La fortaleza mental de Marion Bartoli decidió la final de Wimbledon que significaba el primer torneo del Grand Slam para la francesa, en su segunda oportunidad (la anterior fue también en Wimbledon en 2007, y la perdió ante Venus Williams).

El triunfo de Bartoli (15ª en el ranking WTA) ha sido una de las mayores sorpresas de la historia del torneo británico. Al inicio de la competición las apuestas sobre su improbable victoria se pagaban 125 a 1, y la francesa ha aprovechado la debacle de todas las favoritas para ir avanzando hasta la final sin enfrentarse nunca a una rival mejor clasificada en el ranking, batiendo sucesivamente a las clasificadas en las posiciones 82, 70, 93, 104, 17, 20 y por último a Lisicki (24ª), y además sin ceder ni un solo set en todo el torneo, un récord que solo habían logrado cinco tenistas hasta ahora en la Era Open.

Su rival, la alemana Sabine Lisicki, se mostró muy nerviosa desde el principio, quizá abrumada por su primera final del Grand Slam, con un juego muy alejado del que le había llevado a batir a Serena Williams (1ª cabeza de serie) el lunes, e incluso a Radwanska (4ª) en semifinales.

En los instantes iniciales del partido Bartoli rompió dos veces el servicio de Lisicki, encarrilando un set que acabó con 14 errores no forzados de la alemana, que falló cerca de la mitad de sus primeros servicios, una de sus principales armas, para acabar perdiendo por 6-1.

Lisicki trató de rehacerse, pero el desenlace del segundo juego del segundo set -con Bartoli al servicio-, que duró diez minutos, pero en el que la alemana no pudo aprovechar cuatro pelotas de break, minó aún más su moral, y llevó a la pérdida de su siguiente servicio. Bartoli aprovechó la ventaja y, aunque Lisicki volvió a reaccionar, no fue suficiente para evitar el 6-4, que cerraba la final en 81 minutos.

Hoy se juega la final masculina entre Djokovic y Murray, con 18 enfrentamientos anteriores y ventaja del serbio, 11 victorias por 7 del escocés, entre ellas 2 finales de las 3 que han jugado.