, de favores correspondidos. ¿Hasta dónde hay ficción, cosecha propia? Lo mismo podría decirse de los personajes, como los alcaldes de Ezkerraldea.

El desarrollo de la novela mezcla realidad y ficción. En todo lo referente a tramas corruptas no hay nada de cosecha propia. Si alguien tuviera curiosidad, sería suficiente con acudir a la hemeroteca de «Egin» de comienzos de los 90. En los reportajes de investigación está todo perfectamente detallado, con nombres y apellidos, desde las empresas de servicios municipales al tema de Kareaga, incluyendo las urbanizaciones de Castro Urdiales. En la novela me limito a hacer un trazo grueso sobre todo ello porque aquí dentro carezco de recursos, no tengo ni ordenador para escribir. Además, la idea no era un reportaje novelado, sino una novela que tejiera realidad y ficción. Quienes vivieron aquel tiempo dicen que las tramas son reconocibles y algún personaje es identificable.

Refleja reuniones entre altos cargos de un partido, contactos entre partidos diferentes pero con intereses económicos comunes. Pareciera que hubiese estado allí...

El periodismo de investigación requiere tener acceso a fuentes que no acostumbran a ser las habituales, a tener personas directamente introducidas en lo que corresponda y que, por el motivo que fuera, te pasan información confidencial. Supone también, una forma diferente de trabajar, casi policial, y de tratar la información para hacerla válida. Todo eso hacíamos en el equipo de investigación de «Egin», y cuando algo salía publicado era porque habíamos estado en el núcleo del asunto y teníamos la documentación que avalaba la información que dábamos a los lectores. En la novela se cita un acta notarial que alguien escribió para cubrirse las espaldas. En una noche de desarrollo un tanto cinematográfico, tuve acceso a ese documento y fue publicado en «Egin».

En la historia hay elementos de la coyuntura política.

Hay un contexto político general bajo cuya cúpula se desarrollan los acontecimientos. Además, no podemos pasar por alto que tras la cobertura de la lucha contra el independentismo militante se han hecho formidables y lucrativos negocios en nuestro país. A lo largo de lustros ha sido un paraguas magnífico para justificar cualquier cosa y enmascarar intereses de partido y personales. Lo que sí sucede es que la novela contempla la coyuntura política desde un lugar concreto y eso quizás pudiera sorprender, no lo sé. Pero, bueno, desde el otro lado ya hay bastante literatura, así que ya va siendo hora de que comience a haberla desde la óptica de esos a quienes se les ha negado la palabra. Y más ahora, que habrá un particular interés para escorar hacia un bando concreto el relato de lo sucedido durante los últimos decenios.

La novela tiene un ritmo tremendo: suspense, misterio; una novela negra, aunque quizás falte ese personaje omnipresente o narrador.

No hay un personaje omnipresente o un narrador omnisciente porque quería que los hechos fueran sucediendo y que el lector los fuera descubriendo en el propio desarrollo de los acontecimientos, como si él formara parte de la investigación. Más adelante, cuando el tema principal, digamos, queda ya resuelto, volvemos al arranque, a la primera jornada en la que se decide la suerte del alcalde desaparecido. Esto cambia totalmente el ritmo de la narración, porque incluso pasa a estar escrito en presente y con un estilo casi de guión. El final vuelve a ser algo inesperado. Quedan incógnitas sin resolver: que el lector continue a su modo, que ate esos cabos sueltos a su manera.

Hay sorpresas, cambios de ritmo en la narración, seducción, romance.

Hay también un punto romántico; un reencuentro del personaje con un antiguo amor del instituto de Sestao a quien no había visto en años y sobre quien vamos descubriendo cosas de a poco. Todo no iba a ser la corrupción generalizada y conflicto político, ¿no? Habrá que dejar también espacio al amor en Euskal Herria.

Desempleo del 30% en Sestao. ¿Tienen los gestores políticos, quienes han detentado la alcaldía, responsabilidad directa en el tema? ¿Por qué cree que la gente les sigue votando?

La última vez que estuve en Sestao, aún existía Altos Hornos. Ezkerraldea hoy poco tiene que ver con la que yo conocí. Lo que sé es por lo que cuenta la familia, los testimonios de quienes me escriben o lo que leo. He seguido el desmantelamiento industrial de Ezkerraldea y su deriva económica hacia las grandes superficies comerciales, con todo lo que entraña de precariedad, de explotación y de aniquilación del pequeño comercio tradicional. Me han hablado del cambio de ambiente en el pueblo; de la dramática tasa de desempleo, la más alta en Euskal Herria peninsular. Sería de un gran atrevimiento por mi parte opinar sobre la responsabilidad en todo esto de los actuales alcaldes de Ezkerraldea. Pero sería deseable que los responsables políticos de la zona miraran con ojos de Euskal Herria para poder tener un diseño de desarrollo de Ezkerraldea y Meatzaldea en el marco de una concepción nacional vasca; caminar el futuro como lo que somos, una nación que debe ocupar en Europa el lugar que le corresponde como pueblo soberano. Ezkerraldea no es ya el cortijo de un partido político español: la tendencia es favorable a las formaciones nacionales vascas, y eso hay que aprovecharlo.


 

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