Todos orgullosos de estas nuestras fiestas. Todos indignados con la aparición de la ikurriña en el txupinazo. Nadie denuncia lo que al mismo tiempo pasaba abajo.

Estas idílicas fiestas, sin embargo, debe ser que se ven con distintas gafas. Algunas muy poco graduadas. Pero, ¡qué fácil es vender las mejores fiestas del mundo!. Me sobran babosos por las calles de Iruñea, que han cogido como costumbre desnudar y agredir a mujeres en el barullo que se monta en la plaza Consistorial. Cada 6 de julio vemos imágenes de agresiones, y sin embargo, no he visto ni una sola denuncia por parte del alcalde y su séquito. Tampoco de la gran parte de la oposición, que sí que condenó (palabra muy de su gusto) la pesca con bandera. En el diario El Mundo lo calificaban ya como tradición. Será que no soy tradicional. Una ikurriña ensucia la imagen de Iruñea mucho más que estos cientos de anormales. Pues eso.

Me sobra José Diego Yllanes a sus anchas por las calles de Iruñea con su tercer grado en la mano y me faltan Nagore y tantas mujeres asesinadas en Euskal Herria en el último año. Me sobra ese colectivo en situación dominante, que conlleva ese otro en situación dominada. A quienes dicen gobernar esta ciudad, sin embargo, no les deben molestar. Mucho más importante es lucir vestimenta el día 7 junto a los colegas.

Me sobran estos mismos mandatarios paseándose delante de las cámaras y haciéndose dueños de unos sanfermines que, pese a que lo olvidan, no son, no han sido, ni serán suyos. Son del pueblo y para el pueblo. Me falta el dinero de la CAN.

Me falta ver a estos políticos presos y me sobran presos políticos. Celdas que rellenar y celdas que vaciar. No quiero que el año que viene me falten Josu, Maider, Aritz, Luis, Xabi o Mikel (que ya me falta este año), ni los más de 200 ciudadanos de Euskal Herria pendientes de juicio por su actividad política. Pero tengo «unas fiestas sin igual». ¿O no?